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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-03-1929 página 102
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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-03-1929 página 102

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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BRÍGIDA Y SU BODA interesada por las toilettes que por las obras de arte, diviso una silueta delgada, vestida de color verde pálido. Bajo su sombrerito de paja con flores, sus trenzas enrolladas parecen de oro pálido: es Mercedes, la rubia Mercedes Hauteville, mi queridísima amiguita. Me ha salvado, porque tengo la seguridad de que ha de agradar a mi tía. Le acompaña su hermano Gaspar, un artista joven, a quien yo apenas conocía, pues no le gusta la sociedad y viaja mucho. Tiene los mismos ojos enormes, luminosos, que su hermana. Herido en la guerra, cojea un poco, y adorna el ojal de su americana con una cintita encarnada. Hemos leído su nombre en el catálogo, y mi tía manifiesta deseos de ver sus obras. Titubea él, consultando con la mirada a su hermana. Mercedes conoce de oídas a mi tía Marta. -Señora -le dice- me parece que han de gustarle a usted las obras religiosas de mi hermano más que sus caprichos profanos. Enséñanos tu Vía Crucis, Gaspar. ¡Un Vía Crucis aquí! -exclamó mi tía! Ustedes, los artistas, lo mezclan todo. -i Qué reproche, señora! Lo que nosotros deseamos es mezclar a toda nuestra vida lo sobrenatural. La tía seguía desconfiando. A mí- ¿necesitaré decirlo? -me interesaba, ante todo, ver los caprichos profanos ¡Qué bobada! Henos ya ante unas escenas doradas por el sol de Oriente. El pintor que ha concebido y expresado así el dolor divino y humano es un gran cristiano y un gran artista. Posee una sensibilidad y una inteligencia sorprendentes. Yo, muohachita feliz, noto que suben las lágrimas a mis ojos mientras contemplo a juellas imágenes. Constituyen una revelación de belleza única y también una revelación de vida interna. No sé corno expresar la extraña emoción que se apodera de mí, y voy de una estación a otra, agitada, conmovida por las miradas y las actitudes de un Cristo, que es Dios y que es hombre al mismo tiempo. La tía Marta no puede estarse quieta, tiene que admirar y no puede prescindir de las críticas. Aquel Cristo no es como el que se ve en la calle de San Sulpicio, y ella echa de menos la imagen ya tradicional. Yo me advierto más ampliamente, más cálidamente cristiana. Comprendo, envidio la intervención de la Verónica y del Cirineo. Me vuelvo hacia el joven artista- ¡qué me importa que vea lágrimas en mis ojos! -y le tiendo ambas manos espontáneamente. Luego continúa la visita. Gaspar, cortesmente, sigue al lado de la tía, intentando reconciliarla con el siglo. A ésta le encantan sus modales, pero no le convencen sus argumentos. Así y todo, le agradan tanto hermano y hermana, que dice de pronto: -i Hijos míos, debéis de estar muertos de hambre! Aunque Brígida tiene a su tía por una señora antigua y atrasada, sabed que Iconozco los sitios buenos de París y os conjvido a todos a merendar. No haga usted esa reverencia, señorita María Jamín; tiene usted que venir con nosotras y también su laya. Brígida ha realizado un sacrificio muy grande al acompañar hoy a su tía Marta; ahora es justo que se distraiga un poco. ¡Ya decía yo que, después de todo, la pobre tía es muy buena! La merienda fué exquisita. La austera dama se complacía en aquel lugar elegante, que le parecía muy divertido. Estaba como el escolar gue ha hecho novillos. María dijo infinitos disparates, pero no muy grandes, afortunadamente; es lo bastante lista para contenerse a tiempo. Nuestro mentor se rió. Una orquesta escondida tocaba obras muy agradables; los pasteles eran riquísimos. Los Hauteville comparten amablemente nuestra alegría. Pero en sus ojos claros sigue habiendo algo así como un reflejo de vida interior, que admiro y envidio en secreto; i pobre Brígida, con cuarenta y cinco mil defectos, que a todas horas sueñas, sin atreverte a decirlo, con alcanzar la perfección! Al regreso, la tía Marta resume de este modo sus impresiones: -La Exposición es un fracaso, exceptuando las obras religiosas del joven Hauteville. Sus caprichos profanos en cambio, son ridículos. Siento que siga las corrientes modernas, porque me parece muy simpático, y su hermana, encantadora. Vale mucho más que tú, hija mía. Gracias a Dios que he visto una joven como a mí me gustan: rubia, fina, discreta. Procura parecerte a ella. En cambio, a la otra no la trates mucho; con tu carácter independiente y rebelde, lo que necesitas son buenos ejemplos. j Que sermón! Querida tía, una merienda sin homilía me hubiese gustado mucho más. ¿Por qué has de estropear así tus obsequios? Te estoy agradecida, de todas maneras, por los pasteles, no por la amonestación. Me besa, diciendo que soy una buena chica cuando quiero. ¡Buena chica! No me agrada del todo este calificativo. Pero no importa; me envanezco de él y cuento a mamá, que estaba ya intranquila por nuestra tardanza, que he visto cosas interesantísimas, que he comido muchos pasteles, que Mercedes tiene un hermano que es un as y que yo soy una buena chica Apenas si entiende lo que le cuento, pero ve que estoy satisfecha y deja que su mariposa revolotee por la sala para que descanse de haber andado a pasitos cortos al lado de la querida tía que tan bien sabe sermonear. Brígida en el tennis Esta mañana llamaron por teléfono: ¿Eres tú, Brígida? En París se asfixia uno, todos se marchan. ¿Quieres que nos veamos esta tarde en el tennis? Voy a tele-

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