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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-03-1929 página 78
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-03-1929 página 78

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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GRAN MUNDO conductores, que- -en juego alternado de estrofa y antiestrofa, como en las tragedias antiguas- -pusiéronse a injuriar villanamente a mi compañera, que, en realidad, me conducía, pero a la cual, según todas las antiguas leyes caballerescas, yo debía amparar. Y ¿qué actitud debe tomar un hidalgo en caso así, cuando ni siquiera hay posibilidad material de movimiento y, por lo que respecta a Vicabulario, tiene la paralizante seguridad de quedarse muy por bajo del nivel intentivo y afrentatorio de unos contendientes cuya más suave imprecación era la palabra qottrde, cuya alusión más benévola calificaba grave y calumniosamente el estado de las relaciones entre los dos ocupantes del pequeño vehículo? Chucha misma resolvió perentoriamente el problema, optando por contestar a las palabrotas, pero no en francés, sino en lunfflrdo, idioma prodigioso que se habla entre los atorrantes de Buenos Aires. Esto, pronunciado con un acento nasal e indolente, al modo como se hace en los mismos muelles de la Boca, daba un arma posible para una competencia en condiciones de igualdad. Obedeciendo a inspiración análoga, opté yo entonces el catalán; lo cual alcanzó un resultado excelente, pues, acertándose uno de los dos chauffeurs a entenderlo, quizá por ser de tierras de allá, cada insulto era así sentido y se cumplía las condiciones exigibles para una satisfactoria venganza... Más apurada fué la ocasión cuando, a nivel de la Madeleine, los engveleurs no fueron ya unos humildes proletarios, sino unos odiosos agentes. A éstos Chucha se contentó con mirarles con desprecio. Y he de confesar que esta mueca le sentaba muy bien y podía suficientemente recordar lo que fué un día la cara de Lola Montes cruzando el látigo en la de los guardapaseos del Rey de Baviera. do el objetivo de nuestro viaje estaba en el de la Bolsa. Vagamente habló mi gentil conductora de ciertos reglamentos de circulación; yo creo que, simplemente, toda al manejo de su juguete, se había olvidado del lugar a que íbamos y de los demás, que, seguramente, ya nos esperaban. En la plaza de Clichy se entró en un período de abordajes llegamos a embestir dos vehículos a la vez, elevando el tropezón a la categoría de carambola. El primer proceso verbal se vio incoado en la rué du Faubourg Montmartre. Una desviación superflua por los Halles fué liquidada con sólo dos denuncias de contravención. Lo peor resultó la final maniobra, cuando el amor propio de la amiga se empeñó en acertar con el restaurante a fuerza de tanteos hacia adelante y hacia atrás, y en no dejar el cochecillo en una esquina cualquiera, sino precisamente a la puerta de él; en esto empleam. os veinte minutos. Cuando nos sentábamos a la mesa, el perfume de nuestro caviar fué estropeado por el olor del queso que ya de postre devoraban nuestros amigos y- -desdicha sólo a esta comparable- -serias sospechas se hab an levantado en el ánimo de todos acerca de la inocencia de nuestra conducta. Elevándose a problema de conjunto a la cuestión de las conducciones mecánicas por la mujer- -trátese de voiturettes ligeras o de imponentes locomotoras- conviene aducir el dato, que a alguien he oído, de no ser estadísticamente mayor, después de todo, el número de accidentes producidos, en la práctica, por conductores del sexo femenino respecto de sus colegas del otro sexo. Lo que si parece resultar, según observadores imparciales, es que, en caso de colisión o de atropello, tienen las mujeres culpables mucho menor sentido de la responsabilidad y son más inclinadas que nadie a tomar desconLas vueltas de vals del cochecillo empe- sideradamente las de Villadiego; desentenzaron, menudearon y se volvieron alarman- diéndose- -ligero el corazón como el coche- -tes desde el punto y momento de entrar en de reclamantes y de víctimas. el barrio de Ternes. Tengo que decir que siempre he ignorado la razón por qué pasaZín Ingenio de esta Corte. mos aquel día por el barrio de Ternes cuan-

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