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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-02-1929 página 64
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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-02-1929 página 64

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ESPECTÁCULOS Si este burro canta cuando usted le monte, es por que, contento, sirve a un polizonte... Decíase entonces que Barbieri, que no estaba mu conforme con la enseñanza que se daba en el Conservatorio de Música y Declamación, quiso substituir los últimos cuatro versos citados por los siguientes: Si este burro canta y anda de joIg orio, es porque es alumno del Conservatorio. También fueron muy celebrados, y se hicieron pronto populares, una habanera, un preludio y las coplas del inglés, que cantaba Arderíus, y cuya letra es la siguiente: En Kueva York hay un tranvía, por cuatro cuartos nada más, y aquí en España, solamente, cada dos pasos cuesta un real. Figúrense ustedes el efecto que causaría la copla, teniendo en cuenta que acababa de inaugurarse la línea del tranvía de la Puerta del Sol al barrio de Salamanca, y- el menor trayecto costaba un real. El 24 de mayo de 1876 estrenan también Larra y Barbieri, en el Príncipe Alfonso, Chorizos y polacos, bonita zarzuela, que gustó, nada más: no hubieron de ponerle adjetivo en el cartel. El de julio se verificó la primera representación de El siglo que viene, fantasía de espectáculo, de Saraos Carrión y Coello, con música de Caballero, iQue llenó el teatro por espacio de muchas noches. En esta obra aparecían a la vista del público un globo, que hacía en pocas horas el trayecto de Madrid a Bruselas, y un simónj que andaba sin caballos. ¡Y lo que se reía el público de ambas cosas, que consideraba como una fantasía de los autores! La última decoración era la Puerta del Sol, convertida en puerto de mar. Para ello, y seg ún decía uno de los personajes, habían traído, no un brazo de mar, que lo consideraban insuficier e, sino un muslo. El 25 de agosto de 1877, y como fin de una temporada bastante desastrosa para Arderíus, aparece la zarzuela en cuatro actos, prototipo y hermana mayor de las de su género, Los sobrinos del capitán Grant, de Ramos Carrión y Caballero. En la postura en escena de esta obra echó el resto, como vulgarmente se dice, la Empresa: decorado, de Busato y Bonardi, los mejores escenógrafos de la época trajes y atreszo suntuosos, propiedad de la Empresa; intérpretes de primo cartello; m- agnífica orquesta; numeroso cuerpo de coros, en el que, por rara excepción de todos los tiempos, no había una sola mujer que no fuese joven y guapa... en una palabra: en la actualidad, y con los elementos de que antaño nO se podía disponer, no se presentaría la obra mejor que Arderíus la presentó. Gustó la zarzuela. ¡Vaya si gustó! Pero no fué un éxito clamoroso. Había un no sé qué en el ambiente teatral contra Arderíus y su género, que los espectadores anduvieron reacios en entregarse; hizo falta toda la gracia y amenidad del libro, toda la inspiración del músico, toda la suntuosidad de la postuma en escena y toda la pericia de los intérpretes para que Los sobrinos arribaran al puerto del éxito. Ahora bien; fué una obra de las que se crecen. En las diez primeras representaciones no se llenó el teatro; mas a partir de aquí, dijo el público: Allá voy! y hasta el último día que se puso en escena, bien avanzado ya el invierno, y el Príncipe Alfoirso era un coliseo de verano, se agotaron siempre! los billetes. Cincuenta y un años van transcurridos desde el estreno de Los sobrinos, y continúan representándose, no bolo en Madrid y provincias, sino en Italia y en toda la América española también. La crítica del estreno de esta obra, hecha en El hnparcíal por un redactor que estaba enemistado con Arderíus, dio motivo a que éste rompiese todo género de relaciones con el referido periódico y anunciase las representaciones de Los sobrinos en los carteles del teatro en la siguiente forma: X representación de la extraordinariamente aplaudida, etc. Los sobrinos del capitán Grant, a pesar de no gustarle a. El Imparcial. La última noche de temporada fué tanto el público que acudió a ver esta zarzuela, que, después de agotarse los billetes, quedaron a la puerta del teatro más de cien personas, y fué tal el tumulto que armaron éstas por no poder entrar, y los de dentro porque no les dejaban oír los de fuera, que dos veces comenzó la representación, y otras tantas hubo que bajar la cortina. Por fin, se adelanta Arderíus a la batería; hace que el cornetín de la orquesta dé un toque de atención; se impone el silencio, y dice Arderíus: Respetable público: ¿Quieren ustedes que entren todos los que están fuera y se coloquen donde pued. -m. para ver si es posible que cese el escándalo y continúe la representación? ¡Sí. sí! responde, en masa, el público, y se abrieron las puertas del teatro, y entró todo el que quiso, colocándose hasta sentados en el suelo de los pasillos de butacas, y oyeron religiosamente la obra, oue aquella noche llegó a la cumbre ¡la solté! del éxito. Manuel Ternández de la Puente.

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