BLANCO Y NEGRO MADRID 17-02-1929 página 26
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página26
- Fecha de publicación17/02/1929
- ID0005133187
Ver también:
LETRAS, ABTESt CIBNCÍAS Yo lucharé, Ricardo, por tu salvación. Si no lo consigo, te seguiré en tu vida de presidiario inocente, d i s puesta a c o n s a g r a r me a ti. -i Eso, jamás! -Sí. Nuestra e x i s tencia está eternamente ligada. Intensa mirada, reveladora del amor compartido, ciTjzóse e n t r e ambos. Al fin, la bellla fémina, plena de congoja, despidióse de Ricardo. A la siguiente Jornada; Emma dirigióse a casa de Lucía. -Vengo- -expuso- -a proponerte que convenzas a tu padre de que retire su acusación contra Ricai do. La interpelada sonrió despectiva. -i ¿No lo harás? -inquirió Emma. Bah! Y ¿por qué he de acceder a tal im posición? Porque, de lo contrario, revelaré tu ruin conducta, tu a m o r no correspondido p o r R i cardo tu ansia de atormentarnos a él y a mí, LOS BRAZOS B E L S MCJER QUE TANTO LE AMABA RODEARONI. E APASIO- y, por último, la trama realizada en c o l a b o r a NADAMEJSTE ción con Grini. Y ¿cómo lo probarás? poblado. En la puerta del patio, un pobre- -Con la carta en que dabas al capataz diablo, de aspecto famélico, aproxiinóse a las órdenes para la explosión de la mina. la mujercita, diciéndole: Lucía palideció intensamente. -Esta noche, por la reja cuarta, podrá- -Tienes cuarenta y ocho horas de térusved ver al prisionero. mino- -emplazó Emma, dQuién te envía con esa misión? -Ricardo. Y abandonó a la intrigante. -Diie que vendré. Y entre la paz nocturnal, y bañados dulDos días más tarde Ricardo haülábase en cemente por la clara luz de la luna, los ena- libertad. morados pudieron trenzar su diálogo. ¡Ha triunfado mi inocencia! -exclamó, -Lucía, que no te perdona el desdén con al ver a Emma. que has acogido siempre su amor- -explicó Esta, aureolada por la dicha, susurró: Emma- ha preparado esta tragedia. Todo- -Lo triunfante, Ricardo adorado, es nueses obra suya. tro amor. -Sí; ahora estoy convencido. T ú fuiste Y los brazos de la mujer que tanto le más sagaz que yo. amaba rodeáronle apasionadamente. ¡Oh, el corazón de una mujer nunca se engaña! Eduardo Mendaro. -Y ¿qaé hacer para desenmascarar a la traidora?