BLANCO Y NEGRO MADRID 10-02-1929 página 43

L I T E R A T U R A MARTA SE DEJO CAERj MAQUINALMENTE, SOBRE UN RECLINATORIO Marta permaneció unos instantes parada en el umbral. Se le habían puesto de pronto las piernas pesadas, como si acabara de andar muchísimo. Tardaron sus ojos un buen rato en acostumbrarse a la obscuridad de la habitación. Y, de repente, le vio. Tenía amoratado el rostro, hinchadas las venas de la frente, y descansaba tendido boca arriba, con respiración trabajosa. Un vendaje amplio envolvía su pecho e inmovilizaba el hombro y parte del brazo izquierdo. Tenía la vista fija en un rincón del techo. Se acercó Marta. ¡Pedro! No hizo movimiento alguno, y ella repitió en voz más alta: ¡Pedro! Entonces se estremeció bruscamente, y se pasó por la frente la mano derecha, como si quisiera librarse de alguna mosca molesta. Ella se acercó del todo a la cama y volvió a decir: ¡Pedro! Abrió Pradier los ojos desmesuradamen- te, se agitó en un temblor prolongado y, con voz que no parecía la suya, murmuró: ¡Ah! ¿Es usted, hijita? Marta se acercó más, inclinándose hacia él, qxie posó su mano en la rubia cabellera. -i Hijita! Recobró en el acto la noción de las cosas, y dijo intranquilo: ¿Y el registro? Estaba muy agitado. Ella le colocó bien sobre las almohadas, maternalmente, con ademanes mimosos, y le tranquilizó: -i No han encontrado nada! -i Que no han encontrado nada? ¿Cómo puede ser eso? Avergonzada repentinamente, confusa, le explicó: El que mandaba las fuerzas de Policía era Jack Wainwright... Como yo me había propuesto salvar la honra de su apellido de usted... le a eguré que allí no había nada... Y se llevó a su gente... Desconfiando en seguida, torcida la boca en un gesto de amargura, se incorporó en