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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1929 página 12
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-01-1929 página 12

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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3 LBTRAS, ARTES, CItóNCIAS EL LA EL LA VIAJERO. -Luego... VIAJERA. Sí, viuda. VIAJERO (rápido) -i Me alegro! VI. VJERA. ¡Caballero... rán; no se preocupe. Estas cosas hay que tomarlas con calma. bado? E L VI. AJERO. Bah! ¿Quién iba a querer unos bultos más incómodos que valiosos? E! que se los llevase haría un mal negocio, palabra. No hablemos más de ello. El tren se detiene. Por los cristales de las ventanillas se ven las luces mortecinas, rojas por el mucho uso, de una estación insignificante. LA VIAJERA. ¿Qué hora es? LA IAJERA. Pero ¿y si se los han ro- E L VI. JERO. i Oh, perdóneme! Realmente no quise decir eso, sino todo lo contrario; quise decir que lo sentía mucho, ¿comprende? i Y es natural! (Hecho un verdadero lío. Yo también tengo una tía viuda, completamente viuda, ¿sabe usted? Y lo siento. LA viAjER. (esforzándose para contener la risa) -i El que sea viuda? E L VIAJERO (sacatido los E L VI. AJERO. No; el tenerla. (Cada ves sillos de su chaleco un de uno de reloj bolmagnífico de más asorado y dándose cuenta de esta últi- oro) -Las diez y veinte. ma coladura Bueno, y el que sea viuda LA VIAJERA (entre burlona y asombrada) también, claro está! ¿Pero no dijo usted antes que no usaba LA VIAJERA (riendo francamente) -i Ah, reloj? vamos! E L VIAJERO. -Sí, en efecto, eso diie; El Viajero enciende el cigarrillo, mira de pero... Bueno, la verdad es que yo no llareojo a sil compañera y fuma precipitada- mo reloj a este chisme que marcha como mente. quiere y cuando quiere. E L VI. 4 JERO. ¿Va usted muy lejos? LA VIAJERA (bajando uno de los cristales LA VI. JERA. -Todo el trayecto. y asomándose al exterior) -Pties esa es la E L vi. jEJto. Entonces iremos juntos, hora: las diez y veinte. Se ve muy bien la esfera del reloj de la estación. j Ahora sí puedo decir que me alegro i E L VIAJERO. -iClaro, c l a r o pero insisto LA VIAJERA. Puede usted decirlo y puedo decirlo yo, porque el viajar sola me da en que el mío funciona mal. Marca también las diez y veinte; pero no de la noche, sino un miedo enorme. del día. ¡Y es un lío 1 E L VIAJERO. ¿De qué? LA VIAJERA. -Completo. No se esfuerce. LA VIAJER. A. El miedo carece de motivo E L VIAJERO. Me doy ¡perfecta cuenta de la mayoría de las veces. Yo siento miedo que no me concede usted crédito o, lo que de lo imprevisto. Un ladrón... es peor, que me supone usted loco. Insisto E L VIAJERO. ¡Un ladrón! ¿Pero usted en que no marcha bien. (Sacando j) tro reloj, cree en la existencia de los ladrones? Si también de oro. Mire, otro. Este lo llevo, eso es un invento de la Policía 1 aunque es tan malo como el anterior, para L. Á vi. jERA. De noche, sobre todo, el poder deducir, comparando ambos, la hora miedo que siento es grandísimo. Si yo le que es. dijera que no puedo andar a obscuras por LA VIAJERA. -i Pues ése también marca casa y que tengo que ir cantando para ani- las diez y veinte! marme... E L VIAJERO. -i. asombroso! Es la primeE L VIAJERO. -Me parecería muy bien, ra vez que los veo marchar acordeí Algo porque usted debe poseer una voz deliciosa. terrible va a suceder, no le queipa duda. Estoy seguro de que no habría ladrón capaz (Queda ensimismado unos segundos. Soy de resistir a la tentación de aplaudirla. poco supersticioso; pero estos fenómenos tan extraordinarios me inquietan. LA VI. AJERA. ¡Qué ocurrencia! S í? oye una z oz de hombre que canta soE L VIAJERO. -Le advierto a usted que yo estoy convencido de que hay ladrones que bre el metal de una campana, y el tren se asisten a la ópera. ¿Por qué no? Y ahora, pone de nuevo en marcha. que habla usted de ladrones, recuerdo... LA VIAJERA (sonriendo) -iVaya, no se Con su permiso. Al tomar el tren arrojé aflija porque le he descubierto una mentiel equipaje por una de las ventanillas... ra. Está usted perdonado. Debe de estar en el pasillo. Voy a buscarlo. E L VI. AJERO. -Gracias. Pero yo no puedo perdonarme a mí mismo. Guardaré los re (Hace nvutis y hay una pausa. E L VIAJERO (regresando con una- nmleta lojes para siempre. (Baja su maleta y la en la mano) Aquí está esto; pero no en- abre. Una curva inclina el coche y deja caer la maleta desde el asiento al suelo, en doncuentro lo demás. de quedan esparcidos algunos de los objetos LA VIAJERA. ¿Ha. mirado usted bien? que guardaba: un bolso de mano femenino, E L VIAJERO. He mirado en todos los de- un frasco de esencia, un abanico, -un joyepartamentos, uno (por uno, por si al. guien, ro... El Viajero recoge lo caído y lo depara que no estorbasen el paso, los hubiera vucl- ue a la maleta, menos el estuche de jocolocado en las perchas. En fin, ya aparece- yas. ¿Me permitiría usted que le ofreciese

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