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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-01-1929 página 102
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BLANCO Y NEGRO MADRID 13-01-1929 página 102

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LITERATURA jero de un g- obernador chino en el Yun Ñau, buscador de terrenos auríferos en las Marcas t. batanas, administrador de un convento de bonzos en Luassa, croupier en Macau, vendedor de sedas en Cantón, sucesivamente, estaba en Changhai cuando estalló la guerra, ocupado en fundar, en sociedad con Ristori, a quien conoció er; el Sur, una casa de importación Acababa de perder al poker algo más de diez mil taels. Entre otros defectos, tenía Pradier el de ser jugador; jugador sin freno, como suelen serlo en el Extremo Oriente. Todo le servía para jugar: naipes, dados, ruleta, bolas, carreras de caballos... hasta el MahJong nacional o el Mo- Tiang chino. Casi sin un céntimo, y viajando como pasa ero de tercera, se embarcó el 2 de Agosto con rumbo a Marsella. Seis meses después se batía en el Iser, y tomaba parte en todos los jaleítos del frente... Con una pierna rota en Verdun, fué licenciado, y pudo volver a Changhai. Natural de Singapur; hijo de un italiano desertor y de una india malaya, Ristori no fué movilizado, y esto le permitió conseguir que su casa prosperase, gracias a las favorables circunstancias que creó en China la sfuerra. Pradier se restituyó a los negocios con ardorosa alegría. Una serie de compras afortunadas y de operaciones bien hechas aumentaron rápidamente la fama de la casa y sus medios económicos. Entonces los dos socios se decidieron a trabajar en grande, a todo riesgo. Al principio lo hicieron muy bien, obteniendo considerables ganancias. Pero, embriagado por el éxito, arrastrado por la insensatez del juego, que le hacía considerar cada negocio como una partida, Pradier hacía pedidos formidables, animado por Ristori, codicioso, como todos los mestizos. Todo les salió bien durante algún tiempo; después, hubo un día en que se produjo el desastre. Las cotizaciones de los mercados se derrumbaron sólo con la noticia de la paz. V los socios se encontraron en vísperas de la quiebra. Entonces fué cuando apareció su ángel malo, el comprador Wong- Sun- Fah. Estaba b en enterado de la situación de la Sociedad, que caminaba, sin remedio, a la catástrofe, y habló sin rodeos. Desde hacía mucho tiempo se dedicaba al contrabando de opio. Esto no lo ignoraba ninguno de los dos socios. Le faltaba únicamente la inmunidad de hecho que disfrutan los blancos en el Asia oriental. Por muy grandes que fuesen sus ganancias, resultaban insieníficantes comparadas con las que podría alcanzar si no hubiera tenido la desgracia de nacer chino. He aquí su proposición: obrando no sólo por su cuenta sino también por la de un poderoso consorcio secreto de Pekín, sacaría a flo e el negocio de la casa en quiebra, facilitando una cantidad muy impor- tante de dinero: dos, tres millones de taels... i lo que hiciera falta! Continuaría, como antes, el negocio de importación; pero... a cada envío que se hiciera al interior de tejidos, jabones, conservas, etc. procedentes de la casa Pradier, Ristori y Compañía, se habían de agregar, con un marbete cualquiera, cuatro o cinco cajas de la droga prohibida. El mestizo aceptó en el acto. ¿Se podía rehusar un ofrecimiento de tres millones de taels estando a punto de suspender pagos? Pradier se rebeló de pronto. Había barloventeado con exceso desde que llegó al Asia, pero no se resignaba a ser un bribón. Sermoneó de firme a Ristori, cogió de un brazo al chino y le tiró escaleras abajo. Wong, muy tranquilo, se fué a su casa; pero al cabo de dos días todos los créditos contra Pradier, Ristori y Compañía estaban, como por arte de magia, en poder de Ramsay. abogado de malas causas, muy apreciado por los indígenas. Se presentó al Tribunal consular una demanda de declaración de quiebra, y, enloquecido ante la idea de que iba a ver su nombre arrastrado por el fango, acabó Pradier por aceptar el odios- 3 convenio. Wong no se ensoberbeció con su triunfo. Cauteloso, discreto, como si quisiera que le perdonaran su ayuda, se instaló en el departamento destinado al personal chino, y dos días después, como si no hubiera pasado nada, descontaban los Bancos las letras giradas contra Pradier, Ristori y Compañía. Al principio fueron las cosas despacio. Apenas si de vez en cuando, ya de noche cerrada, llevaban varios cooUes unas cajas misteriosas, suspendidas de pértigas de bambú. Estas mismas cajas, disfrazadas, repintadas, marcadas con las iniciales de otras mercancías de tránsito, emorendían el viaje hacia el interior, sin que fuese preciso exten er conocimientos falsos. Más adelante se le ocurrió un día a Wong y a Ristori añadir a aquel tráfico clandestino el contrabando de armas. Cuando se encuentra uno al margen de las leyes, ¿qué más da un poco más o un poco menos? Rugía la rebelión, entonces, en el SeChuan, y los tiikions gobernadores chinos) locales compraban a peso de oro material de guerra. Esto quiere decir que se hacían magníficos negocios, que se obtenían ganancias enormes sin mavores riesgos que los que se corría en el contrabando de opio. Aun así, v temiendo que se opusiera, optaron aquéllos por no decir nada a Pradier. Desde entonces, el contrabando tenía totalmente ocupados los almacenes de Nanking- Road. Av do y poco escrunuloso. Ristori desempeñaba un papel extraordinariamente activo. Pradier, en cambio, deiaba hacer, por necesidad, pero muv contrariado. Abandonando el de. coac ho; jueando más cada vez, nunca se retiraba a sus habitaciones de soltero del Kdlee- Hotel antes de la mpd -ii da. El nesado sueño, secuela de las emociones fuertes, le tumbaba, entonces.

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