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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-12-1923 página 32
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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-12-1923 página 32

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Sabía que la empresa era azarosa, pero deseaba vencer todos los obstáculos. Cierto que la brusquedad con que me había dejado no auguraba nada bueno para mis proyectos; pero también era posible que su actitud obedeciese al instinto, y que pasado el primer momento experimentaría un nuevo cambio. De todos modos resolví aprovechar la primera ocasión favorable que surgiese a mi paso, y, arrojando la punta del cigarrillo, me fui en busca del desayuno. Pero una cosa es resolverse a hacer algo y otra hallar la oportunidad propicia. Mantuve una guardia estrecha sobre la cubierta; recorrí varias veces los salones y pasillos, sin lograr un solo vistazo de la persona a quien buscaba. El resto de los pasajeros pasearon sin cesar por todos los rincones del barco, pero la invisibilidad de miss De Roda era tan completa, que llegué a creer que había desaparecido para siempre. Hubo un instante en el que casi me decidí a enviarle unos renglones pidiendo otra cita. Breves momentos de reflexión me hicieron abandonar esta idea. La señorita conocía mis deseos; si a pesar de ellos se negaba a verme, cualquier intento para disuadirla de su propósito podría producir el efecto opuesto. Me resolví, pues, a aceptar la situación con la mayor filosofía, y en esto me auxilió la tendencia, natural en mí, de no preocuparme nunca por las cosas que no tienen remedio. El buen tiempo que nos había acompañado hasta ahora desapareció en cuanto doblamos la punta de Ushant y entramios en el Canal de la Mancha. Nos envolvió una niebla espesa y gris, acompañada por una llovizna húmeda y desagradable, y aunque no retardó el buque su marcha, el cambio resultó poco grato después de la hermosura de los últimos días. Las circunstancias fueron empeorando conforme nos acercamos al Támesis, y al recoger al piloto cerca del faro de Nore caían unos chuzos que bastaban para aguar el entusiasmo del más ardiente patriota. En este ambiente deprimido subimos el cauce del río y anclamos junto al muelle. Era ya tarde, y el desembarco no podía efectuarse hasta la mañana siguiente. Esta circunstancia me llenó de júbilo interior; fui a mi camarote, me quité de encima la ropa mojada y me entregué a unas horas de bien ganado sueño. Cuando desperté seguía la lluvia, pero el descanso me había devuelto mi acostumbrado buen humor. Mientras me vestía, decidí que, antes de subir sobre cubierta, escribiría unas palabras breves a miss De Roda, siquiera para despedirme de esa manera, ya que no encontraba otra. Me constaba que, aun en el caso improbable de que quisiese verme antes de partir, las ocupaciones que tenía por delante me retendrían en mi puesto por lo menos durante una hora. Un segundo oficial no carece nunca de trabajo cuando llega su barco a un puerto de importancia. Busqué papel y sobre, me senté al lado de la mesita y borroneé estas palabras a la luz de un sol oculto: Mi querida miss De Roda: Como es probable que abandone usted el Neptuno antes de que pueda verla, le envío estas líneas para decirle adiós... por ahora. No voy a liacerle preguntas, pues sé que serían contrarias a sus deseos; pero quiero que sepa que nada en el mundo puede cortar los sen- timientos de amistad que tengo hacia usted. Sean cuales fueren los obstáculos, tengo el propósito de descubrirlos y, si puedo, vencerlos. Hasta entonces tendré que contentarme con el recuerdo de usted, ya que me es imposible verla; pero le ruego no olvide que, si en cualquier momento puedo prestarle el menor servicio, no tiene más que avisarme y estaré a sus órdenes. Durante la próxima semana viviré a bordo; después de esto, una carta dirigida a las oficinas de esta Compañía en Cockspur Street me seguirá adonde me halle. Suyo muy sincero, Juan Dryden. La lectura de estas líneas me dejó con la impresión de que no reflejaban exactamente lo que quería expresar; pero soy bastante torpe para escribir cartas, y de todos modos no había tiempo para corregir la epístola. La metí en un sobre, se la entregué a una camarera con el encargo de hacerla llegar privadamente a manos de mjss De Roda y, puesto que había hecho cuanto po día de mi parte, subí al puente y me puse a justificar mi mísero sueldo. Comenzó el desembarco en medio de una espesa niebla y de la animación y el bullicio que siempre caracterizan a esta operación. Los pasajeros se alineaban, sobre cubierta con sus sacos de mano y sus valijas; pero mis múltiples deberes impidieron que me acercara lo suficiente para distinguir a unos y otros. El buque se arrimó poco a poco al sitio que le tenían señalado, y un grupo de personas aglomeradas bajo paraguas mojados comenzó a saludar a los que venían a bordo. Se anudaron las amarras, y por la primera escalerilla subieron con rapidez los oficiales del puerto de Londres. Sabiendo que me necesitarían, dejé el puente y salí a encontrarlos en la cubierta. De camino topé con Ross, quien, envuelto en un impermeable y fumando su flamante pipa, observaba la escena con su habitual indiferencia. ¿Quieres algo para Londres, Dryden? me preguntó. Me detuve. ¿Desembarcas ahora mismo? inquirí. Asintió con la cabeza. -Tengo que ir a las oficinas con estos papeles. Volveré dentro de media hora. Me registré los bolsillos y le di el cable de los señores Wi mot y Drayton. Si puedes buenamente- -le dije- agradecería que telefoneases a estos señores para pedirles una cita en mi nombre. Cualquier hora me es igual, con tal que sea después de las doce. Ross tomó el cable y lo guardó cuidadosamente. -No te preocupes, chico- -dijo- lo arreglaré todo para que te reciban con palmas y tambores. Atravesé como pude el denso grupo de pasajeros y bajé al salón para asistir al cumplimiento de las formalidades que acompañan la entrada de un buque. Esta tarea me retuvo durante cerca de una hora, y cuando volví a subir supe que Ross acababa de regresar. Salí en busca suya, y lo encontré sentado apaciblemente sobre un baúl armario. -Ya tienes la cita arreglada- -observó- Te esperan a las doce y media. Puedes estar tranquilo te ha caído el gordo. ¡Hay que ver la que se armó en cuanto di tu nombre! (CONTINUARA EN E L N U K E E O PRÓXIMO)

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