BLANCO Y NEGRO MADRID 25-11-1923 página 34
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página34
- Fecha de publicación25/11/1923
- ID0005515374
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compañero; sin pronunciar una palabra dejé la navaja sobre el asiento y subí tras la muchacha. Posible es que en aquel instante el dueño del cuchillo hubiera dado buena parte de sus posesiones terráqueas por seg- uirme y hundirlo en mi espalda; en todo caso, optó por dominarse y dejarme ir ileso. Al pisar la cubierta, seguido por las miradas de un grupo de pasajeros curiosos, observé que miss De Roda se habia apartado de los demás y que mostraba deseos de hablarme. Ross permanecía inclinado sobre la barandilla; como amigo bueno y discreto, se abstuvo de dirigirme la pa abra en aquel momento. Me acerqué a la muchacha. -Tome usted la peseta que le debo, míster Dryden- -me dijo- y ya sabe cuánto le agradezco el haberme ahorrado las otras veinticuatro. Cogí la moneda que me ofrecía y la metí en un bolsillo. -Le voy a hacer un agujero en el centro- -contesté- -para llevarla como si fuese ima medalla. Creo que una victoria naval como la nuestra merece su premio. Sonrió miss De Roda. -Yo no la olvidaré nunca- -dijo- sin que esto signifique que mi recuerdo constituye recompensa. El tono en que pronunció estas palabras me infundió valoi ¿Me permite usted que venga a hablarle algunas veces cuando la encuentro sobre cubierta? -pregunté- Le ruego me diga con toda franqueza si prefiere que no me acerque. Sus ojos se llenaron de inquietud, y vaciló un momento antes de contestar. -No se trata de lo que yo quisiera- -dijo- recuerde que tengo que pensar en mi tío. No está nada bien de salud, y se opone a que hagamos nuevas amistades a bordo. Posible es que mi rostro revelara lo que opinaba del señor De Roda, pues la joven se apresuró a añadir: -No crea usted que es antipático o desagradable. Le diré que tiene razón en gran parte. No me juzgue desagradecida, pero mejor es que nos despidamos por ahora. La amargura que se traducía en la voz de la muchacha borró cualquier resentimiento que hubiera podido existir de mi parte, pero no logró disuadirme de mi propósito. -Vamos a partir la diferencia- -sugerí- Permítarne que la vea tma vez más, y si después de eso tenemos que despedirnos para siempre, le prometo que lo haré sin protestar. Vaciló un instante. -Muy bien- -dijo al cabo- Algunos días suelo pasear sobre cubierta antes del desayuno. Estaré encantada si viene a verme mañana por la mañana. Me descubrí; la joven saludó con la cabeza, y quedé solo, envuelto en tm mar de pensamientos y sintiendo que nuestra primera entrevista hubiese durado tan poco. Sumergido en mis reflexiones, noté de pronto que Ross estaba a mi lado, con las manos en los bolsillos y una sonrisa picaresca en su semblante. ¡Hola! -exclamó- ¿Traes la pipa? -Te he comprado una maravilla- -contesté- Vas a ser el orgullo del barco. -En la cabina tienes un telegrama- -añadió- Creo que viene de Inglaterra. Llegó al momento de marcharte. ¿Un cable de Inglaterra? -repetí- ¿De quién podrá ser? -No te preocupes, hombre, que ya vamos a abrirlo- -dijo riéndose- Apuesto a que es un mensaje del Rey Arturo para ofrecerte un asiento en su mesa redonda. Creo que andan escasos los caballeros errantes que socorren a las doncellas en peligro. Di un paso hacia él y lo agarré de un brazo con r. rmc suavidad. -Me parece que necesitas un trago, Ross, y a mí me hace falta otro- -le dije- Ven conmigo al bar, y te daré un ivhisky con soda. CAPITULO II UN TEJ. EGRAMA IMPORTANTE No le solté el brazo hasta que llegamos a una de las escalerillas. -Dirae la verdad, majadero- -exclamé- Dime si alguien además de ti y del marinero vieron lo que ocurrió en la bahía. Volvió a reírse. ¿Y qué puedes esperar? -preguntó- Escoges un lugar tan público como el Océano para realizar hazañas caballerescas y encima te quejas si te vemos desde lejos. -Nada de hazañas caballerescas- -contesté- Esos dos granujas trataron de sacarnos las pesetas por medio de amenazas; llegaron a decir que nos dejarían en los bancos de arena, si no les dábamos diez duros. Ross sonrió maliciosamente. -Hombre, creo que eso no te hubiera venido mal- -observó- El papel de Pablo y Virginia os sentaría admirablemente. -A mí, puede ser- -respondí- pero no sé si le hubiera convenido a miss De Roda. Así y todo, está muy preocupada con la idea de que alguien pueda contarle a su tío lo ocurrido. Teme que la historia le cause un nuevo ataque al corazón, y, dado que el médico que llevamos a bordo eres tú, confieso que comprendo sus temores. No pareció conmoverse ante mi ironía. -Ya sabía yo que acabarías por poner a la chica en un compromiso- -me dijo- pero, gracias a mí, nadie se ha dado cuenta. Yo era el único que os miraba con gemelos, y cuando me preguntaron si pasaba algo, les dije que a uno de los marinos se le había escapado el remo. Buena bofetada le diste! No me gusta mentir; pero conozco tu naturaleza modesta y reservada, y no tuve otro remedio. Lo detuve en la puerta de mi camarote. -Ross- -le dije emocionado- como médico eres una calamidad; pero como amigo mereces un monumento. ¡Te has ganado un zvhisky doble! Entramos y cerré la puerta. -No creas que soy tan mal médico como dices- -siguió Ross, después de instalarse cómodamente en la cama- Gracias a mi pericia, el tío Feüpe se halla a estas boras casi fuera de peligTo. Ha mejorado mucho estos últimos días. Mezclé el zvhisky y la soda y le ofrecí un vaso. -Te diré que no acabo ele comprender al tal señor De Roda- -observé- está siempre pensati-