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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-11-1923 página 33
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-11-1923 página 33

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LA I S L A DE VERDEMAR agradecida. Nada me fastidiaría tanto como ser la víctima de un timo por el estilo del que nos habían preparado. Se detuvo, e inclinándose a un lado miró hacia el buque. Me pregunto si alguien de a bordo vio el incidente- -añadió- creo que hay varias personas cerca de la barandilla. Puede que sólo fuera una idea mía, pero se me antojó que el tono en que dijo estas palabras revelaba cierto dejo de ansiedad, como si la idea de que nos hubiesen visto le inspirase temor. -No sé, pero no me parece probable- -le dije para tranquilizarla- los de a bordo tienen el sol en los ojos, y cuando ocurrió la tragicomedia estábamos algo distantes. -Estoy inquieta por mi tío- -explicó- aunque si no nos ha visto y nada le dicen no me importa en lo más mínimo. El pobre no se encuentra muy bien de salud, y no quisiera que recibiese una impresión desagradable. Dijo estas palabras con vacilación, y calló después, como si estuviera arrepentida de haberlas pronunciado. No se apure; es seguro que no pasará nada- -insistí- Ya me las compondré para explicar el asunto en forma satisfactoria, si es que alguien imagina cualquier cosa. Mientras tanto nos habíamos aproxiiuado al Neptuno, y distinguí claramente a las personas que nos observaban. Noté con inquietud que entre el grupo de curiosos se hallaba Ross, pues sabía sobradamente que sus ojos despabilados no habrían perdido un detalle del incidente que acababa de desarrollarse. Sin embargo, me consolé como pude pensando que mi amigo era la última persona capaz de circular un chisme, y que yo era el único que me exponía a sufrir su benévola chanza. Los remeros atracaron en silencio al pie de la escalerilla, y uno de nuestros marinos sujetó el bote mientras desembarcamos. Por el modo en que me miró y por la expresión que tenía en su semblante comprendí que él también- había sido testigo inteligente de la aventura; mi sospecha no tardó en confirmarse. ¿Le ha ocurrido algo, señor? -dijo- ¿Le han dado que hacer estos sujetos? Tendí el brazo a la muchacha y recogí los paquetes que contenían sus compras y las mías. -No ha sido nada- ¡contesté- se sintió enfermo uno de estos señores y tuve que echarle un poco de agua sobre la cabeza. Pero ya está mejor. El marinero calló, pero vi la mueca que dirigía al infeliz paciente, cuyo rostro comenzaba a dar muestras de su encuentro con mis manos. La expresión del portugués tornóse aún más siniestra al entregarle yo las dos pesetas que representaban el importe exacto del servicio prestado con su NOVELA, ORIGINAL DE VÍCTOR BRIDGES Con i l u s t r a c i o n e s d e N a r c i s o M é n d e z B r i n g a Continuación, A navaja cayó de sus manos y fué a dar contra las tablas del bote; sin perder un segundo me apoderé de ella y amenacé el montón de piernas y brazos que. ofrecía como blanco el enemigo. -Vamos a ver- -dije a los vencidos- o nos. llevan al buque o tiro a los dos al agua. Quedáronse sin contestar un momento, y el caballero que remaba a popa se incorporó lentamente y se puso a soplar, pestañeando. Sin duda era menos decidido que su compañero, pues le castañetearon los dientes, y en su semblante de color ceniza se dibujó una expresión de terror. Les aconsejo que no tarden en decidirse- -añadí. El segundo facineroso asintió con presteza: -Sí, sí- -exclamó- sí queremos llevar a los señores. Y sin esperar más se apoderó de un remo y lo introdujo con fuerza en el agua. -De ese modo no haremos más que dar vueltas- le dije- y no se trata de pasear, sino de llegar a tiempo. ¿Qué le pasa a su compañero? El aludido yacía gimiendo en un rincón, sin hacer el menor esfuerzo para levantarse. Cogí una lata mohosa que ¡había debajo del asiento, la llené de agua clara y derramé el contenido sobre la cabeza del bello. durmiente. El remedio era sencillo y primitivo, pero resultó sumamente eficaz. Gruñó el paciente, alzó la cabeza, sacudió el agua como un perro que sale del mar y se incorporó lentamente. -Al fin nos despertamos, ¿eh? -le dije en tono enérgico- Agarre el rerno y póngase a bogar, y cuidadito con abrir la boca hasta que lleguemos al barco. Si las miradas matasen, es seguro que el fin de mis días habría llegado en aquel instante; pero gracias a la previsión de la madre Naturaleza se evitó la tragedia que me am. enazaba. Los hombres se pusieron a remar en silencio, y comenzamos a acercarnos al NepHmo con una rapidez que poco antes hubiera juzgado imposible. Volví a la proa y me senté de nuevo al lado de mjss De Roda. -Me ha hecho usted variar de opinión- -di jome con la mayor tranquilidad- en adelante haré más caso a las primeras impresiones. Le ruego me perdone esta escena tan desagradable- -contesté- Pero la verdad era que no se me ocurría otro medio para salir del paso. Asintió con la cabeza, y una sonrisa iluminó la expresión de sus ojos. -Al contrario- dijo- le estoy sumamente

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