BLANCO Y NEGRO MADRID 07-10-1923 página 28

1 f 1 flt fflí jit Dh I Annm LA I- C I Í R T I Í C A L U I- UN r, M- TEL. l- icciaiiij la ptd i ps- rdón, Xolvcriaii ¿xi si uiJa, cu cnunio i tardi: caycríi un toen niíii- y Iri nombras aviidaran a que ind ¡i? ra i Uifd; ir i? n cuiilquiíír calle cercana a la en quv t lhi vivía. St- TÍa un paseo brtvc liaci la Moncloa, y habbriaii cnnut dos buenos amijíos. ¿ni Icsiisos Podía lencr cnniian- i en su cab. illenJSÍdafL en u rcspefOt en bW á t e lo noble y sincero. Klla, con ¿us quiniciíit daba imporiaiieia traseendcnle a lo qne en re, ili ad no la tenia. Si MI nusmo marídci los vii- ra no lo ¡qil, Ludiría ii; i t, uramcnte, dado n carácter, pero ULinpoíTo podría de oira cosa qui. de íij ere i t- l hrclio c Siial d- míe él VA vii- ni a pie en -Í ral i y la Imbiese brindado su carni. ijc. Mercedes, enmudecida, parecía ILEI oírle. Aunque eran demasiado pueriles v alií urdn h r; i7 ünamieiiloí de T. iiciano. no qn o entrar en discusiones. El carniaje e nia rodando n muLll s í acudidas, saltando si ruedas de y nni; sobre el empedrado, produciendo un continuado zumbido. Le a- fixiaha el perfume intenso que Í respiraba dentro del reducido espacio del troche, iapi? -idu de recio paño a i n! y cbaro adn- i cuero i. Lomo unn rápirla cinta de cinemaiógraío cruzaban ravidas ante us oío las Gilíes V las casus, y con una niavor VL- Uscidad ds vérli. íín loí coches y Ins auicimó ile jue paí: iban rozando la míhma poríeznel. i. d. indo Ta cnsacit n de qnc irían a cbocnr irnos con oiros, aplastándola a CILL CU medio. A intervalos se ilejaban ver las gentes que se aliilabafi por las acaras, con nn aire de cansancio y una autómata lentitud... y Ins comercios, y lo. -btirs. y los cafés piesentábsnsele lleno, de ente comn mudas que sólít- rabian gesíícidrir, Luciano, al c: iU) CÍUI un: i vcliemencia sincera, se iba a decidir a confesarle que se había quivocadn. Fila, Mercedcí. era una mujer honrada incapaz de caer en el burdo lazo que él había tra- tado d? tenderle- Lxtrcinaria con ella la c; ib; ilU rosidad- rcaTiz udn tudos los csfaeríos para concluir, al menos, siéndole jarato, no dejándnb- ninizñn mal recuerdo que le hiciera evocarlo con odtoSabía, shi necesidad de i U, L rc de tratara de justificrirto. que había acudido solamente iinpul ada por el ansia de conquii lar la- f Carlas de qiiél le babi i hablado, y que nu exUiían sino cu su imayinaeión. Cuando Luciano Coinenió a hablar, la ten ión á- ¿sus nervios se hizo más inten. a, Lletahan en aqviel punto cerca de bií afueras de la cmdad, en cuya barriada riéronse nutridos grupos de hueU rinistaí La i riterra salvaje de la multitud, el Í -Ílopíir de los caballos, la. -í carreras de lo? policías V lo ol r- ro: i les sobresalió. Descorrieron las cortinillas y ohiíervaron ávidamente hacia afuera. Después alnunoí disparos lejano- hendieron d cs acin. líl cocheril hirííj al caballo cnérsiicamcnle con in duro rrallaío de Su fusta, que rebotó t- u lo d; u Cos del animal, v en breve haUártmse eu el camixí, lc ¡os del bullicio, distanciados del peliíjro, Pei o íc ccde: di. súbito, al volver ut i n hacia Luciano, ahogó nn crito en su garganta. Vio a su acompañante pálido, desvaido, con los íjjos en blanco y una contracción de dolor en bi boca, L- aído hacia el ángulo del asientri, con las pier 1l, l encn idas. Intentó incornrirarlo. mienira i con la mavor angustia puesia en la voz le pregunTaba repeíEdamenle: -j L u d a n o 1 ¡Lnciaiin! -Estás herido? ¡Luciano I Luciano 1 l sacudirlo ella, la cabeza del hombre cayó doblada sobre el ¡lecho, hcmdida la barbilbi -n el nudo de la corbata, in l: i GUÍ se incrustaba el grueso brillante del alñfen Teína el cabello revuelto, y la mano derecha colgando como el péndulo de un reloj.