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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-08-1923 página 32
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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-08-1923 página 32

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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I t e del entremés de La Capeadora, i Benavente: I I I I I I I I I I i I I I i t I I I I I I I I I I I i I I I I i I I I i I I I I I I I I I I i I I I I I de Quiñones de Beso el ampo, la nieve no tocada, el naterón, la leche, la cuajada, las dos azucaradas mantequillas, el par de pucherillos de natillas, y cuantos blanquecinos epítetos S 6 encierran en canciones y sonetos, finos y chabacanos que todos se merecen a las manos, cuya blancura el guante avaro tapa. de mi señora doña Gusarapa. Y asi como p a r a ser tenidas por excelentes unas manos de t e r n e r a han de estar, lo primero, tierñas, muy tiernas, p a r a ser estimadas por a d m i r a bles u n a s manos de mujer, h a n de ser, ante todo, blancas, m u y blancas. N o recuerdo haber leído j a m á s elogio alguno, en prosa ni en verso, de u n a s m a n o s morenas, en lo cual hay, de seguro, n o t o r i a injusticia. P e r o lo que es por blancas, a cada inst a n t e se hallan loadas y encarecidas, lo mismo en las letras cultas que en las populares. P r u e b a al canto. L o p e de Vega, en el acto I I I de El cahallero de Illescas: Blancas coge Lucinda las azucenas, y en llegando a sus manos, parecen negras. Doña Catalina Clara, n u e s t r a amiga, en uno de sus acabados r e t r a t o s de m u j e r Con sus manos la nieve a tener competencia no se atreve. porque con su blancura, negra es el alba y es la luz obscura que la naturaleza la repartió a dos manos la belleza, con perfección tan rara, que a retratarlas ella no acertara. N o menos encomiástico es el requiebro popular dirigido a unos dedos en que lo sonrosado y lo niveo andan como en a p u e s t a Ya no se llaman dedos los de tus manos; que se llaman claveles de cinco en ramo. Dedos ciertamente peregrinos, que sobre el oro o el ébano de los cabellos h a b r í a n parecido j a z raines, como p a r e c í a n los de A n g é l i c a sobre los suyos, según el lindísimo r o m a n c e en que G ó n gora nos dejó la silepsis m á s elegante de cuantas se hayan visto en lengua castellana: Desnuda el pecho anda ella vuela el cabello sin orden; si lo abrocha, es con claveles con jazmine. si lo coffe. P e r o j a m á s la b l a n c u r a a sus solas bastó p a r a hacer muy bellas u n a s m a n o s m a n o s cortas, por blancas que sean, n u n c a l o g r a r á n colmado encomio. P a r a obtenerlo, hoy como antaño, h a n de ser l a r g a s al p a r que b l a n c a s y si además fueren gordezuelas, miel sobre hojuelas, y cayó en consonante. L a s de Melibea, portento de h e r m o s u r a tenían, al decir de F e r n a n d o de Rojas, los dedos largos y las u ñ a s rosadas. Y Cristóbal de V i r u é s en el canto I I de su Monserrate, dice del solitario a quien tentaba el demonio p a r a que pecase con la mujer acogida en su r e t i r o Ya entre sus manos toma aquellas manos; blancas, largas, suaves, delicadas... Estos testimonios y algunos más aduje años p a sados al comentar aquel pasaje del Quijote en que u n a s infernales dueñas, en la casa de los Duques. se adelantan hacia S a n c h o a fin de pellizcarle, t o das levantadas las m a n o s derechas en alto, con cuatro dedos de muñecas de fuera, p a r a hacer las manos m á s largas, como a h o r a se u s a P e r o a poco t r a b a j o h a b r í a podido a p o r t a r otros muchos textos que de todo en todo demostrasen que antaño, como indiqué, no solían pasar plaza de verd a d e r a m e n t e hermosas las m a n o s femeniles que no fuesen blancas y largas. Así, por ejemplo, éste de Rey de A r t i e d a en su Carta a Leonardo: La mano poderosa, larga y blanca, que si el pesar en l alma echa raíces, del alma dulcemente las arranca. Y en la segunda p a r t e del Romancero Sus manos blancas y hermosas, largas, lisas, torneadas, son de marfil soberano, si algún marñ las iguala. general: Y, en fin, Qitevedo, con su peculiar donaire, por nadie superado, ni aun igualado s i q u i e r a Tendrás muy hermosas manos si dieres mucho con ellas blancas son las que dan blanca? largas, las que nada niegan. A n á l o g a m e n t e lo p r o c l a m a n nuestros poetas populares de hoy, v a s t a g o s del árliol secular de la tradición: Son tus manos la nieve, por la blancura, y tus dedos, caminos, por la largTjra. P e r o ya es h o r a de t r a t a r de) a cintura y el falle, p a r a d a r boniticamente u n salto y caer a los pies de la linda figura de mujer que voy esbozando en estos deshilvanados apuntes. PJL BACBILLER F 1 JANCI 8 C 0 DE OSUNA. DTBnjO T- iK VARKT. A

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