BLANCO Y NEGRO MADRID 08-07-1923 página 43
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página43
- Fecha de publicación08/07/1923
- ID0005516341
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I i i i 1 i i I 1 I i i ta a cualquier vedno, al párroco, al alcalde, a la Santestiaga, dando por terminado el veraneo con las primeras lluvias otoñales. Volvía del Casino dueña de la casa donde tú vivías. Es cierto, pero no lo es menos que, bien avenido de pagar mis cuentas cuando, al pasar la última con mis imaginaciones, recreándome en ellas, te- vez por delante del número 9, veo el portón en- mía mucho que la respuesta las hiciese añicos de treabierto y la mano blanca cogida a una de o- olpe. Las prefería a la realidad, no sé por qué, sus hojas. El corazón me dio un vuelco y me re- fugié, como huido, enfrente, en uno de aquellos con el tesón del convencimiento. Entre la mano blanca y mis ojos se había es- pasadizos que hay entre casa y casa, aislándolas, i tablecido una correspondencia diaria. Me espiaba, como en la antigua Rom. a, espacios que llaman aguardándome fijamente, cuando yo iba y venía en Navarra Ixadi o Ixadia pero cuya ver- I para comer o cenar en el Casino. No me cabe dadera denominación parece ser arteka o ar- i tekari I duda; agradecida, pagaba mi contemplación. al, í r h é 3. m A Jamás durante aquélla se abrió puerta ni ventana de la casa que la distrajera o interrumpiese. La mano blanca iba y venía de un lado a otro, pausada y rítmicamente, como péndula de reloj; cual si batiese los geranios, ni más ni menos que espejuelo para cazar mi atención tenaz. Cuando alguna, rarísima vez, pasaba yo por la calle de Mercaderes a otras horas que las habituales para mis comidas, a la ida y a la vuelta, la mano blanca no se dejaba ver, y yo la echaba de menos, reclamándola como cosa que se me debía. III Era domingo y tocaban a misa de ocho en la parroquia; después de oírla pensaba yo salir de Desde luego me sorprendió extraordinariamen- te la poquísima altura a la que, sobre el portón, se posaba, como si fuese de una niña, aquella mano tan de mujer... Y el portón se abrió de f par en par, y me pareció como si se descorriese un velo que Cubriera el cuadro de Las Meninas, 1 de Velázquez, en su primer término. Con verda- dera angustia vi que la mano blanca -con la que se acomodaba la mantilla- -pertenecía a una pobre enana con cara de vieja, anchísimas cade- ras y robustas piernas, muy compuesta y aseada, j que tomó hacia la parroquia calle arriba, con i contoneos de criba en movimiento. EL CONDE DB LAS NAYAS. DE HUERTAS) I (DIBUJOS