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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-07-1923 página 42
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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-07-1923 página 42

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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lados del mismo, equidistantes, se abren sendas la vasta manzana yanqui recién alzada en San ventanas, bien proporcionadas, con postigos in- Sebastián, en la Avenida de la Libertad, con fatericíes constantemente entornados, y desde más chadas a otras tres calles. de tres cuartas partes de estos huecos caen otros dos brazados de geranios, semejantes a los del II corredor, alternando con las plantas que llaman llagas de Cristo en Andalucía, rojas y de coAcababa yo de leer en las Obras completas de I lor de salmón sus muchas flores. Por éstas y por D. Juan Valera que hay una comedia de Tirso, f las otras diríase que, abarrotada la casa, no ca- La celosa de si misma, donde, el galán se enamora ben en ella y se desbordan hacia la calle, en bus- de la mano desnuda que ve á una dama tapada ca de sol y de aire, si no fuese por una ventana cuando vi también por vez primara, entre los ge- i del piso bajo, a la derecha de la puerta. Es ésta de ranios, la mano blanca i arco bajo, lig- erísimamente apuntado, y se muestra Aunque el fuego prende más y mejor en la paja como hundida en la acera; en pequeño, con des- que en el alcacer, en la yesca y en los sarmientos i proporción análoga al ingreso, por la calle de hacinados junto al hogar, a mis Noviembres, y Alcalá, del Casino de Madrid. Al lado izquierdo con los kilogramos de esta averiada humanidad, de aquel portón, también cerrado de ordinario, se sólo es lícito prendarse del amor mismo, como re- abre una saetera. En el derecho, la ventana que cuerdo o como ensueño del que iluminó con el sol i acabo de mentar, con marco de moldura graníti- de Mediodía, nuestra juventud, o del que vemos ca estilo del Renacimiento, muy carcomida, y pasar ahora en automóvil al obscurecer, fuera ya gruesos hierros, a través de los ctiales, delante de de nuestro alcance e imposible, ni a título de cu- las maderas no abiertas quizá hace bastantes años, riosidad, siempre impertinente y ridicula. asoman varias ramas de castaño, con hojas y vaPero ello es que, -por el color y la forma, me ras muy secas, que contrastan fuertemente con la impresionó desde luego hondamente aquella mano. flora de arriba. A través del tosquísimo revoque, Se parecía a las que, moldeadas en yeso, figuran i no de otra suerte que una tela muestra la trama, entre el material de enseñanza de las clases de por vieja o estropeada, el muro, aquí y allá, ense- dibujo... ña la piedra y la mezcla que une los sillares. So Que de cuajada leche, por el amor formada, i bre los trozos encalados a la altura del escudo se parecía llena de cavidades jirimorosas donde el I ven muchas salpicaduras que parecen producidas mismo deleite se escondía. Como también escribió D. Juan Valera. i por una pelota embarrada. I A las horas de sol y de noche, a la luz de la De todas las partes de la mujer, es la mano la I bombilla eléctrica del alumbrado municipal que más característica; la que establece jerarquías. I desde un pescante de hierro luce sobre la casa; Una fregona entrega la carta Con la mano, aunI cuando diluvia, al obscurecer, al alba, a todas ho- que esté disfrazada de princesa y le caigan bien 1 ras, el conjunto de aquellas piedras, del madera- las galas. Una dama lo acreditará siempre, por I men curtido por la intemperie, de las flores, a bra- fea que sea, -con tal que tenga manos finas, limpias I zados, del escudo, de los musgos del alero... de y bien cuidadas. I las ramas secas, creedme, ¡es hermosísimo! Si Por algo se pide a la mujer por su mano La que asomaba entre las flores del número 9 I cualquier pintor escenográfico acertase a reproI ducir la fachada de la misteriosa casa número 9 de la calle de Mercaderes en cuanto yo me detenía I de la calle de Mercaderes, en Santestiaga, conse- enfrente de la casa llegó a ser para mí como una 1 guiría un éxito ruidosísimo. ¡Quién supiera pin- dulce pesadilla. La vivienda lo decía muy claro: era en la acI tar! Porque aquello no puede reproducirse fotoI gráficamente. Como la calle es estrecha y la casa tualidad, no obstante el escudo, habitación de moI muy alta, el pobre edificio se abarca tan de abajo destos labradores; por la puerta principal se enI arriba, que, visto de frente, del balcón corrido, traba directamente en un establo. Las ventanas, i no se vislumbra si no es el vigamen y la cortina siempre entornadas, denotaban que las personas, I de flores debajo del alero. Conforme se va hacia con los animales de labranza, venían a la casa sólo I la plaza (frontón o juego de pelota) vista la para dormir. En ella, por su aspecto externo, no I casa de costado, por aquello de que en todo sobre parecía tampoco que pudiera alojarse durante el I la tierra la poesía se mezcla con la prosa, se des- verano ninguna familia acomodada, de las forasI cubren, colgando en lo más alto de la pared del teras que suelen pasarlo en Santestiaga. ¿Quién, pues, cultivaba aquellas flores con tan I corredor, ristras de cebollas muy orondas. La casa, I que debe de haber sufrido innumerables repara- solícito esmero? ¿A quién pertenecía aquella mano I clones y reformas, conserva en el costado dere- aristocrática, aterciopelada como las diamelas de I cho un ventanillo ojivo, recuerdo tal vez de aque- Málaga, con uñas cuidadísimas, con dedos delgaI líos tiempos de diraes y diretes entre el Rey cató- dos, pero mórbidos, por los que dij érase que no I lico D. Fernando V y los de Navarra, D. Juan circulaba la sangre; mano formada para volver i de Albret y doña Catalina de Foix, tiempos sobre las hojas de rico códice medieval; más que para I los cuales acaba de publicar un libro de mas de acariciar, para dejarse besar como un relicario? Alejarme, calle arriba o calle abajo, y desapareI 400 páginas D. Víctor Pradera, en el que pone i como rodilla de fogonero a los nacionalistas cer entre los geranios era todo uno. ¿Se comprende ahora por qué he comenzado el relato de este I de tan noble región y antigua Monarquía. I Indudable me parece que para un artista, para verídico episodio diciendo que la casa número 9 I el público mismo, si se las presentasen en la es- estaba llena para mí de misterios, de indefinible I cena encaradas, elegía, desde luego, por su be- encanto Sé que vais a decirme: Hombre, nada más fá 1 Ueza- -prescindiendo momentáneamente de los al 1 quileres- -la casita de Santestiaga por encima de cil y natural que haber preguntado por la iii

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