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BLANCO Y NEGRO MADRID 29-04-1923 página 32
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BLANCO Y NEGRO MADRID 29-04-1923 página 32

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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entraña g u a r d o la alegría de la siesta, la paz de i) ochorno, el desquite del sendero que no acaba... P o r mí el p e r e g r i n o reanuda su m a r c h a y su cant o por mi el labrador cobra aliento para seguir tras su y u n t a de bueyes o su par de muías y remover las e n t r a ñ a s de la tierra, que han de trocar el sudor en g r a n o s de o r o por mí el hosco h o r i zonte de estos campos se ofrece al caminante Como un estímulo y no como u n a desolación. El hombre me quiere, y me necesita. Las alturas, a su vez, no me a m a n y solicitan menos. P o r la noche, cuando todo se recoge, se encierra y se refugia medroso, yo, cara al cielo, veo poblada de luz mi serenidad. I as estrellas bajan a mecerse en mis estremecimientos, y esta ag ua mía de cisterna, agua potable y silenciosa, se puebla de los fabulosos pececiUos dorados que las estrellas echan a n a d a r hast. i el alba. Mi tersura e n a m o r a a las lucecitas de allá arriba, y acuden a ella, que de espejo cantor de su h e r m o s u r a les sirve. L a luna- -la señora luna- con todo su orgullo y m; ij estad, tamijoco se rebjaja en adularme, y tiene a m u c h a h o n r a el descender hasta mí. No niego que llena con su empaque mi casa, y que la sombra en, que me gusta vivir la transfigura y metamorfosea en pedrerías y fuegos. E s mucho m á s cortés que el sol, y más opulenta, a u n q u e él opine lo c o n t r a r i o P e r o en todos estos lugares, n i n g u n a luz del cielo tiene a nadie más que a mí p a r a devolver duplicada su belleza y p r e g o n a r su valimiento. Sin mí qué sería de ellas? ííl h o m b r e se inclina ante mi brocal, y el astro se adormece en mi seno... Así hablaba el pozo mientras, preso, paralítico entre las piedras que en t o r n o se a g r u p a b a n un cardo le oía, lleno de sarcá- stica paciencia, l spinoso, polvoriento, con sus florecillas moradas, de pasión y de a m a r g u r a h a b a crecido hacia la parte exterior del brocal, y le vencía la cólera de no bel- er nunca el aliento fresquito del pozo, y la melancolía de no poder contemplarse j a m á s en el espejo del agua. P o r hermoso se tenía, como todo el mundo, y en su triunfo, como todo el mundo, confiaba. P e r o el sol, y el viento, y el polvo injuriábanle, envidio: -os o necios, como todos los que están en lo alto o se levantan j) ara después caerse y reptar cobardes. L l pozo vio pasar los meses del invierno y desvanecerse la levedad y la fragancia de la prim a v e r a A r r e c i ó el estío, que fué seco y calcinado como pocos, y el agua del pozo empezó a bajar de nivel, a hundirse, a perecer... La sequía rajaba la tierra, ir. flamaba el cielo, emborrachab a a las c i g a r r a s y a los grillos. C oncluyó por agostar! a belleza del pozo, secándolo. V; igal) tmdos irresl) etuofios le a r r o j a b a n piedras y denuesto: Allá abajo ya no se veían fulgores ni se perfumaba la t r a n s p a r e n t e linfa. El círculo ijedregoso, mate, ardiente, parecía u n a pu ila muerta, de ciego. Ya nadie se acercaba a é. de cuyas profuntlidades salía v a h a r a d a ardiente, y las canciones y las reverencias dejaron de acunar su frescura bienhechora, bin la hosquedad lel paisaje era un insulto más, un triste nido de lagartijas y de alacranes. Lo torpe y vil hormigueó dentro de él. Y entonces el cardo, más reseco que nunca, más t r á g i c o con sus púas, y sus g a r r a s y sus odios, haciendo un supremo esfuerzo para asomarse al brocal, le grit. aba al pozo tod; is las n o c h e s ¿E s c a r m e n t a s t e p r e s u m i d o? Anda, diles a h o ra, a las estrellas que vengan a hacerte una visita... Diles a los hombres que te l endigan y anhelen... ¡Necio, que nunc a sujjiste ver tu n e c e d a d! Dónde h a s enterrado, como un cadáver, tu orgullo? Si las irúas y pinchos pudieran reir, el cardo aquel habría reventado de una carcajada, B. IIAMIREZ ANGEí, mBU, TOS DR Rn: n) ori f S 7- X A e -1 i

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