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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-04-1923 página 40
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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-04-1923 página 40

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página40
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aunque su frialdad fuese mayor de cien grados bajo Cero, no debe importarnos. Si consiente en quedarse con nosotros, todo estará restielto maravillosamente. -Pero Rosita no será para mí sola entonces. -Mira, hija mía: la vida es un conjunto de dificultades; debemos tratar de vencerlas, no como se nos antoje, sino con los medios que tengamos a nuestro alcance. Tú deseas conservar a Rosita, y yo accedo; pero es preciso que no caiga enferma. Si está aquí con ella todos los días el señor Gerardo, la niña acabará por acostumbrarse a ti y tendremos tiempo de estudiar mejor a ese hombre. Así, pues, no hay que hablar más. Buenas noches, hija. Al día siguiente, en tanto que Gorvello iba a Biarritz, Magda, sentada bajo una bóveda de jazmines, llamó a la niña. ¿Ya no te acercas a la verja? Bajó Rosita la cabeza y permaneció callada, mientras corrían por sus mejillas dos lagrimones. ¿Estás llorando? ¡Y yo que iba a darte una noticia muy buena, muy buena... ¿Acaso... prima, acaso... -Sí. Se trata de tu amigo Gerardo. El tío Gorvello ha ido a buscarle. Rosita no pudo contener una exclamación de alegría, y echando sus brazos al cuello de su prima repetía entusiasmada: -i Querida prima, querida prima! ¿Le quieres mucho? Si, sí. i Es tan bueno... ¿Tan bueno? Sí. El me sacó del agua, ¿no sabes? Además me sienta en sus rodillas; me llama su hijita, su cariño: reza conmigo; me habla muchas veces de mi pobre papá, y me ha enseñado donde está en el cielo, en un sitio azul del todo; me explica las flores, el encanto de los pajaritos... Cuando está triste, yo le acaricio, y entonces me llama su consuelo, su ángel. ¡Cuando está triste! Mientras la niña continuaba su charla, Magda recordó de pronto la frase que le dijo Martina un año antes: ¡E s tan desgraciado! ¿Oesgraciado? ¿Por qué? Lo ignoraba. Tal vez lo que ella, en su inexperiencia, tomó por frialdad no era sino sufrimiento oculto. Y si tanto agradecía las caricias de la niña, como aseguraba Rosita, era seguro que sus sufrimientos habrían aumentado Considerablemente al separarle de ella. ¿Sabes, prima- -preguntó Rosita- que el tío! Gerardo ha venido a Biarritz por mí, porque se I lo dijo el señor Laurent? ¿Quién es el señor Laurent? -Es un médico muy bueno, muy bueno, que i le dijo al tío Gerardo: Es preciso llevar a RoI sita a orillas del mar. Y el tío Gerardo empren dio el viaje inmediatamente. ¿Dónde estás más a gusto, en Biarritz o en I Royat? I- -En Biarritz, porque el tío Gerardo no tiene i que ir a la fábrica y se está conmigo todo el día. j Además, en Royat estaba muy triste, muy triste, I y aquí no... Cuando fuiste a buscarme me dio I un abrazo muy apretado, muy apretado, y lloró, i- -i Qué había de llorar Te lo figurarías tú. i La niña movió la cabeza. I- -No me lo figuré, no. Yo sentí que aquí- -y señalaba su mejilla- -caía una gota de agua. El me dijo que era agua del mar; pero quería hacerme- lo creer para que no me apenara. ¿Comprendes? I Se calló, y, después de mirar a Magda con 1 gesto suplicante, preguntó ¿Va a venir pronto? ¿Me permites que vaya a buscarle? -Sí, te lo permito. Vamos a llamar a Black, I y os iréis los dos hasta la verja. Acompañando a la niña se encaminó hacia la casa, pero al volver el recodo de un camino soltó I rápidamente la mano de Rosita. I -Ya ha llegado el coche. Corre, que ahí tienes al tío Gerardo. El ingeniero hablaba con Gorvello al pie de la escalinata. Oyó las exclamaciones de alegría de Rosita, y, volviéndose, abrió los brazos a la nena, I que corría hacia él con toda la rapidez que le I permitían sus piernecitas. Abrazáronse, y duran- I te un instante sólo se oyó ruido de besos, de fra- ses entrecortadas y de sollozos. Rosita sufría una verdadera crisis nerviosa. Dispense usted- -dijo, por fin, Gerardo cuan- do se tranquilizó la niña- Esta criatura es una sensitiva. Y añadió en voz más baja, Con acento que con- firmaba sus palabras: i- -Y a veces la alegría hace daño. -Pues es un daño muy agradable- -contestó Gorvello alegremente- Rosita está completamente transfigurada... Vaya, niña, deja ya los brazos de tu amigo Gerardo. No le canses. Sonrióse éste y dejó a la nena en uno de los peldaños de la escalinata. Cuando levantó la ca- beza estaba Magda delante de él. Miráronse un I instante en silencio, y quedaron ambos asombra- dos del cambio operado en ellos desde su encuen- ¡tro en Biarritz. I El juzgaba que las facciones de la mucha- cha habían perdido su expresión hostil, y su mi- I rada, aquel no sé qué que tanto le lastimó. So- bre sus labios vagaba una sonrisa cariñosa. Sus t ojos expresaban sincera simpatía. Vista así, en toda su gracia femenina, era, en realidad, encan- tadora. j Ella pensaba que aquellos pocos días habían in- j fluido lamentablemente en Gerardo. Estaba pálido, delgado, y parecía víctima de un cansancio extre- mado... Rosita tenía razón. Aquel hombre la ado- i raba. Carácter viril, había sabido ocultar su su- i frimiento a las miradas extrañas, y sólo la pers- picacia de la niña pudo adivinar su dolor sin comprenderlo. I Rompió el silencio Magda. -Poco vale mi cariño a Rosita- -dijo conmo- ¡vida- El tío Gerardo se ha apoderado de su co- razón para siempre. El ingeniero acarició la rizada cabellera de la niña. i- Ignoro la causa de su cariño, porque la vida en mi casita de la montaña no era agradable. Un hurón como yo, una vieia como Martina; eso no es lo que gusta a los niños de su edad. ¿Qué importa si ven que ss les quiere? ¿Ver- dad. Rosita? Allí todos te querían mucho. No añadió una sola palabra, pero la compasiva mirada que acompañó a sus frases revelaba que el secreto tan bien guardado había sido descubier- to. Gerardo se dio cuenta de ello, y volvió la ca- I

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