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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-03-1923 página 42
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BLANCO Y NEGRO MADRID 18-03-1923 página 42

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Y el interpelado se echa atrás el sombrero, desliza el puro h a d a una comisura de los labios, mascándolo a conciencia; hunde las manos en los bolsillos del pantalón para escarbar allí unos duros y unas llaves, y, después de mirarme con una sonrisa de triunfo, me responde: ¡Los negocios, chiquillo, los negocios! -Vamos, sí; como siempre. Y ¿en qué negocias ahora? -Pues verás: tengo una marca de automóviles, ¿sabes? Una marca nueva, checoeslovaca. Pero en unas condiciones estupendas. Fíjate: yo te entrego ahora mismo un coche, ¿comprendes? y tú me abonas mi! quinientas pesetas en el acto de la entreg- a, y luego, cada día, cincuenta céntimos, hasta completar la suma total que se estipule, según el número de caballos y la carrocería que tú elijas. ¿Que te cansas del coche? -cosa imposible, porque los coches se han hecho precisamente para no cansarse- pues me lo devuelves antes de los dos años, y con arreglo al estado en que se encuentre, yo te doy un gramófono con treinta discos, una suscripción gratis a El Eco de Navarra, en combinación con la Lotería de Hamburgo, o setenta y cinco bonos de pan. ¿Has comprendido? Es un negocio bonitísimo. Yo, entonces, trazo un gesto. Como quien vuelve de un desmayo; balbuceo un Sí, sí; tienes razón... y me voy convencido de que el gran Chapucilla o es idiota del todo o se burla hasta del Shah de Persia. condiciones de precio y calidad. Si queda satisfecho de la compra, me abona el tanto por ciento de la ganga que le he proporcionado. ¿Y si no queda? -Entonces me lo abona el vendedor, que es quien hizo la ganga. Aunque te advierto que son muchas las veces que me lo abonan uno y otro. ¡i Eres muy grande, Chapucilla! -i Je... -ríe, satisfecho, masticando su puro. -Y ¿viene mucha gente? -pregunto, algo escamado, porque no observo movimiento ¿Sabes? Estoy aún en plena propaganda; pero vendrá, vendrá... Claro que no va un gato, y que al cabo de un mes, donde estaba la Agencia de Gangas Mercantiles, hay una mercería, y del gran negociante no sabe nadie una palabra. Hasta que cierto día, por un actor recién llegado de América del Sur, oigo que Chapucilla se encuentra en Pernamhuco tan fantástico como siempre, que tiene un almacén de lámparas de acetileno y que no se le caen de los labios la sonrisa y el puro. Chapucilla, como todo hombre de negocios a la moderna, hallábase obligado a faire l Amerique, según la frase gráfica de nuestros vecinos del piso de arriba, y, por lo visto, buscando mayor espacio para sus hazañas... Como aquel otro negociante de amoríos, dio en Mucho tiempo después doy de nuevo con mi ge- tierras de América, sin pensar en que hogaño renial amigo el negociante. -i Inmenso Chapucilla! -le abordo con un cor- gresa uno de allá mucho más soñador, pero con mucha menos plata. dial abrazo- ¿Cómo van esos automóviles? -i Qué automóviles? Y en efecto; hará cosa de un mes, he vuelto a- -Hombre, aquellos de El Eco de Navarra y hallármelo en Madrid. Pero ¡qué transformado! la Lotería de Hamburgo... -i Bah! ¡Quién se acuerda de eso! Era un El genial Chapucilla no es sombra de sí mismo. asunto muy bonito, sí; pero muy engorroso. En Sus ropas, harapientas, llevan por docenas las cuanto le saqué unos miles de duros, ¿sabes? se lámparas (rmas, de acetileno, y otras, no) su callo cedí a un pariente, porque ahora tengo otro zado es amorfo; su sombrero, un negocio de granegocio que i ríete tú de automóviles! Sube, sube sa, y su rostro... ¡Dios santo! en su rostro va impresa la tragedia del hambre. conmigo a mi oficina... Menos mal que un verdadero genio de la pirueta Y, en efecto, subimos a un piso principal que tenemos muy cerca, franqueamos una puerta mam- financiera es optimista siempre, y nuestro pobre para con cristal rotulado, nos saluda un botones, amigo, tras de erguir en un violento esfuerzo de saludamos a una mecanógrafa, Chapucilla requie- orgullo su figura vencida y buscar en una mueca re de un llavero una llave minúscula y entro tras espeluznante su sonrisa antañera, me dice, mientras masca una infame colilla, triste caricatura él en un despacho de película americana. ¡Caray! ¡Estás montado a la alta escuela! -de los habanos de otros tiempos: le digo con asombro un tanto exagerado por ha- -Che, vengo de América, y por allá tengo helagar su vanidad. chos muy bonitos negocios; pero las consecuen- -Pché... Una humilde covacha- -replica el ne- cias de la guerra, ¿sabes? y la cuestión social, gociante con fingida modestia. Y luego, encen- ¿comprendes? están haciendo polvo aquel mercadiendo un cigarro de precio y ocupando indolente do. ¡Es un dolor, chiquillo, es un dolor! un silloncito giratorio que veo ante un burean, -Bueno, y ahora ¿qué proyectas? -me aventusonríe y continúa- ¿Qué te parece a ti que es ro a inquirir, esperando sin duda, la petición de esto? algún dinero- Si necesitas algo... ¡Oh, no, no; mucha. s gracias! -me respon- ¡Qué sé yo, Chapucilla! Eres un hombre tan de, entornando los párpados con un gesto de digdiabólico... -Pues esto es una Agencia de Gangas Mercan- nidad- Yo sigo trabajando, ¿comprendes? Sigo tiles. Sí, no abras esos ojos, porque vas a enten- con mis negocios. Con mis negocios siempre, pues derlo en seguida. Verás: todo el que quiere com- no faltaba más! Claro que me han propuesto coprar algo (un sombrero, una casa, una navaja de sas raras, ¿entiendes tú? Cosas absurdas. Por afeitar, un tiesto de claveles, lo que le dé la gana) ejemplo: una casa de compra- venta mercaatil; viene a e. sta agencia, y aquí se informa del lugar pero eso no es negocie; eso es una trinchera para donde puede adquirir lo que desea en las mejores poder tirar sobre seguro. Los negocios modernas Nl; z ¡ii

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