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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-02-1923 página 40
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-02-1923 página 40

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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CORRESPONDENCIA D e Lili a Lo! ó. B iiiN está, mi querida Loló, que yo participe un tanto de tus locuras y que en alas de tu imaginación asista hasta a los bailes de máscara, que diclio sea de paso maldito si me interesan; pero de lo que no quisiera participar en absoluto es de tus deducciones. Cuenta, es lo que deseo de ti; pero no deduzcas, te lo suplico. El resultado de tus últimas observaciones te lleva a la conclusión siguiente: Todos los hombres son unos sinvergüenzas. Menos mal que la duda no ha mordido demasiado en mi espíritu; de todos modos, sin embargo, me proporcionaste con la noticia una grande desilusión. Alejada del bullicio cortesano, casi enterrada en vida entre las cuatro casucas de este pueblo, yo no he renunciado todavía al amor. Y mi amor futuro, que aunque no tenga todavía nombre determinado llevará seguramente el que corresponda a un hombre, se ha sentido indignado ante tu calificación, Pero pienso que estás equivocada de medio a medio, y esa creencia inclina mi espíritu hacia la bondad. No solamente te perdono, sino que además voy a relatarte un hecho sucedido ante mis ojos que te demostrará que el mundo de los verdaderos hombres no ha desaparecido todavía. ¿Recuerdas aquel paseo a la costa, en el que te llevé de la mano en una de mis primeras cartas? Pues precisamente en el mismo día de tu baile del Real tuvo una repetición. Fui sola, como siempre, hacia mi mar adorado. Estaba de mal humor aquella tarde, y gruñón y fuerte rompía en la costa con un estrépito que dejaba llanto de espumas sobre las rocas verdinegras. Qué espectáculo, Loló, el del mar alborotado! Ante él, los seres más irracionales comprenden la inutilidad de las palabras, y acumulan todos sus sentidos en el de la vista. Así lo hice yo también, y absorta en la contemplación, ni siquiera advertí la presencia de un chiquillo del pueblo que correteaba por aquellos alrededores. I5 e pronto, un grito agudo y estridente dominó el estrépito del mar. Era un grito taladrante y angustioso que aún parece poner un martilleo de pavor sobre mis sienes. Adiviné, más que vi, una cabeza de niño que desaparecía bajo las olas, y Mí voz, cpie hubiera querido gritar también en de- manda de auxilio, se paralizó en la garganta, atenazada por la angustia. Todo ocurrió tan rápidamente, que el más breve relato habría de superar siempre al sucedido. Sin voz, repito, recorrí con los ojos aquellos lugares, y cuando ya dudaba si precipitarme yo misma en socorro del náufrago, columbré una silueta varonil que rápidamente se despojaba de su chaqueta y, sin más preámbulo, se arrojaba al mar, la cabeza por delante. i Qué minutos de zozobra, Loló de todas mis culpas, hasta que pude ver llegar a la orilla al niño y a su salvador! El primero venia desmayado entre los brazos del segundo, quien no perdió ni por un momento su serenidad. Ya se había formado el corro inevitable, y las mujeres de unos carabineros acudían todas curiosas y llenas de aspavientos. Una de ellas cogió al chiquillo y lo llevó hasta su próxima casa para prestarle los primeros auxilios. Casi todas ellas eran madres, y sufrían con la imaginación al pensar que la víctima del accidente hubiera podido ser carne de su carne. Mientras tanto, el salvador permanecía solo e impasible. Entre estas gentes de mar, el salvamento de náufragos es algo que no tiene importancia alguna. Nuestro héroe, cuando la gente se hubo alejado, recogió su chaqueta, y con unas brazadas de paja de las que abandonan los car. gadores del muelle hizo una hoguera y se dispuso tranquilamente a secarse. Acurrucado tiritaba y tendía sus dedos amoratados a la buena llama de la lumbre. Entonces yo, despacito y sin ser advertida, me llegué hasta él por su espalda y le puse una mano sobre la cabeza. ¿Desea usted algo? -le dije. -No, nada- -respondió todo sorprendido. Pero ante la caricia pura de mi mano dejó de temblar, y me enseñó en una sonrisa de hombre satisfecho toda su dentadura joven y sana. ¿Necesito asegurarte que quedan todavía hombres por el mundo? Lili. Por la transcrii) ción, SPOTTORNO Y TOPETE.

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