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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-03-1919 página 42
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-03-1919 página 42

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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v 7 í 1o 1 K iif 1 ÍK V Si JUSTAS Y TORNEOS CELEBRADOS EL 2 1 DE FEBRERO DE 1 8 5 2 PARA SOLEMNIZAR EL NATALICIO DE S. A. R. LA INFANTA DOÑA ISABEL. (D E UNA ESTAMPA DE LA ÉPOCA) La plaza vieja, que desde su inauguración hasta su derribo, en 1874, encierra una de las épocas más florecientes del toreo, y que en la historia de la fiesta es el capítulo más interesante por la evolución que marcó, tiene episodios conocidísimos: todos aquellos que hacen relación del arte de los lidiadores, de los toros célebres, de las tardes trágicas. Hay otros que no se refieren a la lidia propiamente dicha, que son derivaciones de la fiesta, incidencias, que con menos carácter taurino son más pintorescos, más descriptivos, reflejan mejor el temperamento, las costumbres y la fisonomía de una época. A éstos vamos a darles preferencia en esta crónica. Pascual Millán, en su volumen Los toros en Madrid, recoge un suceso que merece comentarse. Las corridas celebradas en 1776 fueron tan desastrosas, que el público faltó al respeto a los magistrados. Esto decidió al Consejo a comunicar a la Junta de hospitales, que para no ser responsable de lo que pudiera ocurrir se vería en la precisión de dar cuenta a S. M. si no se ponía remedio a esto que llama el pueblo burlar a boca llena La Junta contestó como hubiese contestado cualquier empresario de hoy: que ellos elegían los toros de las más acreditadas ganaderías, contrataban a los toreros más reputados, pagaban los caballos hasta 17 doblones, exponían el ganado la víspera de la corrida, y el corregidor lo encontró siempre muy de su gusto. Si después de esto las corridas resultaban malas, no era culpa de los or- ganizadores. Por último, la Junta se dolía de la ausencia de Costillares y de Pepe- Hillo por chismes entre toreros, no siendo razón que por semejantes motivos dejen de concurrir a estas fiestas, quando, a más de diversión de la Corte, redundan en beneficio del hospital General Dióse cuenta al Rey de este escrito, y Carlos n i ordenó al Consejo que hiciese cuanto fuera posible para que vinieran a Madrid los citados toreros. El Consejo ofició a la primera autoridad de Cádiz- -lugar donde estaban los toreros- encargándola que, a pesar de los compromisos que tuvieran de torear en aquellas plazas, no se les impidiera venir a la corte, antes bien se les dieran facilidades. Costillares y Pepe- Hillo elevaron una instancia, excusándose. Costillares alegaba tener a su mujer gravemente enferma, y Pepe- Hillo decía que la suya no le permitía ausencias largas, que por esta causa le acompañaba siempre en los viajes, y que ahora no podía hacerlo por estar enferma, y que ni ella quería dejar de acompañarlo ni él dejarla sola en Cádiz, tratándose de una mujer moza Como se ve por este documento, Pepe- Hillo no ocuhaba los celos que imperaron en estos amores. A ruego de los toreros, que no sabían firmar, suscribieron las instancias Juan de Axaneta y Timoteo Díaz. En las corridas celebradas en honor del duque de Angulema, la adulación del Municipio de Madrid dispusfx que el cartel se redactase en fran-

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