BLANCO Y NEGRO MADRID 02-03-1919 página 49

tm SI ííi Í V H l V VAbEKiAiTO (Sr. Vargas) Y usté, mosita, cuida también algún niño Dios? en España hubiera nada digno de ser admirado y rer. pctado. La Historia, una burda trama de mentiras; el arte y a literatura, plagios descarados. Ki un hombre, ni una idea. Ah. en este país... 4 Abominable... De este modo discurría Florencio, con la más ridicula pettilanc! a y el más desconsolador pesinismo, cuando los Quintero, llevándolo de una riano a Sevilla, nos le presentan en el patinillo ílel convento de Compás o de la Reliquia. Contrasta radicalmente con este tipo Federico nderson, un escritor extranjero muy enamorado de España, un entusiasta hispanófilo, por mejor decir. Pero tanto como las cosas de España le interesa una dama que va al convento con alguna frecuencia. Esta dama es Jimena, Jimena, que, al encontrarse de improviso con Florencio, tjp puede reprimir un gesto de natural raoulsión. Anderson advierte su manifiesta contrariedad, y desde aquel momento el drama se plantea. Una mutua antipatía, un sordo rencor, coloca a aquellos dos hombres, de tan opuestas ideas y sentimientos, en unr. peligrosa situación. Anderson, noble e impulsivo, reprocha a Florencio sus bellaquerías, sus innobles pasiones j- ya enardecido, arroja a su rostro la infame acción de la que fué jimena víctima infeliz. Florencio, con refinada malicia, advierte lo que ya había presentido: el amor de Anderson hacia Jimena, y se dispone a herir golpe por golpe. Rápidamente se concierta un duelo, y, cOri la muerte de Florencio, las dos calumnias, la de la Patria y ia de la mujer, quedan vindicadas. Esquemáticamente, éste es el drama, y por su enunciado, ya comprenderán cuan noble fué el propósito que guió a los Quintero. Con buen acuerdo han rehuido el incorporar al