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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-10-1918 página 18
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BLANCO Y NEGRO MADRID 20-10-1918 página 18

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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lengua del pueblo, que es la historia, hecho leyenda y hecho cantar; esa inmortalíza. da heroína, innominada y todo, es aquella que se lo tiró a la daba achares. EKMANKCi; x C el niistenj U en nuestros días, abolid o s aquellos relojes pesados los orígenes de! reloj de como ruedas y grandes como pulsera. A pesar de los pisapapeles, el reloj de pulsera siglos que median entre esta aoza de ini prestigio preferenmuñequera cronométrica y los te entre los hombres. Su utiliprimitivos horarios de sol de dad es común a todas la. clases agua, de arena, no desconoce ocia! es. VA hombre moderno, mos cómo se iniciaron los ele ¿puede perder el precioso átomentales aparatos de medir el mo de segundo necesario para tiempo; en cambio, por lo que alzar la vista hacia los relojes respecta al moderno, cJiic y cópúblicos en la calle, en la oficimodo reloj de pulsera, sólo pona, en el café? demos conjeturar. Claro que este relojito manual desciende Evidentemente, el estudiante del reloj de bolsillo, su verdanecesitaba ver en seguida cuándero padre, y es nieto del sodo cumj jen sus minutos de esnoro y folletinesco reloj de totudio el empleado, no retrasar rre, alto como un inquilino de! la puntual hora de abandonar L. 4- DISCULPA E. ST- -VRI- EX EL BELOJITO. cielo. Y asi, seguidito, podríael escritorio; el dependiente, mos encaramarnos por toda la genealógica ramifica- sal er el cabal minuto del cierre de su establecimiento. ción, las, ¿por qué rara y sibarítica quimera de cePaso, pues, al reloj de pulsera. Estirad un poco rebro humano se ocurrió el reloj de pulsera? Quizá la manga y saludadle con, la vista. Es el centinela algún filósofo, sabedor de la fragilidad femenina, que vela vuestro descanso. Hasta si, alguna vez, se que ignora muchas veces la hora en que vive y el para, es favorable a su dueño. No temáis; lo hará cuarto de hora de debilidad que la acecha, promulgó hacia él mom. ento, en que toca emprender el trabala conveniencia del diminuto reloj de dama. Y en la jo. Entonces, nada importa el re: raso. última época romántica usáronse por las mujeres E! reloj de puCsera tiene también un privilegio pendiendo del cuello por una cadcnila; cuál, lo es- higiénico. Para consUitarlo hay que efectuar unos condía en la cintura como un guardapelo; cuál otra, movimientos de gimnasia sueca, que es la más acrelo sttjetaba con un imperdible sobre el corazón; ditada alzar el íarazo, doblarlo, encogerlo, y, hasta quién, en fin, lo deslizaba por las blancuras de! es- si se quiere, hacer unas contorsiones de boleo. Es cote. Después de aquellos tiempos en que gozara tan recomendabie, además, como complemento de la inpreferida intimidad, el reloj no se ha vuelto a sentir dumentaria; bajo el almidonado puño de la camisa luce mucho, sobre todo si es de oro. feliz. lín suma, debiera declararse de utilidad nacional Desde este imoniento, divagando tur poco, podría mos suponer. la ocurrencia dePreloj de pulsera de i ele gloria p a t n o t c a ese gracioso brazalete esfe un modo dramático. h: i cerebro a que aludimos antes I i oidal que, junto a la mano, es como el mdice de un correspondía, sin duda, a un hombre celoso. Sorpren- ángel que nos lleva desde el tiempo hasta la eterdería a su mujer frente a un presunto galanteador, nidad. Nada importa el misterio de su origen. Yo- qu eque le clavara obstinadamente la mirada en el pecho, deprimiendo la cólera, pediría explicaciones. Ea dis- ro confesar humildemente que envidio a los dichoculpa estaría en el relojito; aquel hombre no oteaba sos seres que pueden ufanarse de poseerlo. Pon jue sino las agujitas latentes sobre el seno. Para evitar un relojito de pulsera para mí podría tener ttna oculen lo sucesivo aproximaciones demasiado eléctricas, ta excelencia más que no quiero callarme traicio 1 a de, si era de áureo metal, ser emel hembre celoso tuvo una idea: en lo sucesivo, su ñeramente, muier llevaría el reloj sujeto a la muñeca, y mo. stra- penable... ría la hora con el brazo estirado. La idea, en efecto, or. su, conveniencia y originalidad, fué casi norteamericana, y obtuvo el beneplácito de muchos maQ y, X AA JJ C liLJ ridos. DTBTMO DE VALVERDE Más tarde, una sportman yanqui tuvo el capricho diabólico de acomodarse eP relojito en un tobillo, l ué un éxito en el mundo eleganre. Pero resultaba muy molesto alzar constantemente la pierna para enseñarlo. Después, el gesio luaguííico de ¡a última mujer que lo usó es casi copla de rornance, y anda en la

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