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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-12-1910 página 39
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BLANCO Y NEGRO MADRID 25-12-1910 página 39

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ASTILLO ILUMINADO CONCLUSIÓN -Habla usted tan bien- -dijo para excusar su emoción- -que me parece haber vivido en aquel tiempo. Prosiga usted, señora María. Continuó recordando que faltaban tres días para la Nochebuena; que, según antigua creencia del Tirol, los árboles florecen, las fuentes destilan miel y los animales hablan; pero no todos tienen el privilegio de ver y oir estos prodigios. Sin embargo, el año anterior los habitantes de Hochnaturn contemplaron con sus propios ojos el castillo iluminado como en las noches de gran fiesta. La evocación de estas leyendas interesaba á todos, aun á los que, como Botzen, sabían que la nieve si- ií K n. ulaba flores sobre los árDoles y la luna iluminaba el castillo abandonado. A la mañana siguiente se fué el buhonero, y los preparativos para la fiesta del 24 de Diciembre ocuparon por completo la atención de los honrados aldeanos. La familia de Norbert Hofer, reunida en torno del árbol de Noel, acababa de cantar Stille Nacht, Heilige Nacht, cuando Botzen entró, diciendo: -El castillo está iluminado, no lo dudéis; todo el mundo lo ha visto como yo. Hofer se asomó á una ventana, y algo desconcertado tuvo que afirmar lo que decía Botzen, añadiendo ¿Si oiremos hablar á los perros? Los habitantes del pueblo fueron poco á poco abandonando sus casas para aproximarse al castillo, impulsados por una curiosidad no exenta de temor. -Subamos al pórtico y veremos lo que pasa- -propuso Osvoald Botzen. ¡buhamos, subamos! -gritaron todos. K 1 misterio siempre impone silencio Aquella gente, que pocos minutos antes charlaba, riendo y cantando con la alegría propia de la fiesta, marchaba con sus linternas conteniendo la respiración para no hacer ruido. Penetraron en el patio, subieron la escalinata y escucharon. El sonido de voces juveniles y risas de niños llegó hasta ellos. La señora María, devorada por la curiosidad, empujó la puerta, y dando un grito, exclamó: ¡El conde, el señor conde de Dornsberg! En el gran salón del castillo, iluminado por centenares de bujías, se elevaba altivo un pino magnífico, cuyas ramas se inclinaban bajo el peso de innumerables objetos. Una muchacha, rubia y bonita como un sol, seguida de un chiquitín, colgaba precipitadamente los últimos juguetes, temiendo á cada momento que las ramas del pino se tronchasen, mientras Othon, el buhonero, vestido con el traje tirolés, abría sus brazos para recibir á los aldeanos, abrazándolos con cariño. La emoción no le dejaba hablar; los empujaba hacia el salón, rogándoles con un gesto que se callasen. Pero el entusiasmo, cuando llega á su colmo, no tiene freno, y los vivas y bendiciones se sucedían sin interrupción. Cuando el conde pudo hablar hizo la presentación de su mujer y de su hijo, diciendo en seguida: i: -Amigos míos; perdonadme si me he valido de una estratagema para saber cuáles eran vuestros sentimientos respecto á mi familia. Vengo de muy lejos, del país adonde mi padre se instaló al salir de aquí. He tenido mucha suerte, y á fuerza de trabajo he podido recuperar la fortuna que él perdió. Cuando abandonamos el Tirol yo tenía cuatro años; ignoraba- f al volver á mi castillo encontraría un rinconcito e vuestros corazones. Othon se convenció en seguida de que el recuerdo de los Dornsberg no había muerto. -En cuanto os oí hablar de mi padre decidí venir á mi tierra natal, y para que mi regreso fuese más solemne, quise que coincidiera con esta fiesta, que el alma de los tiroleses rodea de dulce poesía. Y usted, señora María, fué la que me dio la idea de justificar la leyenda, haciendo revivir en esta sagrada noche el castillo de mis antepasados. Gracias, amigos míos, por vuestro recibimiento; contad con un padre que siempre os acogerá con los brazos abiertos. Una salva de aplausos ahogó las últimas palabras del conde, que no podía contener las lágrimas. Entonces, la condesa, con su hijo de la mano, fué repartiendo todo lo que pendía del pino, mientras el conde entregaba á cada uno una bolsita de cuero con diez florines. Después entonaron todos juntos el cántico Stille Nacht, Heilige Nacht. Ya muy avanzada la noche volvía al pueblo la caravana con sus linternas; pero no en silencio, como habían subido al castillo, sino comentando alegremente los acontecimientos de aquella memorable noche. MKTÍJK D E PERALES. If FÁBULAS ESCOGIDAS EL GAVILÁN DISFRAZADO Un día un fier gavilán hambriento en vano daba vueltas por el viento, pues volando las aves por millares,

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