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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-01-1909 página 9
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-01-1909 página 9

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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-Tiene razó l orteño, señores- -elijo D. Paco; -dejémosle que prosiga. -En resumen, y para concluir: vendiendo y empeñando todo lo pignorable y vendible, nos hemos defendido en la espera de que los asuntos del pueblo se arreglaran; pero no llevan trazas de componerse; los últimos cartuchos se agotaron ya; debo tres meses al casero, y me amenaza con plantarme los muebles en medio del arroyo. Callaron todos, y, después de sorber D. Paco el chocolate que en la jicara le quedaba, tras un carraspeo prolongado, signo en él de preocupación- -como si al querer despejarse la garganta pretendiera quitarse también telarañas del cerebro, con objeto de enjuiciar mejor, -dijo reposadamente: -Sí que la cosa es seria. -Y desagradable; sobre todo, porque nos coge jia dinero- -añadió Requena. -Cuando ocurrre una cosa desagradable, no hay en caja el dinero indispensable, ni combina, cuyo éxito sea probable, entonces, buen Narciso, se acude al sable. -Pero para ello es preciso que haya sujeto á quien acometer, y yo no lo tengo- -contestó Porteño. -Sobre eso de los caseros tengo ideas propias- -expuso- Mingorio con el tono dogmático que le es peculiar. -Objeto de mis investigaciones ha sido la evaluación de la pérdida de renta anual que supone para los caseros el número de viviendas deshabitadas que hay en Madrid; importa millones de pesetas, no sólo por la falta de percibo de los alquileres, sino también por el deterioro que en ellas produce el estar desalquiladas. Y es lógico; ¿para qué se hacen los casas? Para habitarlas. ¿No vive nadie en ellas? lluego no cumplen el fin para que se hicieron, y todo aquello que no cumple la misión para que está creado se estropea y muere al fin. De aquí que, aun cuanao uw se pague al casero (que éste ea un detalle de e, casa de dinero; el día en que n; e conviene cambiar de domicilio, ¿no le devuelvo a) casero la casa que es suya? ¿Por qué no me ha de devolver á mí el dinero que era de mi propiedad? Todo el que cenga dos adarmes de lógica comprenderá la justicia de mi razonamiento. Siempre dije que Pepe tiene mucho talento- -afirmó, muy convencido, Requena. -Esas son paradojas que no tienen finalidad práctica- -dijo Porteño. -Rara vez dejo de poner por obra mis teorías- -contestóle Mingorio, -á lo menos en ¡o que de raí depende. -Según eso ¿no pagas al casero? -Ee pago lo menos que puedo. -A ver, á ver. Cuéntanos, que es interesante. -Aunque sólo sea para seguir tu ejemplo, si es bueno- -concluyó Requena. -Claro es que no podía ponerme en contra de todo un sistema social- -dijo Mingorio, -y claro también que la lucha abierta entre los caseros, apoyados en leyes arcaicas y absurdas, y yo, hubiera concluido en mi daño; pero soslayé la cuestión, y, al mudarme á la casa en que ahora habito, hice un contrato por cinco años, cosa á que se avino el propietario, mediante el cebo de pagarle 30 duros por lo que él justipreciaba en 25. ¡Como yo- -le expliqué- -vivo de mis rentas, y sólo las cobro por trimestres, me conviene pagar en esos plazos: es decir, que usted tendrá derecho á desahuciarme si pasan tres meses sin que yo le pague. El hombre aceptó, extendimos el contrato, le pagué un trimestre completo por adelantado, y ved, pues, cómo he llevado á la práctica mis teorías. -No lo entiendo- -dijo D. Paco. ¿Dejará usted de tener que pagarle de tres en tres meses? ¡Inocente amigo! Fundado en ese contrato, no le pago nunca más que un mes sí y otro no. ¿No ve usted que sólo nie puede desahuciar cuando le deba y o tres meses segiiidcs? i r V 1 s 1 monta) se le hace un señaladísimo favor viviendo en su casa. He pensado mucho, además, en lo injusto que es el contrato de inquilinato, porque- -fijaos bien y me daréis la razón- -consiste en que uno habite una casa pagando una cantidad convenida; es decir, que el casero me hace el favor de dejarme una parte de su casa, y yo le hago el favor de darle una suma Una carcajada general acogió la deducción hecha por Mingorio, á quien Requena preguntó: ¿Y el hombre se conforma? -Rabia como un condenado; pero hasta que transcurran los cinco años, nada puede contra mí. Aprende, Narciso, sigue mi ejemplo, y verás cómo este sistema reporta una positiva economía. G. ANTHONY. DIBUJOS DE M NOEZ BRINflA

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