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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-11-1906 página 5
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BLANCO Y NEGRO MADRID 10-11-1906 página 5

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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NOBELERÍAS ItSj V ustedes á decir en cuanto lean el título precedente... Que está equivocado... Que esa palabra se escribe con v, porque se deriva de la voz novela... Que de ortografía ando medianamente Etcétera... etc. Pues no, señores; no hay tal cosa. Ni el título está equivocado, ni yo, como el viajero del cuento, pase de noche por la ortografía, ni aquí se trata de novelerías con z ¿de corazón. Aquí van ustedes á oir algunas amenas vaguedades á propósito de los premios Nobel. Y á esas Nohelerías me refiero. Claro es que mucno tienen estas Nohelerías, de aquéllas, porque desde que mis compatriotas se han enterado de que allá en Suecia concedieron á dos españoles unos cuantos miles de pesetas, apenas si hacen otra cosa que soñar con ellas y fingir en su cerebro fantásticas novelas en las que aparecen ceñidos de laurel é hinchados de guita. Porque hoy todo el mundo se cree con derecho á los tales premios. Y lo gracioso es que los platónicos aspirantes, más que en trabajar para conseguir el preciado galardón (como decía mi maestro de escuela) se ocupan en lamentarse de no haberle conseguido. Todos se creen con. méritos bastantes y con labor afectó para- traerse á casa unos cuantos cartuchos, en calderilla, del inventor de los cartuchos de dinamita; pero la verdad es que generalmente se quejan sin razón de la injusticia. Nada menos que á cuatro de estos quejosos conozco yo, y voy á tener el gusto de presentárselos á ustedes. El primero es un buen señor que se dedica á la física casera, y lleva inventados catorce aparatos á cuál más útil é ingenioso. Ea otra tarde le encontré en la cervecería v me dijo con voz desfallecida: -Esto de que no le conozcan á uno en Suecia, es una ganga. Ya ve usted si yo podía, con razón, aspirar á uno de esos premios que Nobel dejó para los inventores- -Pero usted, ¿qué ha Inventado? -le diie para tentarle la paciencia. ¡Pues ahí es nada... Catorce aparatos que para sí quisiera Edison. Yo he inventado una máquina para tostar café sin necesidad de fuego. ¡Caramba! Eso parece imposible, -Aprovechando los rayos solares, como hago yo, no hay tal imposibilidad. -Lo malo es que en Suecia apenas si sale el sol. -No, si yo no tengo ese aparato por el mejor de mis inventos. El más grande de todos es un interruptor automático para no pagar las cédulas personales. ¡Caspitina! Pues ese es bien útil. ¡Ya lo creo! Se adapta el interruptor al timbre de la puerta, y en cuanto llama el recaudador de contribuciones, deja de sonar. -Verdaderamente es una lástima que no le conozcan á usted en el extranjero; pero si sigue usted haciendo esas cosas... ya le conocerán. ¡Pobre hombre! Al menos, es inofensivo y hasta simpático, si se quiere. Más cargante es Atilo Pérez de la Corola, poeta delgado y modernista, que está que bufa con Echegaray, con Mistral y con todo bicho viviente. No comprende este joven que no es bastante escribir algunos sustantivos con mayúscula, aun-

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