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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-09-1905 página 7
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-09-1905 página 7

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Paisaje otoña hombre se apercibe. ¿Va á surgir rápido el volátil que uno y otro codician? ¿Qué me importa? Vuelvo á desplomar mi cuerpo sobre el ribazo cubierto de liierbecillas que amarillean, y miro al cielo. Las nubes otoñales cruzan apelotonadas por el espacio. Unas veces caminan lentas, como recelosas; otras veces van rápidas, empujadas por el primer soplo gruñón del invierno. Me recuerdan, cuando lentas, grupos de mujerucas devotas que murmujeando acuden al templo y á cada instante se detienen para referirse historias de gente pecadora ó de piadosos siervos de Dios. Cuando las nubes caminan rápidas, componen una visión de tragedia: las desgracias que acuden en montón á despertar á los seres felices; el trágico destino de los hombres dichosos que va á sorprender á Edipo en eí pórtico de su palacio real. Oigo un disparo y pasa sobre mi cabeza con incierto vuelo un ave. El cazador erró el tiro. Las nubes se alejan presurosas despreciando su torpeza. El perro ladra desconsolado. Yo sonrío y me acuerdo de la última primavera: cuando nacisteis vosotras, hierbas y florecillas que ya apenas sois; cuando verdeaban esos campos, agostados y resecos ahora; cuando se cubrieron de hojas aquellos árboles que en estos momentos veo desnudos y tristes; cuando el cielo tenía en fondos azules nubéculas blancas, no como hoy, en espacios amarillentos, pelotones de nubes obscuras. Y el recuerdo de la primavera en pleno otoño pone en mi sonrisa un gesto de irónica melancolía. Me imagino á la hermosa señora sin nombre mirando ceñuda un retrato suyo hecho á los quince años y viendo pasar desde la cartulina hasta sus ojos la historia de treinta años y de innúmeros amores. Si yo pudiera hablarle, ahora le diría, para desarrugar su ceño, que el otoño es más hermoso que la primavera; que la vida, cuando camina á su extinción, tiene mayores encantos que cuando brota inocente y arisca; que las puestas de sol dicen más secretos á los ojos y á los espíritus que los candidos amaneceres. Y juntos entonaríamos nuestra canción otoñal de este modo: ¡Salve, cosas y seres, que os vais con nosotros rodando á mundos desconocidos, nrientras las nubes pasan por el cielo y ías hojas secas se arrastran sobre la tierra! ¡Salve, cosas y seres, que habéis vivido sin saber qué es vida y que morís ignorando qué es niuerte! ¡Las que fuisteis gala y sois despojo,

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