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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-12-1904 página 2
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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-12-1904 página 2

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p L día 17 de Diciembre de 1894 fué para D. E m i l i a n o F r a n g a n i 11 o uno de los más g l o r i o s o s días de su ex; tcncia. Soñad, lectores caros, con fina de esas íntimas espirituales alegrías que confortan la vida, para columbrar aproximadamente la que en el día de referencia tomó á nuestro particular y desde ahora r e g o c i j a d o amigo. El 17 de Diciembre y después de prolijos y n u n c a bien a l a b a d o s tanteos, arribó este apreciable señor á la sabiduría; el 17 de Diciembre, desescombrando prejuicios y hábitos burgTieses, extrajo del fondo de lo subc o n s c i e n t e su valor científico; el 17 de Diciembre, en fin, el señor Frang- ani 11o, o l í m p i c a mente c o n s c i o de su saber, dijo al m é d i c o de Dlanada que lo felicitaba por su entusiasmo lingüístico: -Eu estos tiempos de intriga y de reclamos, á los hombres de verdadero mérito compete dar ejemplo de modestia. -Y el Sr. Franganillo positivamente lo dio. Sí, el 17 de Diciembre fué en la vida del Sr. Frang anillo un día triunfante, porque autoinspeccionándose, adentrándose é inquiriéndose, reconoció su genio filológico- sintético. D. Eudoxio Emiliano Franganillo, por mal nombre Pituto, era vag amente oriundo de Elanada, donde vivía desde la mocedad con una hermana soltera y sentimental, que al morir en 1888 dejó en los cajones de un bargueño del siglo xvii varios manuscritos, poesía y prosa, en el gusto romántico de Bernardino de Saint- Fierre y de Lamartine, á quienes ella en vida cultivara con extrema delectación. Por esto y porque aunque de natural espiritualista tenía un genio de los mismísimos diablos para con las domésticas, únicos seres humanos con quien trataba, llamábanla en Llanada Dona Éter Sulfúrico. No hay en la historia de los idilios humanos, pasando por Dafnis y Cloe y los amantes de Teruel, caso más estupendo que el que los dos solterones ofrecían á los ojos de aquella asoleada villa. Vivían los dos hermanos en una casona vetusta, que la lluvia de los inviernos había recubierto por fuera de una pátina obscura, severa, triste. En su trato embarazoso y antifaniiliar había toda la ornamentación poéti El grifo prehistórico j caylasg alatiías del gran siglo, y era de ver cómo aquellos dos seres, hijos legííinros deD. Eudoxio Frang ani! lo y Alvarez y de Doña Venancia de la Riba, se producían como dos casiellanos de WalterScott, ó más bien como se producirían si fuesen capaces de ello, una gentil dam. a y un muy apuesto doncel que bajo el follaje de un castaño se miraban tiernamente en un tapiz de tonos d e s m a y a dos que en el salón de la casa r e c o r d a b a el antiguo esplendor de los días muertos. D. E u d o x i o Emiliano había c u r s a d o en la Universidad de Vetusta la carrera de Derecho con tan notable a p r o v e chamiento, que el p r o f e s o r de Canónico, diestro tañedor de flauta, no obstante su respetabilidad y su cargo, anunciasí ra un día solemnemente e n la reunión de las de Bros ccpue aquel muchacho era uno de los de más brillante porvenir si no se estropeaba. Para el de Derecho Canónico, el estropearse era caer en manos de la masonería ó del racionalismo, muy en boga por aquellos días de la Revolución. D. Eudoxio, sin embargo, desdeñando las pompas y vanidades -sin hacer maldito el caso de los elogios que de él se hacían ya en las reboticas de la provincia, metióse con su herxnana en Llanada obedeciendo á impulsos instintivos y pastorales que le hacían hombres más de égloga que de sociedad. Amor no se le conoció ninguno. Con las criadas era tan comedido, que por no molestarlas hasta se embetunaba las botas, y fuera de algún c ¿ue otro escarceo invernal en la lotería del estanquillo de Doña Zósima, de Franganillo no se supo en cuestiones cupidescas cosa de mayor alcance. Total, que en cuanto rebasó de los treinta, las casaderas de Llanada comenzaron á desconfiar de D. Emiliano, á qtiien trataban como un hombre de género ambiguo, autorizándole cuantos efluvios se le ocurrían, con sonrisas de amarga desesperanza. Efluviar, en I lanada, es una de las diversiones favoritas de todos los voluntariamente sumidos en el celibato, y viene á ser término equivalente á flirtear, con todos los accidentes y

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