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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-11-1904 página 4
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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-11-1904 página 4

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FIGURAS HISTÓRICAS Nació en la Isla de León el 17 de ücLubre de 18I Ü. l- alieciü en Madrid cl tíG de Nüvíemijre de 188 Ó. P R o X T o liará cuatro lustros que aquella naturaleza que parecía forjada en los moldes de los viejos héroes; aquella voluntad que desafiaba serena las tempestades más temibles; aquel coraz (3 n abierto á todos los s e n t i m i e n t o s n- enerosos; a q u e l hombre, en fin, que íiií arbitro de lís aña en d í a s de prueba, sucumbió bajo el peso abrumador de una pertinaz dolencia. Cuando se leen las campañas de la primera gaicrra civil, el á n i m o se sorprende ante el arrojo y la bravura d e l intrépido joven q u e parecía un héroe del Romancero. Y para que no se me tache de exagerado, c i t a r é lo ocurrido en la acción de C a s e n a, donde Serrano con 40 caballos, cargó sobre 600 infantes y 30 caballos carlistas, y lo hizo con tal denuedo, queeii pocos momentos los puso en dispersión, matando 30 infantes, haciendo prisioneros 15 caballos, la brigada y un gran número de efectos. Tras este notable hecho de armas, que le valió el ser proclamado una de las primeras lanzas del Ejército, verificóse aquel célebre desafío en que se batió cuerpo acuerpo con el intrépidocabecilla Capdevila de Figols, matando á éste después de una reñida lucha. Desde los treinta y dos años, en que fué Ministro zmivcrsal, su historia va íntimamente unida á la historia de España, de la que fué una de las primeras figuras. Ministro de la Guerra en varias ocasiones, presidente del Poder- ejecutivo, Regente, jefe de la nación, y candidato en determinados momentos para la Corona, todos sus actos pertenecen á la ílistoria, que lia de juzgarle. Cuando el general I rim le propuso Cjue acepta. se la corona, contestó con su pintoresco estilo: -Aunque estuviera loco. í i usted ni yo, mi querido D. Juan, podemos pensar en eso; para ser re es preciso haber nacido en el oficio. La modestia fué uno de los rasgos distintivos de su carácter; era demócrata por teinperamento y hombre adecuado para ejercer las grandes magi. straturas populares. El llevaba constantemente su corresponaencia, y contestaba de su puño y letra á las cartas que recibía, usando papel sin timbre ni membretes, y Wm; firmando siempre: Francisco Serrano. Todas las cartas y papeles cjue recibía los rompía después d e haberlos leído. ¿Pero c ué hace usted, mi general? -le dijo un amigo. -Con esa conducta priva u s t e d á la H i s t o r i a de muchos documentos, -Lo que hag o con esto- -contestó j o V i a 1 m e n t e- -es p r e s t a r un gran ser dcio á mis conciudadanos. ¡Cuántas m i s e r i a s he arrojado al cesto de los papeles! La vida de sociedad le gustaba poco; su placer favorito era vivir en el c a m p o dirigiendo las faenas agrícolas y pasando sus veladas con los campesinos, que le querían e n t r a ñ a b l e mente. Desde 1875, el duque de la Torre p r o c u r a b a vivir modestamente en su r e t i r o Veinticuatro horas antes de su fallecimiento, todavía conservab a n alguna iucidez sus facultades. Sería la una de la tarde cuando, dirigiéndose á uno de los que i- odeaban su lecho, preguntó: ¿Qué noticias hay lioj del rej -Todavía no tenemos ninguna, -le contestaron. ¡Pues á ver! -replicó con imperiosa voz de mando: -que monte inmediatamente un ayudante á caballo y que vaya á El Pardo de mi parte á enterarse del estado de S. M. Puede decirse que fueron sus últimas palabras. Las únicas condecoraciones cj ue usaba cuando vestía de uniforme, eran la banda de la gran cruz de San Fernando, la cruz laureada de la misma Orden, la medalla del Sitio de Bilbao y el Toisón de Oro. La cruz laureada se la regaló el general O Donnell, y la perdió Serrano al hacer su entrada triunfal en Madrid de regreso de la batalla de Alcolea, siéndole devuelta la insignia por el que la encontró. La última espada que ciñó fué la del duque de Tetuán, Ciue éste le legó en su testamento. Ganar amigos pareció ser seguramente la- máxima del duque de la Torre, y éstos no podían faltarle en la última despedida. ¡Qué espectáculo tan consolador el cjue dio el pueblo de Madrid, inteligente como pocos, liberal como el que más de España, acompañando al ilustre caudillo, que tantas veces expuso su vida en defensa de las libertades patrias, hasta el cementerio! EDU. RDO DI; L U S T O N Ü Foíografí. -i del rcti- ilo ni óleo, por I) íntonio

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