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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-10-1904 página 7
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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-10-1904 página 7

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LOS JÓVENES PRINCIPIANTES UÁNTAS amarguras, cuántas contra riedades, obstáculos, privaciones, y cuántos achuchones, palizas de los toros y cariñosas expansiones de públicos estultos sufren los noveles toreros antes de llegar- -los pocos que lo logran- -á Fuentes, Bombita, Reverte ó Machaquüo! ¡Cuánto ayuno forzoso, cuánto viaje en marchas accidentadas y en regreso con vehículo pagado y entre la Guardia civil, antes de llegar á vestir traje propio de torear! El aprendizaje del toreo en Andalucía es fácil, porque casi á la puerta de ia calle, como quien dice, hay encerraderos de reses bravas, cuando no Escuelas de tauromaquia. En Castilla es mucho más difícil. El que quiera aprender el arte de Chiclanero, tiene que reprimir sus ímpetus y sus impaciencias y aguardará que haya capeas en los pueblos. Así les sucede á los aspirantes á toreros de Madrid, que esperan como agua de íayo las primeras capeas del año, las que se efectúan por Carnaval en Trujillo y Ciudad Rodrigo. Allá van todos, y no siempre todos vuelven, porque en esas fiestas- -las nombraré así por llamarlas de algún modo- -sueltan pavos asesinos, capeados y banderilleados muchas veces, que suelen dar buena cuenta de algún ó algunos aspiranres á primeros; espadas. Los que por suerte ó casualidad en vivos de estas capeas y de las que luego se celebran en Getafe, Pinto, Valdemoro y Villaverde, y en ellas han demostradovvalor y arte inclusive, son los que reciben ofertas de los pueblos para torear en las novilladas qtie allí organizan en la festividad del patrón. El que siente entusiasmo por el arte, lo abandona todo absolutamente por asistir á esas capeas y no repara en medios para trasladarse al lugar donde se celebran: unas veces andando- -las más- -y aprovechando cuando lo encuentran á tiro algún carro, si es que logran engatu. sar al carretero; otras veces por ferrocarril, debajo de los asientos, en los topes del furgón de cola, en los W. C, encerrados por dentro. Los bultos no les estorban; un pañuelo de hierbas que contiene los capotes de percalina, y... eso es todo: ¿para qué pagar exceso de equipaje? Para indemnizarse de todos estos sacrificios. echan un guante después de la capea, y si el pueblo es rumboso, suelen sacar setenta ú ochenta pesetas para todos. También en esto han variado los tiempos; antes había capea en que los noveles toreros obtenían 500 0 600 pesetas. Contratada la cuadrilla de jóvenes principiantes para torear en un pueblo, tiene que equiparse de ropa, y lo hacen en una de esas casas de préstamos que hay por los barrios bajos, en las calles del Olmo, Lavapiés, Ave María y Santa Isabel. De cualquiera de esos establecimientos sale el novel disfrazado de cromotipia, de tal modo, que no lo conoce ni la familia. Y todo ello por muy pocas pesetas y el correspondiente fiador con casa abierta. En esas casas hay ternos completos para torear, desde un duro; capotes y monteras, desde dos pesetas; un estoque, por diez reales. Por tres duros ya se puede alquilar un traje que no parece de comparsa. Ya bien vestido y preparado, á torear lo que leisuelten, que suelen ser toros que pasaron la flor de la edad en capeas; toros padres de nueve á diez años, con cada cuerno como un astillero. Con aquellas fieras hay que lidiar; torearlas y ponerlas ocho ó diez pares de banderillas, esto por mañana y tarde, para lo cual los vaqueros que llevan el ganado les quitan á los toros los palos que les clavaron por la mañana. Cada buey de éstos es una finca, alquilados quince ó veinte veces por los ganaderos á razón de treinta, cuarenta ó cincuenta duros uno. Así es que el torero que después de pasar por todo esto llega arriba, ya puede asegurar que es de dura. E s tal la afición á los toros que tienen en los pueblos, que no querrían ver acabarse la capea ó la novillada. Y cuando para final y colmo de diversión hay toro de muerte, procuran que lleve muchos capotazos y muchos pares de banderillas antes de llegar á la suerte suprema. Y les gusta que el matador le dé una sola estocada, pero que le toree mucho. ¡Eh, tú, no le mates, que entavía hay sol! -le gritaban á un espada en una novillada de éstas. Obedeció el torero, y cuando quiso matarle, porque ya obscurecía, le ahorraron la faena los del pueblo, que á puñalada limpia acabaron con el pobre morlaco. ROBERTO DE PALACIO FOTOCRAFUS G. SÁNCHEZ

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