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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-08-1903 página 9
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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-08-1903 página 9

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Te prometo dedicarme á tu culto 3 al de mi casa, con abstinencia de todó deleite mundano. Te prometo vestir durante un año tu hábito, en señal de veneración, y de aquella modestia que enseñaste á las mujeres. Pei- o retarda las arrugas de mi cara, quítame del corazón la melancolía que lo empaña con sus nubes grises. aoraníinnfrá A VE, María. Has sido poco piadosa conmigo. Sia duda no liabré merecido tu misericordia. Todavía llevo luto por la pobre vieja que lia acompañado los trabajos de mi vida. Y S 03- tan viejo, que parece que llevo este luto por mi propia muerte. Ko puede tardar; soy casi vin cadáver. Mis ojos turbios no ven sino negruras alrededor, como si estuvieran cegados ya por la tierra en el gran hoyo donde no penetra la luz. He pecado mucho, como hombre que soy; pero el cielo me ca. stigó aun antes de pecar, porque desde niño inocente viví condenado á las penas del trabajo. Acato con resignación tu voluntad. Sin en: bargo, mis culpas no deben de alcanzar á los seres amados que dejo en el nmndo. Te pido protección para ellos. Concédeles la felicidad que á mí me falta en estas postrimerías tiistes. Dales el pan de cada día, como lo ruegan en las oraciones matutinas al padre nuestro que fué hijo tuj o. Veo llegar mi hora, y te prometo recibirla sin queja por los dolores pasados. Te prometo encomendarme á ti con mi liltima palabra, besar tu imagen con mi último beso, llevarme tu escapulario, como venera de mi fe, á mi última morada. Pero protege á los míos que quedan sobre la tierra. Cesó el toque de oraciones. Se levantaron las mujeres que estaban de rodillas. Se cubrieron los hom- bres que tenían descubiertas las cabezas. Grandes y chicos se recogieron en sus casas creyendo que llevaban tranquila y pura la conciencia, sin ver que habían convertido en demanda personal lo que tenía de ser holocau, sto desinteresado. Desde el niño hasta el viejo moribundo, intentaban sobornar con promesas la voluntad divina, solicitando de ella el bien material ó moral, la satisfacción de los deseos, de las pa. siones y las codicias humanas, y hasta la impunidad de los pecados. Creían haber servido á Dios, y todos habían pedido que Dios les sirviera á ellos, pensaban haber bendecido á la divinidad, y bendecían la vida. Y al recoger en su seno aquellas oraciones impurificadas por el egoísmo, el buen Dios supo perdonarlas, viendo que eran vapores emanados de la tierra. tlIliU. IOS r E V Á R E L A EUGENIO SELLES

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