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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-06-1901 página 4
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BLANCO Y NEGRO MADRID 22-06-1901 página 4

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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r 3 á 1. -i -i i 1. r. v y sacando j) resuroso navaja de fina punta, se fué á la cazuela á fondo, extrayendo un gran pedazo del manjar apetitoso. Cogió luego medio pan, engulló su parte pronto, y diciendo: ¡Está riquísimo! -pinchó otra magra de á folio. Y ¡qué terribles miradas cayeron de ira y enojo, como flamígeros rayos, sobre el intruso gastrónomol Dando fin á su ración, acercóse m u y orondo á la cazuela, y cuando iba por nuevo pedazo gordo, le detiene el brazo J u a n y grave y ceremonioso le dice: -Compañerito, permita usté un desahogo y escúcheme dos palabras que vienen aquí á propósito. -Usté dirá. -Soy su amigo, dispuesto á servirle en todo... -Estimando. -Y esta casa es suya, y puée venir solo ó acompañao á almorzar ó á comer Lo q u e me opongo es á que pique A pica va usté á la Plaza de Toros. JAVIKK DE B U R G O S UN BUEN RESERVA E N la modesta morada del gitano Tuau ol Poncho, comerciante callojoro de la villa do Montero, en torno á la vieja y rota mcsita d e pino tosco, que con cinco sillas era el ajuar del refectorio, se sentaron u n a tarde Juan, su esposa y tres cachorros sanos, gordos y tragones vastagos del matrimonio, dispuestos á entrar á saco u n a c a z u c l a d e lomo que, en vapores excitantes, propagaba el oloroso perfume que h a dado fama al rico y clásico adobo. Armados de tenedores puntiagudos y lustrosos del metal con que se labran artefactos que no nombro, con júbilo indefinible y cada cual con un trozo ruriujG DE ifi; KR; rA. s de pan, que servir pudiera de oportuno y sustancioso plato, sostén ó escudilla, dieron principio al espolio. E n tan solemne momento entró en el hogar dichoso otro gitano del barrio, compañero, amigo y socio de Juan, y tras los saludos y los cumplimientos propios del caso, y de un- ¿Usté gusta? -y- -Que le aproveche á todos, -agregó el recién llegado: -Me dispensarán si estorbo; pero vengo, amigo Juan, á tratar de un Vjuen negocio. ¿Sí? Me alegro; en cuanto acabe charlaremos por los codos. ¿No quiée usté proba er guisao? -volvió la mujer del Pmiclio á decir. -Mucho, comadre- -contestó en seguida el otro, -agradezco la fineza; y aunque h e comido hace poco, por no hacerle á usté desaire, picaré. -Y al punto el mozo, metiendo mano á la faja

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