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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1900 página 15
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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1900 página 15

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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U ACADJiMIA DE BAILE DEE REAE Como muchos teatros extranjeros, el de la ópera de Madrid tiene ya su Academia de baile, una academia especial donde se instruye á las muchachas en el difícil arte de Terpsícore. Al frente de esta Academia, que vieae funcionando con éxito desde la anterior temporada, ha puesto la empresa al profesor más afamado, al maestro Guerrero, una institución como quien dice, que allá por el afío 46 era ya un artista. Todas las tardes de cuatro á seis verifícase la lección, á la que asisten más de cincuenta alumnas. Es un espectáculo curioso. Las educandas son niñas de ocho á doce años en su mayoría, y más que un aprendizaje fastidioso, consideran aquella obligación como un juego muy agradable. Verse con su trajecito de ensayo, que constituye una falda de muselina sobre un pantalón bombacho, y las zapatillas de baile atadas al tobillo con su cinta trenzada, es ya un encanto para ellas, y girar sobre la punta de los pies á compás del tarareo monótono con que el profesor marca los, tiempos á falta, de orquesta, es un regocijo extraordinario. ¿Faltar á la lección? Menudo disgusto! La lección constituye su felicidad, su suefio dorado. Es de ver la alegría qué se refleja en EL P R O P E S O E G U E R R E R O Y PETRA CÁMARA el semblante de aquellas Pinchiaras en miniatura, cuándo después AÑO 1848 de los primeros rudimentos comienzan á marcar pasos, genuflexiones y volteretas. La voz imperiosa del profesor que manda hacer alto, su enérgico ademán, el golpeteo furioso de su bastón de mando sobre el suelo, no logran el efecto de parar los pies de las chiquillas con toda lá premura y la unidad que exige la buena armonía del conjunto. Y es que les sabe á poco recorrer el salón de extremo á extremo; que quisieran disponer de un espacio sin límites para no dejar de moverse hasta que el cansancio las rindiera. I El pobre maestro! No sé cómo puede dominar aquella turba ingobernable, cuya charla, cuya risa no deja escuchar sus voces de mando. A fuerza de gritar y sacudir el suelo con el bastón, restablécese el orden y cesa la bulliciosa algarabía. Entonces el maestro aprovecha el instante para decir la figura que se ha de hacer, pero sus observaciones no son escuchadas por nadie; ya están las chicas tomando posiciones con gritería ensordecedora. Hasta que el maestro descarga cuatro golpes más con el bastón, y da comienzo eí tarareo, á cuyo compás se mueven las ñiflas como mariposas inquietas. Es en vano que el maestro se desespere para hacerlas comprender la necesidad dé que todas se muevan á un tiempo. Tarea imposible; en su afán de saltar, cada una brinca por su lado, y aquéllo, más que baile, es una danza báquica que marea. Pero así aprenden. La unidad podrá conseguirse más tarde. Por de pronto, basta con que cada una sepa lo que ha de hacer y lo haga como es debido. Pedir más fuera gollería, teniendo en cuenta que hay educandas EL CUERPO COEEOGRXFICO DE LA ACADEMIA E N PRÁCTICAS

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