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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-05-1898 página 20
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-05-1898 página 20

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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SILUETAS YANQUIS EL ALMIRANTE SAMPSON (DE PELUQUERÍA) Le conocimos hace poco tiempo, dos años á lo sumo, en Madrid, con música de un eminente maestro. Todos los abonados del Beal, virtuosos y profanos, decíamos á una voz: Este Sansón no es una ópera, sino un oratorio. ¡Buen oratorio te dé Dios! y resulta un almirante y yanqui; como si dijéramos, un jefe de piara en medio de un charco. ¿Qué dirá ahora mi peluquero, al cual le parecía la música- de Sansón como traída por los cabellos, hasta el final del segundo acto, en que se lo cortaban al protagonista? ¿Pero cómo? preguntará algún lector suspicaz, ¿á Sampson se lo han cortado? No, amable lector mío, ¡no lo ha tenido nunca! Pero no adelantemos las cortaduras ni las tomaduras de peló, y hablemos del almirante yanqui desde el mismo día de su nacimiento, según es de rito en todos los estudios biográficos. Sarapson, el Sansón yanqui, jiació calvo. Su madre fué la tijera de Dalila. Vino, por consiguiente, á este mundo cortado del todo, ó dicho de otra manera, al rape. Eso de nacer al rape en Norte América todo un Sampson, da idea de aquella gente. Jamás hacen los yanquis las cosas á derechas; apellidárase Navarro Eeverter, y hubiera venido al mundo el almirante israelita con más pelos que una sopa de casa de huéspedes; se apellidaba ó apodaba Sampson, y nació calvo, lo mismo que Fernando Díaz de Mendoza sobre las tablas del teatro Español. Los yanquis, lectores míos (con perdón) y pongo ahora el perdón pidiéndoselo á los lectores, se han empeñado en llevarle la contraria al Universo Mundo. Bastó que enviáramos un Polo á Washington, para declararnos la guerra desde el otro polo. Y en todo son así; tienen un Sansón, y nace pelado; tienen una estatua de la Libertad iluminando el haz de la tierra, y la colocan en un islote para que sus luces eléctricas iluminen tan sólo las aguas. Es una estatua al agua en medio de un pueblo al vino. Pero tornemos á Sampson, que también es un hombre al agua... de quina, para evitar la caída de los almirantes. Ya dije que nació calvo y de la tijera de Dalila. ¿Cómo se las arreglaron los filisteos para engendrar tal hijo en ese artefacto cortante? Misterio es éste que sólo podría aclarar el autor de la conocida y propagada obra. Cría y procreación del canario escribiendo una segunda parte de tan interesante libro con el título de Cría y procreación del ¡canario con los yanquis! libro en el que colaboraríamos actualmente todos los españoles. Pero si Sampson nació misteriosamente, otros misterios anunciaron su, natalicio. Seré breve, como dicen los diputados que debutan, por donde otros acaban, ó sea agarrándose al He dicho del orador que les precedió en el uso de la palabra. Una antigua conseja chicaguense decía que los yanquis conseguirían tener un marino notabilísimo cuando las ranas criaran pelo. Valía esto tanto, según la interpretación de va, rios comentaristas, como decir que eso no ocurriría nunca; pero oh prodigio i cierta tarde varios senadores que graznaban en Washington empezaron á notar que en sus calvas testas nacía algo. Todos se acordaron en seguida de sus respectivas mujeres, las cuales les habían recriminado varias veces por su excesiva calvicie; y llevándose las senatoriales manos á las no menos senatoriales calvas, vieron, ó palparon mejor dicho, que lo que les nacía era pelo. La tranquilidad volvió á sus pechos conyugales, y al día siguiente vio la luz pública el hoy almirante Sampson, calvo del todo, según antes dije; pero la predicción de las ranas peludas se había cumplido, y los graznadores animaluchos se felicitaban recíprocamente en el Senado de Washington por la abundancia de su cabellera postuma y el cumplimiento de la antigua conseja de la anciana Madre Seigel. Nuestro Sampson de guardarropía demostró, apenas nacido, la fuerza hercúlea con que le había dotado la naturaleza, levantando del bolsillo del comadrón que asistió á su nacimiento una libra esterlina, que no volvió á parecer por más que la buscaron todos los comadrones de Chicago reunidos. La fuerza de nuestro biografiado, aunque calvo, era indudable. ¿Qué sucedería cuando le saliese el pelo? Todos los yanquis estaban pendientes de ese acontecimiento. Loa periódicos neoyorkinos publicaban á cada momento extraordinarios, que voceaban los vendedores diciendo, verbigracia; El extraordinario á The Infimdium, que acaba de aparecer, con la noticia de lo que le ha salido á Sampson y á pesar de esos extraordinarios, la verdad sea dicha, á nuestro biografiado no le salía absolutamente nada, salvo las expansiones infantiles y naturales. Pero en Nueva- York se comentaba entonces su cabellera como ahora se comenta su escuadra. Un día le contaban catorce pelos, lo mismo que hoy le cuentan catorce barcos; al siguiente eran veintisiete y un bisoñe, como ahora treinta y dos acorazados y una escuadra volante; en suma, que los pelos de Sampson y sus buques han guardado cierta relación, por la cual se podría asegurar que si el almirante yanqui no fuese calvo, tendría un protegido de primera clase pendiente dé cada pelo. La madre Naturaleza fué, afortunadamente, muy previsora, y el Sansón de Chicago jamás tuvo pelos de los cuales se pudieran colgar sus terribles protegidos el lowa, el Minneapolis, el Rata Piri, etc. etc. etc. ¡Pobre Sansón! Todos le hemos visto en el teatro Eeal dando vueltas á la noria, y todos le hemos contemplado después en aguas de Cuba dando vueltas al bloqueo. Ahora, según los últimos cablegramas, ha pretendido entrar en Puerto Eico. Es posible que esto lo hiciera Sampson por servirse en alguna peluquería de aquella Isla. Desearé que le afeiten apurándole mucho, y si se empeña en que le corten el pelo que no tiene, desearé asimismo que le abran un boquete en el cráneo, única manera posible de tonsurar á los Sansones como él calvos y yanquis. Gi- N- És DE PASAMONTE

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