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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-04-1898 página 3
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-04-1898 página 3

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THAFALGAE. OUADKO DE KUIZ LUSA TRAFALGAR o hay nombre que como el de TrafaJgar despierte tantas ideas de gloria. El mismo de Bailen, que significa un triunfo de nuestras armas sobre las armas del coloso del siglo, cede cuando se pronuncia el nombre de Trafalgar, que significa un gran desastre para nuestra Marina, pero desastre tan heroico, tan subhme, que la más alta victoria no da ocasión á mayor orgullo. Trafalgar no es el nombre de un combate, es el nombre de una raza: de la raza vencedora en Lepanto, de la raza vencida en el Estrecho, pero de cuyo vencimiento sólo se puede decir, recordando aquellos antiguos laureles, que con él los ensangrentó de nuevo, no que los mancilló ni que los deshizo. D. Juan de Austria vencedor de los turcos, es tal vez menos glorioso que Gravina vencido por los ingleses; pero la fortuna de aquél y la desdicha de éste son igualmente españolas. El valor alcanzó en Lepanto su corona, el valor pagó en Trafalgar su tributo á la adversidad, mas en ambos trances fué el mismo: sólo cambió su suerte lo que se halla sobre las fuerzas humanas. Cuanto alcanzan éstas, en Lepanto vibró gloriosamente, y gloriosamente repercutió en Trafalgar. Allí sonaron después aclamaciones de victoria; aquí cayó á plomo el silencio trágico de la derrota. Tal fué, tal es la tínica diferencia que existe entre nuestras victorias y nuestros vencimientos. Lo que Dios quiere. El 19 de Octubre de 1805 zarpaba de Cádiz la escuadra franco- española al mando del almirante francés Villeneuvc, a quien anteriores torpezas con grave asomo de cobardía, duramente censuradas por su amo el vencedor ele EiiropsL, hacíanle desear pronto y temerario desquite. i OomponÍÉin la escuadra aliada treinta y tres navios, cinco fragatas y dos briks. El almirante francés mandaba el Bucentauro; Gravina, jefe de la armada española, el Principe de Asturias; Uriarte el Santísima Trinidad, coloso por aquellos tiempos de los mares; Álava el Santa Ana, y Churruca, el heroico Churruca, tripulaba el San Juan Nepomuceno. Los marinos españoles, á quienes por el anterior combate de Finisterre el mismo Napoleón había calificado de leones, juzgaban inoportuna la salida de la escuadra; pei o Villeneuve, ganoso de reconquistar con un golpe de audacia su menguada fama, se arrojó por obra de la desesperación á atrepellar el sereno dictamen del Consejo. Dividió sus fuerzas en tres secciones ó cuerpos de á siete navios cada uno, mandando el de la vanguardia Álava, el de retaguardia el francés Dumanoir, y él, Villeneuve, el del centro. Gravina quedó al frente de doce navios de reserva que habían de concurrir á los sitios de mayor peligro; mas á última hora y con pésimo acuerdo, el almirante francés les mandó colocarse en línea. Gravina protestó inútilmente de tan desacertado mandamiento, que fué el comienzo de la derrota. La noche del 20 divisó l a escuadra aliada las luces del enemigo, y al amanecer del 21 comenzaron á surgir de la obscuridad los treinta y tres barcos de la flota inglesa que mandaba Nelson, formados en dos columnas y á manera de terrible cuña que amenazaba cortar la línea de la escuadra franco- española. Don Manuel Marliani en su importantísima y sincera obra titulada Combate de Trafalgar, escrita en vindicación de los injuriosas aserciones vertidas por Thiers contra nuestra Marina para realzar glorias francesas no muy acrisoladas, describe así el comienzo de la batalla: Al mediodía, emprendieron los ingleses el movimiento con arreglo á las instrucciones del general en jefe. La primera columna la regía Nelson La segunda, al mando del almirante CoUingwood, se adelantaba, formando cabeza el Boyal Sovereujn Corte usted, le dijo Nelson, la retaguardia por el undécimo navio. Y luego, recosiéndose un poco, mandó hacer aquella célebre señal que electrizó la escuadra y se hizo después tan famosa: La Inglaterra espera que cada uno hará su deber. La hora suprema había llegado. Conforme á su plan de ataque, se adelanta Kelson para cortar la línea por la popa del Santísima Trinidad y la proa del Bucentauro. No he de seguirle en toda la descripción de la subKme lucha, harto conocida y estudiada; básteme decir que el almirante Villeneuve coronó la serie de sus desaciertos mandando horas antes del combate que la escuadra aliada virase en redondo, debilitando con tal maniobra la línea de batalla, que va anteriormente no era, salvo los corazones españoles, más que débil caña opuesta al genio de Nelson. Trabada la lucha, Villeneuve se portó como un valiente; no así Dumanoir, jefe de la retagTiardia, que no alcanzó la honra. de concurrir con sus cuatro navios franceses á tan sangrienta jomada. Rindióse el Bucentauro, navio del almirante, tras heroica resistencia; rindióse, herido gravemente Uriarte que lo mandaba, el Santísima Trinidad, cuando ya era un pontón lleno de cadáveres. Gravina, herido también y viendo perdida la batalla tras largo y sañudo combatir, dio desde el Príncipe de Asturias la señal de retirada, siguiéndole en demanda de Cádiz el Flutón, el Neptuno, el Argonauta, el Indomptdble, el San Leandro, el San Justo y lií Montañés, con la tristeza de la derrota pero con el honor de la bandera á bordo; Rindióse, muerto heroicamente GaHano, el l s

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