BLANCO Y NEGRO MADRID 10-10-1896 página 6
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página6
- Fecha de publicación10/10/1896
- ID0005103155
Ver también:
nos sucedía como al baturro: ¿Pa qué nos Íbamos á marear? Por la mañana muy tempranito sacudimos la pereza para gozar de un espectáculo delicioso: la salida del sol tiñendo de amarillo las aguas y salpicando el cielo de brochazos anaranjados. Bafaello Eubatino enfiló la costa para que pudiéramos sorprender más de cerca todos sus inacabables encantos, y á nuestra vista fuese desarrollando un panorama interesantísimo. Niza, Monaco, el famoso casino que gravita sobre él como un prensapapeles, San Eemo, Porto Mauricio, Oneglia, San Lorenzo, todos pintorescos é interesantes pueblecillos que van festoneando la costa como un encaje delicadísimo. Por la noche llegamos á Genova. Genova de noche aseméjase á un tocado de dama antigua, prendido de gusanos de luz. ICI aspecto del puerto era brillantísimo; todas latí barcas iluminadas con faroles á la veneciana, las músicas que llegaban á nuestros oídos con los acordes de la Marcha real, los vivas entusiastas del pueblo que en los muelles esperaba atracase el barco, todo era solemne é imponente en aquella noche. La multitud siguió á nuestras carrozas hasta el hotel, donde nos dio su última prueba de cortesía y cariñosa hospitalidad. Los cocheros nos rendían á fuerza de darnos tratamiento; el cochero italiano es el más- servicial del mundo, siempre con aspecto de burgués satisfecho, cubierta la cabeza con el cilindro ó sombrero de copa de variadísimos modelos inspirados en los figurines de Ortego ó procedentes de aquella notabilísima colección de nuestro Mariano Fernández. Á día siguiente de nuestra llegada comenzó nuestra peregrinación por la hermosa ciudad, y L L E G A D A D E LOS P E R I O D I S T A S AL H O T E L D E GENOVA no la llamo stiperba ni la de los palacios, porque no era nuestra misión la de descubrir Italia. Creo que en estos viajes cada uno debe admirar para sí y guardar en silencio sus impresiones, de la misma manera que cuando se ama á una mujer no se deben contar los favores que de ella se reciben. Nuestra estancia en Genova, como en Florencia, como en Roma, ha sido una serie no interrumpida de obsequios y sH E L CKISTOlí AL C 0 LO í D E S F U i i S PJí TJiKMÍNAL Ü