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23/02/1895
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Periódico BLANCO Y NEGRO MADRID 23-02-1895, portada

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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a co- k, c vo REVISTA ANO V M A D K I D 28 ILUSTRADA DE F E E E E R O D E 1895 NÜM. 199 LOS NIÑOS EN CARNAVAL EL HADA DE LOS TRAJES Comienza su c a m p a ñ a en c u a n t o las caretas asoman sus rostros de borracho t r a s los cristales de los escaparates, j no la deja n i u n a sola noche. Guardias y serenos lá ven pasar; ven su profusa cabellera r u b i a que q uiere escaparse del capuchón que la recoge, y su t ú n i c a blanca que asoma bajo el borde de la capa de pieles, y se dicen p a r a su capote: Es u n a máscara que va al baile. ¡Si supieran las autoridades mínimas que aquella mujer entra sin permiso de nadie en todas las casas! Llega á cada puerta de la calle, abre con sólo aplicar u n dedo á la cerradura, franquea con i g u a l facilidad la e n t r a d a del piso y la de l a alcoba sin mover el más leve rumor, como si fuera u n a sombra, y acercándose á la camita donde duerme el niño con la paz de la inocencia, se quita el ropón de pieles, enseñando entonces u n voluminoso envoltorio que t r a e oculto por el abrigo, y pasa su mano con m u c h a suavidad por la frente del ángel, diciéndole callandito: ¡Sueña, monín! El niño se sonríe entonces y ve ante la camita una señora blanca y rubia, vestida con l a r g a t ú n i c a de u n a c a r a t a n amorosa y que le mira con u n cariño tal, que n o siente n i pizca de miedo. L a señora empieza 4 sacar del envoltorio trajes y más trajes de máscara, todos de rapaz y todos preciosos, á la federica, de torero, de pierrot, de húsar, u n tropel de raso y oro que deslumbra, y extendiéndolos sobre el lecho dice á la criatura: -Escoge el que más te guste para que te vistan este Carnaval. ¡Qué apuro! El niño escogería todos; pero como ha de optar por uno, so decide al fin, y después de vacilar mucho exclama: ¡Este! M u y bien. L a señora recoge su ajuar, besa al n i ñ o en las mejillas, y con igual sigilo se introduce en la alcoba del padre y en la de la madre antes de irse, tocándoles en la frente con u n dedo p a r a imbuirles la misma idea. T á la m a ñ a n a siguiente la esposa dícele á su marido: ¿Vamos á darle u n alegrón al n i ñ o disfrazándole? ¡K o h a y inconveniente responde él con el bolsillo vendido por el hada. Y el pequeño, en cuanto les da los buenos días, exclama alborotado, colgándoseles al cuello: ¡Papá! ¡mamá! ¡Quero vetime este Canaval de clown! A hjy EL TALLER DOMESTICO P e r o el diantre del hada podía desplegar también su muestrario ante las madres, evitándolas el compromiso de la elección del traje carnavalesco. P o r q u e la cosa no resulta t a n corriente como parece. H a y que evitar que las del segundo crean que se las copia, y que digan las del primero que el disfraz es muy visto, y que murm u r e n las del principal que n i n g u n o iguala al de su Luisito ó

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