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BLANCO Y NEGRO MADRID 29-12-1894 página 15
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BLANCO Y NEGRO MADRID 29-12-1894 página 15

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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7 por entre los troncos y se esfuerzan para buscar la salida; todos quedan prisioneros, y al día siguiente por la mañana el cazador se apodera de toda la bandada. Introducido en Europa, fué al principio bocado carísimo y propio de príncipes, y las leyes suntuarias se ocuparon de él, hasta el punto de que el Consejo de Venecia determinó en el año l; b 7 en qué mesas podían presentarse gal os indios. Su cría, que hoy es delicada, debió serlo mucho más en el periodo de aclimatación de la VA- AS, Ciertamente que jamás exigió aquellos cuidados carísimos y extravagantes que se prodigaban á los halcones, gerifaltes y demás rapaces de la cetrería; pero en las granjas francesas de Picardía, Normandía y Borgoña, en las casas de labranza de Suavia y en los corrales españoles, la cria del pavo y su cebo después constituyen una verdadera dad. El pavipollo es delicadísimo en sus primeros meses: el frío, la humedad y elcalorpueden dar con él en la tumba. Suele alimentársele al principio con una pasta de ortigas cocidas mezclaM das con pan y huevo; adelante se les dan hojas de berro y granos de cebada para que aprendan á picar. Cestos canastas de mimbre les sirren de abrigo durante la noche, y el peligro de muerte se acrecienta en el período de muda y cuando empiezan á echar loscarúnculos de la cabeza y el cuello. Al cumplir seis semanas empiezan á salir al campo, donde pasan luego todo el día al cuidado de un muchacho que les conduce con una caña larga. Asi les vemos en las mieses una vez levantados los rastrojos, y asi hacen su entrada en Madrid, colgante el moco, rizada la cofia roja, moviendo torpe V mente su lomo jorobado ó poniéndose en rueda como si los hinchasen. En la plaza Mayor y por todas las calles de Madrid veréis venderlo á 1: 1 I todas horas. El comprador ó la cna r- -y V ¿a ducha en este servicio lo coge por las patas, calcula su peso y lo lleva para casa, donde el cebo hace más dulces los últimos días de su vida. Bellotas, castañas, y nueces sobre todo, constituyen el cebo de los pavos. ¿Quién no recuerda los grandes ratos que pasó de niño viendo introducir á viva fuerza las nueces por el f arganch m del pavo y contemplando la cborrachera de éste después de beber el ron que se lo da para que su carne sea más fina, blanda y aromática? El pavo es torpe, torpísimo y medroso. Da lástima, dice Lenz, verlos cómo en verano, sobre todo cuando tienen polluelos, permanecen todo el día mirando al cielo y gritando sin cesar yauh, yauh, como si creyesen que el sol es un águila y las nubes un buitre Y es curioso también verlos huir azoradamente á la vista de un cernícalo, como si este terrible enemigo los tuviese ya agarrados por el pescuezo. Tras algunos días de agradable cautividad viene el momento de la muerte. Unas veces pasa directamente el pavo

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