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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-06-1894 página 7
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-06-1894 página 7

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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EL HIPNOTIZADOR A pesar del luminoso informe de la Academia de Medicina, contrario al hipnotismo público la afición cunde, y Onofroff ha despertado entre nosotros el deseo de hipnotizar y de que nos hipnoticen. No hace muchos días que asistí á la tertulia de las de Libreta, adonde acude un chico hipnotizador llamado Aquilino, de mirada poderosa y chaqué negro. Él dice que ha estudiado el hipnotismo por principios, y, en efecto, da gusto verle hipnotizar á las personas de confianza, entre las cuales figura la propia señora de Libreta. Aquilino la coge por las muñecas, clava en ella sus ojos de fuego, y en menos de cinco minutos la hipnotiza completamente. Algunas- veces la de Libreta pierde el equilibrio y cae encima del sofá ó de cualquier contertulio, y entonces Aquilino le coloca el dedo gordo delante de los ojos, y ella so incorpora y le sigue por la sala como una pierna estirada y la otra no, y otras le obliga á si en vez del dedo le enseñase una moneda de cinco duros ó una butifarra catalana, que es uno de los alimentos que más la seducen. Ella es viuda, y hay quien dice que está enamorada de Aquilino; pero de todas maneras existe la hipnotización, y como él la domina en absoluto, hace de ella cuanto le viene en gana. Unas veces la coloca arrimada á la pared, con las manos en cruz y la boca abierta; otras la hace que se siente en el suelo, con comerse una vela, haciéndola creer que come salchicha blanca. Cuando Aquilino comprende que la señora se ha molestado bastante, se dedica á despertarla, introduciéndola por un oído una aguja de hacer media. La señora lanza un chillido, después se lleva las manos al pecho, como si fuera á desabrocharse, y, por último, se despereza sonriendo. ¡Bien, bien; admirable, admirable! gritan los contertulios. ¿Qué ha sentido usted? le preguntan las señoras. -ÍTada; un poco de escozor en los vacíos y algo de flato ardiente. La otra noche Aquilino, después de hipnotizar á la dueña de la casa, se dirigió al señor de Cachucha, jefe que fué de orden público en la provincia de Segovia, y hombre de carácter fuerte, pero buena persona en el fondo. -Tengo empeño en hipnotizarle á usted, le dijo Aquilino. -Bueno, contestó Cachucha. Y dio principio el acto. Aquilino cogió á Caxíhucha y lo puso de pie en un rincón. Después, estirándole los brazos todo cuanto pudo, clavó en él la mirada. Cachucha comenzó á ponerse pálido y á abrir los ojos

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