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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-01-1893 página 5
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-01-1893 página 5

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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EPISODIOS HISTÓRICOS LA REINA ISABEL DE Y EL BORBON CONDE- DUQUE DE OLIVARES Era común opinión de las gentes, que la privanza del Conde- Duque de Olivares sería eterna, por tener profundas raíces en el corazón del rey Felipe I V pero al cabo de veintidós años se notaron los primeros síntomas de la caída del favorito, siendo la reina Isabel de Borbón la que puso empeño en derribar al Conde- Duque y á su esposa la Condesa, su camarera mayor, que logró ser tan absoluta y dominadora dentro de Palacio, que D. Isabel de Borbón más parecía pupila que soberana. Llegó á tal grado la insensatez de la esposa del Conde- Duque, que cierto día en que la Reina se lamentaba de que su regio esposo guardase con ella gran reserva en los asuntos del Estado, se atrevió á decirla estas textuales palabras: -Hace bien S. M. en no daros cuenta de los graves asuntos del Reino, pues mi marido le ha repetido muchas veces que las monjas se han de estimar para rezar, y las mujeres propias únicamente para parir. Estas y otras frases no menos desabridas atormentaban á la ilustre dama, por lo que, de acuerdo con la Condesa de Paredes, su secreta valida, discurrió la Reina aconsejar al Rey que emprendiese la jornada para ponerse al frente del ejército de Cataluña, pues suponía D. Isabel que, partiendo el Monarca ál eje rcito, conversaría continuamente con los generales, que tendrían ocasión de hablar libremente y expresar en campaña los males que sufría la patria. Pensaba, además, la Reina que, permaneciendo ella en Madrid, quedaría con el título de Gobernadora, y hallaría campo abierto para hacer cosas contrarias á las que verificaba el Conde- Duque, á fin de ir prepa- rando su caída. Comprendió el favorito á dónde se encaminaban las meditaciones de D. Isabel, y aunque dispuso la jornada, fué más bien para divertir el Rey en Aranjuez, buscándole entretenimientos en Cuenca, llevándole, ál fin, á una casa miserable de Zaragoza, sin poder ver á su ejército. No se atrevía Felipe á salir á campaña, porque le amendrentaba el Conde- Duque con estos pérfidos razonamientos: -Corre V. M. gran peligro de ser prisionero de los franceses, que ya son dueños de Monzón y se internan atrevidamente por los dominios de Aragón. Todo el tiempo que estuvo retirado el Rey no disfrutó de otra diversión que la de asomarse por entre cristales para ver jugar á la pelota, mientras tanto que la Reina recorría las calles de Madrid, visitaba los cuerpos de guardia, y preguntaba solícita á los capitanes cuáles eran sus necesidades para ponerlas pronto remedio, celebraba frecuentes audiencias, y, según dice un escritor de aquellos tiempos, más parecía madre que soberana Estas cosas llegaron á noticia del Rey, que las aplaudió y las celebró con gozo, al paso que el Conde- Duque escuchaba tales elogios con abominación, aunque disimulada. Encontrábase el ejército falto de dinero, y Felipe escribió á su esposa manifestándola esta necesidad, y suplicándola que emplease su gran valer para juntar todo el dinero que pudiese. Envanecida la Reina con este acto de confianza, casi enloqueció de placer; hacinó todas sus joyas, las metió en un cofrecito, y mandando preparar una carroza, dijo al Conde de Castrillo, su único privado, que la acompañase y ordenara que encaminasen la carroza á la morada de D. Manuel Cortizos Villasante, el hombre más adinerado de la corte.

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