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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-10-1892 página 2
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-10-1892 página 2

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690 BLANCO Y NEGJElO Viués, al presentarse ante la misma Asamblea: en otra sesión, Yergniaud, el nuevo Mirabeau como le llamaban, el más elocuente orador fie la Giroadi, lauzaba contra Luis XVI terribles impreciciones, á la vez que secretamente, por medio de Tierry, ayuda de cámara del Rey, se intentaba hacer llegar á sus manos una carta en que los Girondinos se comprometían á salvarlo si consentía en nombrar ministros á Éolaiil, Claviéres y Servan carta que fue más tarde arma terrible de acasación; conspiraron contra la Monarquía, y fueron PUS ministros preiicaron la guerra y la declaración de la patria en peligro y cuando estuvieron en el poder, las operaciones militares fueron insignificantes ó ineficaces: procuraron defender la vida del Rey, y votaron su muerte Su debilidad y su indecisión les hacían sospechosos, para los monárquicos de republicanos, para los republicanos de realistas; de la misma manera que después de votada la república eran tachados de oligárquicos por las ideas de Guadet y de Gensonné, y de federalistas por las opiniones de Diicos y de Fonfrede. Una conspiración hábilmente tramada por ellos les dio el poder, formando el Ministerio á que María Antonieta. con su natural gracejo, puso el apodo de Ministerio sansculotte) una conspiración urdida descaradamente por sus enemigos implacables, los Jacobinos, acabó para siempre con su fuerza y c m su prestigio, y después de las jornadas del 31 de Mayo al 2 de Junio, la Convención cediendo, ante las amenazas. á las exigencias de la Municipalidad de París y del pueblo sublevado, los declaró u fuera de la ley decretando más tarde la prisión y el procesamiento de los que pudieron ser habidos Y con este motivo ocurrió un hecho curiosísimo que demuestra á qué extremos llevó la ceguedad y el delirio á aquellas gentes. Los Diputados girondinos eran veintidós, y el pueblo exigía que prendieran á los veintidós, y pedía que la guillotina cortara veintidós cabezas. Pero Barbaroux, Petion, Guadet y algunos otros habían huido ó habían muerto, y la cifra consagrada estaba incompleta. Entonces le ocurrió á alguno una idea peregrina, que hubiera sido cómica á no tratarse de asuntos tan horribles, y que fué en seguida puesta en práctica, añadiendo á los Girondinos otros acusados extraños á la facción, como Boileau, Mainvielle, Bonneville y Antiboul, para que el pueblo- -como dice Lamartine- -viendo un número igual, creyese encontrar el mismo complot, detestar el mismo crimen y castigarlos mismos conspiradores El día 22 de Octubre de 1793 se comunicó á los veintidós presos el acta de acusación el día 26 principió el proceso, y el 30 á las ocho de la noche los enemigos de los Girondinos obligaron al tribunal á declarar terminados losdeba -es, temerosos de que la opinión publicase modificase en favor de ellos, y el tribunal, wonnderándolos culpables de conspiración contra la unidad y la indivisibilidad de la Repúblicas, los condenó á muerte. En aquel momento produjese entre los Girondinos general movimiento: uno- -Boileau- -arrojó al aire su sombrero, gritando: Muero inocente otro- -Sillery- -que era cojo, tiró las muletas, exclamando: Este es el día más hermoso de mi vida unos dirigían al tribunal los brazos en actitud amenazadora; otros los tendían al compañero que estaba á su lado, y se abrazaban estrechamente; Briseot, uno de los principales jefes, que hasta dio nombre al partido, que algunos llamaban hrissotino, enmudeció, dejando caer la cabeza sobre el pecho; Vergniaud, que esperaba la sentencia, conservó su calma estoica y su imperturbable serenidad. tJno solo pareció que desfallecía, Dufriche- Valazé, que diciendo: Yo me mueío caía desplomado sobre un banco. Cuando acudieron á sostenerle, vieron que su mano derecha oprimía aún el mango de un puñal que, había sepultado en su. corazón. Trasladados á la Consei jería, antesala de la guillotina todos demostraron gran energía, sin afectación ni alardes. E l diputado P. oilleul. que les había ofrecido una cena triunfal ó fúnebre, según les fuera favorable ó contrario el fallo del tribunal, cumplióles su promesa, y en el gran calabozo de la cárcel fué dispuesta la mesa, á cuyo alrededor se sentaron tranquila y aun alegremente aquellos hombres, que pocas horas después habían de ir al suplicio. Kl cadáver de Vaíazé estaba con ellos, pues por decisión del tribunal debía acompañarlos al patíbulo y debía con ellos ser inhumado Al amanecer entraron en el calabozo el verdugo y sus ayudantes para disponer los preliminares de la ejecución. Al cortar á Dacos los cabellos no pudo éste contener un movimiento de dolor. Las tijeras, que no estaban bien afiladas, le arrancaron algunos cabellos, en vez de cortarlos. Después, volviéndose hacia el ejecutor, le dijo sonriendo Ks de esperar que la guillotina cortará algo mejor que las tijeras. Terminados los fúnebres preparativos, se dio la orden de marchar, y todos, agrupándose en derredor de Vergniaud, le quisieron ceder el honor de ir, como jefe, el primero; pero Vergniaud, señalando al cadáver de Vaíazé, exclamó con tono solemne: Ese que nos ha precedido en la gloria de morir valientemente por la Kepúblicay por Francia, debe ser el que nos enseñe el camino y nos guie para saber morir como él Todos se descubrieron respetuosamente, colocándose en dos filas, por entre las que pasó el cadáver de su compañero, y tras él salieron, subiendo á las cinco carretas que los esperaban, rodeadas por una multitud inmensa Desde que salieron de la Conserjería- -dice Lamartine describiendo los último momentos de aquellos héroes- -todos entonaron á una voz, y como marcha fúnebre, la primera estrofa de la Marsellesa, marcando con significativa energía estos dos versos, que en aquella ocasión tenían doble sentido: Contre nous de la tyrannie Vétendai d langlant esí levé. i) Desde este momento dejaron de ocuparse de si mismos para pensar únicamente en el ejemplo de su muerte, que, como buenos republicanos, querían ofrecer al pueblo. Sus voces se debilitaban un momento al fin de cada estrofa, para resonar con más energía al principio de la siguiente. Su marcha y su agonía fueron un canto patriótico Al llegar al pie del cadalso, se abrazaron todos. Después siguieron cantando para animarse mutuamente y para que el que mni ¡a oyese hasta el último instante la voz de sus compañeros. Todos murieron sin deslallecimientos. Vigée, viendo la guillotina, dijo: Decididamente, esa es la heredera de Luis el último. ií loque replicó Ducos riendo: í entonces, ¿qué ha sido de la ley sálica? Sillery, que subió el primero a l a plataforma, cojeando, paseó alrededor del tablado, haciendo cuatro irónicos saludos á la muchedumbre Vamos -le dijo con sequedad uno de los ayudantes del ejecutor. Espera- -le replicó Sillery- -que no has de tener tú más prisa que yo. Cada vez que caía la cuchilla, el canto de lo condenados resonaba con más fuerza, y á medida que eran menos los que quedaban, parecía que sus voces adquirían más vigor. Cuando no había ya más que dos vivos, Vergniaud y Vigée, la voz de éste se hizo menos perceptible; pero bastó una mirada de Vergniaud para que recobrara su vehemencia, que ya no perdió un momento hasta que la cuchilla, al cortar su garganta, cortó en ella la voz que seguía entonando el hermoso himno de Rouget de Lisie. La valerosa muerte de aquellos hombres, que tenían sus ideas políticas en más que la vida, nos recuerda la muerte heroica de las religiosas de la abadía de Moutmartre, que con su superiora, Mme. La val de Montmorenny, á la cabeza, entonaron el Su Ive Regina desde que salieron de la Conserjería, la cantaron durante todo el trayecto hasta el lugar de la ejecución, y aun en el patíbulo, no cesando su cántico sagrado sino cuando cayó la última cabeza. iQué extraña semejanza y qué extraño contraste ofreoieron aquellos hombres fuertes v aquellas débiles mujeres! Ellos muriendo orgullosos por su idea política, ellas sacrificándose contentas por su fe religiosa; ellos dedicando su última frase á la República, ellas consagrando su último pensamiento á Dios; ellos cantando con sus potentes voces las estrofas enérgicas de la Mamellesa hasta perecer todos, ellas entonando con sus dulces vocecitas las sentidas y poéticas fra. ses del Salve Regiiia. hasta morir la última; unos y otras con igual firmeza, con análoga convicción, con idéntico heroísmo Al escuchar el canto de aquellos hombres admirables, debió conmoverse y palpitar con entusiasmo el corazón de los más enemigos ó de los más indiferentes; al oir el canto de aquellas mujeres angelicales debieron llenarse de lágrimas los ojos de los menos creyentes ó de los más empedernidos. TELLO TÉLLEZ. i

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