BLANCO Y NEGRO MADRID 29-11-1891 página 12
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página12
- Fecha de publicación29/11/1891
- ID0005107213
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476 BLANCO Y NEGRO -No me cuentes historias; ya sates que son inútiles: me conoces de sobra. Llamó á un criado y añadió: -Dadle algo de lo que haya sobrado del almuerzo, en la v lcazuela de Hoklán, ¿eh? Y entregó al desgraciado una moneda de diez céntimos. -Toma. ¿Cómo ha de ser? Primer sablazo del día: y gracias á que es á primera sangre. Diciendo esto dejó á su antiguo amigo, quien no tuvo ni alientos para protestar contra semejante grosería. -Nada como el tiempo para curar heridas morales- -me decía un señor mayor que había enviudado seis veces. Y anadia: ¿Pues usted cree que si yo hubiera muerto á raiz de alguna de ellas me encontraría hoy tan resignado? Y, efectivamente, el tiempo todo lo cura ó todo lo borra, y es el encargado- de traer las expiaciones y los castigos. ¡Qué pobres tan soberbios se usan ahora! ¿Ha visto usted? ¿Qué es eso, doña Rosa? -pregunté á mi patrona, que era la que se lamentaba filosóficamente de la altivez del pauperismo. ¿Pues qué ha de ser? Que le ofrezco á ese tío que va con las dos criaturas lo que ha sobrado del almuerzo de ustedes, todo junto en una cazob ta, y lo rechaza y casi me insulta. Miré al pobre, y reconocí en él á don Martín al don Martin, compañero de Roldan. -Ya ve usted- ¿Y esa cazuela? -pregunté á doña Rosa- ¿es de Y ella me respondió con suma naturalidad: -La cazuela del perro. Ya ve usted si es limpio el aninialito. EDUARDO D E PALACIO.