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ABC MADRID 03-10-2019 página 46
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  • EdiciónABC, MADRID
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javier ansorena Corresponsal en nueva york cada año, decenas de miles de jóvenes en Estados Unidos reciben una carta con malas noticias: no han sido aceptados en Harvard, la universidad de mayor prestigio del país y, con probabilidad, del mundo. Muchos se lo tomarán como una decisión injusta que les impide codearse en otoño con la elite del país entre los edificios adustos del campus y los parques alfombrados de hojas secas de Nueva Inglaterra. Algunos, en especial estudiantes de origen asiático, creen que se quedan fuera por discriminación racial. La Justicia les ha dado la espalda. Una juez federal, Allison Burroughs, acaba de decidir que Harvard no discrimina a los estudiantes de raza asiática en su proceso de selección, en un espaldarazo fenomenal a las universidades que utilizan métodos de discriminación positiva para tener un alumnado diverso, en una batalla legal que apunta a dirimirse en el Tribunal Supremo. Distinción racial Como muchos otros centros universitarios, Harvard utiliza la raza entre diferentes factores para decidir sobre la admisión o rechazo a solicitantes. La doctrina del Supremo permite que que se utilice la raza como un factor dentro de una revisión "holística" de los méritos de cada estudiante, pero sin la posibilidad de establecer cuotas para distintas razas y con la obligación de explorar métodos alternativos, basados en extracción social o geográfica, que cumplan el mismo objetivo sin tener que acudir a la distinción racial. Esa doctrina fue reafirmada en una batalla legal similar en la Universidad de Texas, que acabó con una sentencia del Supremo en junio de 2016 que mantenía, con esos límites, la discriminación positiva. Ahora, con el alto tribunal con un corte más conservador tras la llegada del juez Brett Kavanaugh, nominado el año pasado por Donald Trump, quienes buscan poner mayor coto a la discriminación positiva podrían tener una oportunidad mayor. Para el curso que se acaba de iniciar en Harvard, 43.330 jóvenes solicitaron su ingreso. Las plazas ofertadas por la universidad fueron 1.950 se espera que acaben formando parte del año escolar unos 1.660 estudiantes, por lo que el porcentaje de admisión es solo del 4,5%. Los estudiantes de raza asiática suponen el 25,4% del cuerpo de estudiantes, mientras que el 14,8% son negros y el 12,4% son hispanos, según los datos de la universidad, que no especifica el porcentaje de blancos admitidos. La sentencia viene de una demanda interpuesta en 2014 por un grupo que representa en su mayoría a estudiantes de raza asiática llamado Estudiantes por Admisiones Justas. En esencia, acusan a Harvard de discriminar a solicitantes de raza asiática con penalizaciones en la revisión de sus méritos y con el objetivo de limitar su cuota en el alumnado para privilegiar a otros grupos raciales. Según la demanda, la universidad discrimina a los estudiantes "con prejuicios y estereotipos sobre sus calificaciones", busca hacer ingeniería social para conseguir sus objetivos con "equilibrios raciales", otorga demasiado peso a la raza a la hora de tomar sus decisiones de admisión y no ha hecho esfuerzos suficientes para encontrar sistemas alternativos para conseguir diversidad en el campus que no dependan de la raza. La batalla legal fue una puerta abierta al sistema de admisiones de Harvard, una universidad privada que no especifica los baremos en los que basa el filtro de estudiantes. Según los datos que tuvo que entregar a los demandantes, la decisión se basa en puntuar del 1 al 4 a los estudiantes en el ámbito académico, extracurricular, personal y deportivo y se tiene en cuenta su género, raza y etnicidad. Penalización excesiva Una de las principales quejas de los demandantes es que hay una "penalización significativa" contra los asiáticos cuando se evalúan sus cualidades personales, como el liderazgo, coraje o bondad. Según ellos, se les puntúa generalmente peor que a los blancos por prejuicios raciales y se les acepta menos que a los negros o hispanos con características similares. Harvard negó esa penalización y solo admitió que la raza es un "plus" que puede determinar que un estudiante consiga la admisión y que, de no utilizarla, el número de alumnos negros e hispanos en el campus caería considerablemente. La juez Burroughs dio la razón a Harvard, y consideró que su sistema de admisiones "puede ser imperfecto", pero que las disparidades estadísticas entre diferentes grupos raciales "no son el resultado de una animosidad racial ni de un prejuicio consciente" y defendió la utilización de discriminación positiva para conseguir un campus diverso. "El uso de la raza beneficia a ciertos grupos raciales y étnicos que, de lo contrario, estarían infrarrepresentados en Harvard, por lo tanto no es un uso ilegítimo de la raza ni el reflejo de un prejuicio racial", defendió en su sentencia la magistrada. Los estudiantes asiáticos están "decepcionados" con la sentencia y apelarán ante el Supremo. Habrá que ver qué decisión toma el alto tribunal, pero si se parece a la posición defendida por la Administración Trump, la discriminación positiva en la universidad podría tener los días contados. Nada más llegar al Gobierno, Trump revertió la política educativa de Barak Obama, que recomendaba a los centros educativos que tuvieran en cuenta la raza para diversificar los campus. La Justicia respalda la discriminación positiva de Harvard La batalla legal entre la universidad más prestigiosa del mundo y los estudiantes asiáticos acabará en el Supremo de Estados Unid En España la etnia de los alumnos no influye aún en el acceso a la universidad. No obstante, un Real Decreto aprobado en 2014 establece que se deben reservar plazas a distintos colectivos para facilitar su acceso a la enseñanza superior. Para los estudiantes que hayan superado la prueba de acceso a la universidad de mayores de 25 años, se destina un 2% de las plazas. Además, un máximo del 3% de los puestos están reservados para mayores de entre 40 y 45 años que acrediten experiencia profesional. También se destina al menos un 5% de las plazas ofertadas para los alumnos con una discapacidad igual o superior al 33%. Los deportistas de alto nivel y de alto rendimiento tienen asignado un 3% de los puestos en la universidad, según un Real Decreto de 2007. Por último, los estudiantes que ya tengan una titulación universitaria oficial o equivalente, se reservarán al menos un 3% de las plazas. En España no existe ninguna discriminación positiva por el género en la universidad, pero el pasado mes de agosto los socialistas lanzaron un documento en el que aparecía una propuesta que establecía una matrícula gratuita por ser mujer. La medida planteaba la gratuidad del primer año de matrícula en la universidad para las jóvenes que se matriculen en carreras STEM -de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas- "donde haya de media menos de un 30% de estudiantes mujeres". Además, abren la puerta a aplicar puntos adicionales en las solicitudes de becas para estos estudios de grado y postgrado. La etnia de los alumnos no influye en el acceso a la universidad en España Estudiantes asiáticos (arriba), graduados en la prestigiosa universidad afp

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