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ABC MADRID 01-10-2019 página 3
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ABC MADRID 01-10-2019 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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quiniela para el 10-N Resulta temerario apostar a dos meses vista, pero el tema es tan crucial y la inquietud tan grande que hay que hacerlo, para eso le pagan a uno. En mis años de corresponsal en Estados Unidos desarrollé una fórmula para adivinar el ganador de las elecciones presidenciales que rara vez me falló. Consistía en observar minuciosamente las convenciones de los dos grandes partidos para elegir candidato, pero más que a estos, a lo que había detrás de las bambalinas, para enterarme de cómo había logrado la victoria. Si era fácilmente o con dificultades, con lucha o sin ella. Y comparando a los dos finalistas, elegía al que menos trabajo le había costado, es decir, el que menos sangre había derramado. Que resultaba, como he dicho, casi siempre el ganador. Mientras que al que le costara Dios y ayuda llegar a la batalla final por la presidencia, dejando tras sí un montón de cadáveres (políticos, desde luego), perdía. La norma, aunque burda, tiene, muchísimo sentido común: si a un partido le cuesta tanto trabajo ponerse de acuerdo en elegir líder, mal podrá hacerlo sobre los asuntos que conciernen al conjunto de la nación. Visto desde otro ángulo: un candidato que es discutido por buena parte de los suyos difícilmente logrará el apoyo necesario para gobernar el país. ¿Sirve también para España? Me gustaría, al indicar que los españoles no nos dejamos llevar por filias y fobias al elegir a nuestros representantes, sino por el bien común. Pero mucho me temo que, por bien común los españoles entendamos el que nos favorece personalmente, que no siempre coincide con el de todos. Aún así, hagamos el experimento: ¿Qué partidos tienen más problemas internos? Sin duda alguna, Podemos a la cabeza, que ha visto como importantes figuras se le han ido y una de ellas ha llegado al punto de constituir un partido con un programa parecido al suyo, pero más flexible, más moderno, que puede resultar más atractivo, sobre todo a los jóvenes que buscan la novedad. Una regla, sin embargo, que puede contrarrestarse con otra de igual calibre: puestos a elegir entre el original y la copia, suele elegirse el original. Poniendo nombre a las cosas, si Iglesias y Errejón ofrecen la misma mercancía, ¿para qué cambiar? A fin de cuentas, también hay que premiar la lealtad, y Errejón no es precisamente un campeón de la misma. Aunque ofrece lo que Iglesias rechaza, sumisión a Sánchez. Pero ésa es otra cuestión. A Ciudadanos le ocurre algo parecido. Instalado en el centro del espectro ideológico, Albert Rivera ha podido pactar a izquierda y derecha sin perder prestigio y ganando encima la fama de flexible. Pero la radicalización que ha sufrido últimamente la política española, junto al desafío del secesionismo catalán al Estado y la aparición de Vox como adaliz de la extrema derecha ha obligado a Rivera a adoptar un acento netamente conservador. Ese trajín de lealtades ha pasado factura tanto a él como a su partido, que reflejan las encuestas y explican la salida de figuras de su equipo directivo, disconformes con su negativa a pactar con Sánchez e incluso a entrevistarse con él. Lo que está ocurriendo, sin embargo, es fácil de entender: la mayoría de los votantes de Ciudadanos proceden del PP, descontentos con la tibieza de Rajoy ante el nacionalismo catalán, aunque luego aplicó el 155, y Rivera, temeroso de que vuelvan a su casa madre, ha de endurecer su postura y ahora es él quien pide que se aplique el 155, antes incluso de que Torra cumpla sus amenazas de "hacerlo de nuevo", es decir, de repetir la declaración unilateral de independencia si los líderes del "procés" son condenados y no reciben un indulto automático. Pero todo esto que les cuento lo conocen ustedes, por lo que vayamos al grano. Las tendencias apuntan un cambio de marea: bajan los partidos nuevos y suben los tradicionales, más el PP que el PSOE. Pero éste le lleva tal ventaja que parece imposible que le alcance en los dos meses que quedan para la votación. Claro que en dos meses puede pasar hoy más que en dos años no ha mucho y dos siglos en otras edades. El primero en saberlo es Pedro Sánchez. Basta verle la cara, que denota una enorme tensión. Quería ser el amo del cotarro, con Iglesias colgado de la brocha en su asalto al cielo, Rivera desplazado del cómodo centro, el PP todavía reajustando su nuevo liderazgo y los nacionalistas pidiéndole compasión para sus presos. Y resulta que está enemistado con todos ante unas elecciones inciertas. Un buen mirador sobre el panorama y las perspectivas del desenlace de la batalla pueden ofrecérnoslo no los combatientes en el fragor de la lucha, sino los asuntos más debatidos durante la misma, especialmente el que los norteamericanos llaman el burning issue, el tema candente que ha prevalecido. El competidor que antes lo haya invocado y lo convirtiera en su consigna electoral tiene una enorme ventaja sobre los demás, que tendrán que imitarle para ponerse a tono con el electorado. Se lo explico con un ejemplo: en las últimas elecciones generales, el tema dominante fue la aparición de Vox, que hizo temer, tras el desastre socialista en Andalucía, un vuelco hacia la derecha en el país. Lo que movilizó a la izquierda, con el consiguiente récord de participación y una cómoda mayoría del PSOE. Hoy, sin embargo, se ha comprobado que Vox, aunque tiene un núcleo fuerte y firme de seguidores, está confinado a la derecha de la derecha, que puede incomodar a esta tanto o más que a sus rivales, pero le falta mucho para dirigir la misma. Mientras el problema catalán ha resurgido con toda su virulencia y amenaza con inflamarse aún más con la sentencia de los líderes secesionistas procesados y prácticamente nulas las esperanzas de indulto, que condenaría al que lo firmase ante la gran mayoría del pueblo español, más, cuando la frustración provocada por su fracaso ha desencadenado en el secesionismo una huida hacia delante que le lleva a acciones violentas como las que planeaban los miembros de los Comités para la Defensa de la República recientemente detenidos y defendidos por sus líderes, que descubren sus intenciones. Si éste es el tema y el ambiente en que va a votarse el 10-N, no es arriesgado decir que el resultado será un anti 28-A. Un mayor equilibrio entre los dos grandes partidos y un descenso de los pequeños, sin que la presencia de Errejón cambie el plano general porque los votos que consiga se los quitará a su excolega Iglesias y la suma total será la misma. Dicho todo esto con las precauciones que exige una situación tan volátil como explosiva, aunque al quitar la pancarta propolíticos presos del Palacio de la Generalitat Torra ha mostrado no querer la suerte de su antecesor. Bullicioso, pero cobarde. Seguro solo es que Pedro Sánchez no se rendirá. Y si en Wall Street aseguró a los inversores internacionales que no teman por su dinero en España, aquí es capaz de ofrecer a Casado un gobierno de coalición, si ve en peligro el Falcon, las cumbres de dignatarios y el colchón de La Moncloa. Lo dudoso es que Casado lo acepte. Así que otras elecciones en 2020. José María Carrascal es periodista "Seguro solo es que Pedro Sánchez no se rendirá. Y si en Wall Street aseguró a los inversores internacionales que no teman por su dinero en España, aquí es capaz de ofrecer a Casado un gobierno de coalición, si ve en peligro el Falcon, las cumbres de dignatarios y el colchón de La Moncloa. Lo dudoso es que Casado lo acepte. Así que otras elecciones en 2020" nieto POR josé maría carrascal

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