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ABC MADRID 05-08-2019 página 5
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ABC MADRID 05-08-2019 página 5

  • EdiciónABC, MADRID
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España lleva sin Gobierno desde el pasado 28 de abril y, de hecho, a falta de una mayoría estable, desde 2015; los ministros se conforman con gestionar los asuntos corrientes. Sin embargo, España sobrevive, y sobrevive bastante bien, a juzgar por la economía. Desde 2015, el paro ha descendido del 21 por ciento al 15 por ciento de la población en edad de trabajar; el crecimiento ronda el 2,5 por ciento anual, lo que es un buen ritmo para Europa; los tipos de interés de los préstamos del Estado han caído del 1,8 al 0,4 por ciento, una señal de confianza por parte de los mercados financieros. ¿Es posible que la economía española funcione mejor sin Gobierno que con él? No es un caso aislado, puesto que Bélgica vivió sin Gobierno más de dos años, en 2010-2011, sin que ello tuviera repercusiones negativas para el crecimiento; Holanda, durante ocho meses en 2017; y Alemania, seis meses en 2017-2018. En Estados Unidos, Donald Trump tuitea más que gobierna, puesto que en dos años y medio, de 65 carteras ministeriales o equivalentes, 48 han cambiado de titular, con largas ausencias entre estos cambios, y la economía estadounidense no ha sufrido ningún daño perceptible. Si todos los Gobiernos andan repitiendo que controlan el crecimiento y el paro, ¿cómo se explica semejante misterio? Podríamos responder con una broma: en la década de 1950, un político francés considerado inmovilista afirmaba que "no existe ningún problema que la falta de solución no pueda resolver". Siendo rigurosos, debemos admitir que las economías modernas y complejas ya no obedecen los mandatos de los Estados. Las empresas llevan a cabo estrategias a largo plazo, indiferentes al impacto de los anuncios de los políticos. El tiempo de la economía es largo; el de la política, breve. Los instrumentos tradicionales de la política económica, como los tipos de interés y las variaciones impositivas, solo tienen un efecto marginal, y ni eso, porque la política económica es nacional, mientras que las grandes empresas sobrepasan las fronteras. Lo que importa ahora es la innovación, los intercambios, la estabilidad de la ley; y también sabemos que en economía son vitales las instituciones, más que los políticos. El economista y estadista francés Raymond Barre, que fue mi maestro, afirmaba que "es mejor tener una mala política económica que dure mucho tiempo que una buena que dure poco", pues las empresas se adaptan al largo plazo. Las economías que prosperan son siempre aquellas en las que el Estado es fuerte y predecible, más allá de los aspavientos de los Gobiernos del momento. En todos los casos que he citado, los Gobiernos están ausentes, pero el Estado está muy presente, administrado por una tecnocracia que garantiza la ley y la estabilidad de las instituciones. Por el contrario, comprobamos que, en los países más pobres, los Gobiernos son absolutamente poderosos y los Estados débiles o inexistentes. Sin embargo, no llevemos este razonamiento a la paradoja. Siguen siendo los Gobiernos los que construyen los Estados a largo plazo, y sus decisiones, cuando son estratégicas, ejercen una presión esencial sobre la economía y las relaciones internacionales. Por ejemplo, la liberalización del mercado laboral en España llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy ha contribuido decisivamente a reducir el desempleo; en Francia, la falta de liberalización a largo plazo lleva al resultado opuesto. En 2008, en Europa y en Estados Unidos, la bajada de los tipos de interés por parte de los bancos centrales probablemente mitigó los efectos de la crisis financiera. Semejantes decisiones estratégicas son raras, mientras que, por el contrario, los Gobiernos aparentan gobernar pregonando sin cesar las tasas de crecimiento o prometiéndolas, cuando, en general, no tienen nada que ver con ellas. Cuanto más se diversifican, innovan y globalizan las economías, más vacío suena este coro gubernamental. De esto no se deduce que la ausencia de gobierno sea mejor que un Gobierno activo. Los políticos, con una utilidad cada vez más marginal en la economía, siguen siendo esenciales, insustituibles, para gestionar las pasiones. Oponerse a la independencia de Cataluña, por ejemplo, exige un Gobierno decidido; no es cosa de tecnócratas. Gran Bretaña hoy corre el riesgo de desaparecer por falta de un Gobierno con ideas claras. La revuelta de los chalecos amarillos casi acaba con la sociedad francesa, hasta que el presidente Macron desactivó la crisis con habilidad. Los problemas reales de la desigualdad de ingresos y la migración dependen de una estrategia de gobierno, no de la tecnocracia. Por lo tanto, no llegamos a la conclusión de que la política, los partidos, los políticos y los Gobiernos son inútiles. Pero sí observamos el extraño contraste entre lo que dice un Gobierno y lo que realmente debería hacer para ser útil. Esto es válido para España y también para los nuevos dirigentes europeos. Si conocen a Christine Lagarde y a Ursula von der Leyen, prevénganlas. Las economías modernas y complejas ya no obedecen los mandatos de los Estados. Las empresas llevan a cabo estrategias a largo plazo, indiferentes al impacto de los anuncios de los políticos Gobernar en ausencia Problemas reales "Observamos el extraño contraste entre lo que dice un Gobierno y lo que realmente debería hacer para ser útil. Esto es válido para España y también para los nuevos dirigentes europeos" Carbajo&rojo POR GUY sorman diario de un optimista

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