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ABC MADRID 01-07-2019 página 27
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ABC MADRID 01-07-2019 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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Sin despeinarse el revoltoso flequillo, Trump volvió ayer a hacer Historia con otro de sus sorprendentes golpes de efecto. El sábado, desde la cumbre del G-20 en Osaka, se había citado con Kim Jong-un por Twitter y ayer se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en poner un pie en Corea del Norte. En una reunión preparada de improviso, Trump y Kim se encontraron en la frontera cerrada del Paralelo 38, que separa a las dos Corea desde el final de la guerra que enfrentó al Norte comunista con el Sur capitalista y con EE.UU. entre 1950 y 1953. Con su característico traje "tipo Mao" oscuro y una amplia sonrisa en el rostro, allí le estaba esperando para darle la mano Kim Jong-un, quien le invitó a entrar en su país, el más hermético y aislado del mundo y al que la Casa Blanca prohíbe ir. Como ya había avanzado al término del G-20 en Japón, Trump no dudó en dar un paso histórico sobre el bordillo que sirve de línea divisoria. Acompañado del joven dictador, caminó brevemente por el lado norcoreano, rodeado de fotógrafos y cámaras de televisión que no paraban de inmortalizar tan simbólico momento, algo impensable hace dos años, cuando sus países estaban al borde de la guerra. "Un nuevo futuro" "Cruzar esta línea es un gran honor. Se han alcanzado muchos progresos Esta es una amistad particularmente grande", se congratuló Trump, quien sentenció que "es un gran día para el mundo". Sonriendo con satisfacción, Kim Jong-un le respondió que su visita "es una expresión de su voluntad para acabar con el desgraciado pasado y entrar en un nuevo futuro", según informa la agencia surcoreana Yonhap. Tras su histórica cita en el Paralelo 38, mantuvieron una reunión a puerta cerrada organizada por el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, auténtico impulsor del diálogo con el régimen comunista de Pyongyang. En esta entrevista, que duró 50 minutos, ambos acordaron reiniciar las conversaciones sobre el desarme nuclear norcoreano, que estaban bloqueadas desde el fracaso de la cumbre de Vietnam en febrero. Poco después, el secretario de Estado, Mike Pompeo, confirmaba en la base aérea de Osan que los contactos empezarán a mediados de julio. Lo que no se sabe es quién encabezará la delegación norcoreana en las negociaciones, ya que hay sospechas de que sus responsables han sido purgados por el fiasco con que acabó la cumbre de Vietnam. Entre ellos destaca el exembajador de Corea del Norte en España, Kim Hyok-chol, quien no ha sido visto en público desde hace semanas. El periódico surcoreano "Chosun Ilbo" publicó que había sido ejecutado, pero la CNN ha difundido que está vivo y bajo custodia. Aunque en la reunión de Trump y Kim no hubo más anuncios importantes, el mero hecho de que un presidente estadounidense se encuentre con un dirigente norcoreano en el Paralelo 38 es ya una gran noticia. Mientras los antecesores de Trump visitaban este lugar con cazadoras de camuflaje para atisbar dentro de Corea del Norte con prismáticos y rodeados de guardaespaldas y soldados, él lo ha hecho trajeado y de la mano de Kim Jong-un. Con esta visita, ambos han reabierto las comunicaciones tras el fiasco de Hanói. Sorprendiendo a todo el mundo una vez más, Trump se marchó de improviso al no llegar a un acuerdo con Kim sobre el levantamiento de las sanciones internacionales a cambio del cierre de sus instalaciones atómicas. A pesar de aquel plantón, parece que sigue habiendo buena química entre los dos. Desde aquel revés, las relaciones entre ambos países se habían vuelto a deteriorar y Pyongyang hasta había empezado a disparar nuevos misiles de corto alcance para llamar la atención de Washington. Con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, trabajando en la sombra para tender puentes, se ha vuelto a recuperar la distensión y todo indica que la entrevista de ayer es solo el primer paso para una próxima cumbre entre Trump y Kim, que sería ya su cuarto encuentro desde junio de 2018. Tras verse en Singapur y Hanói, esta nueva reunión tuvo lugar en plena Zona Desmilitarizada del Paralelo 38, que separa la península coreana. Así se conoce a una franja de terreno de unos 250 kilómetros de largo por cuatro de ancho plagada de soldados, tanques, cañones y minas. A 53 kilómetros de Seúl y 240 de Pyongyang, allí se encuentra el Área de Seguridad Conjunta de Panmunjom, que sirve de frontera cerrada entre ambos países y ha acogido el encuentro entre Trump y Kim. El escenario habitual Escenario habitual de las conversaciones diplomáticas entre el Norte y el Sur, en Panmunjom recibió también el dictador norcoreano al presidente del Sur en abril del año pasado. Dicha cumbre sirvió para consolidar el deshielo con el régimen de Pyongyang, que empezó meses antes durante los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en el Sur y prosiguió en Singapur y Hanói. En Panmunjom se han vuelto a reunir Trump, Kim y Moon para desatascar las conversaciones sobre desarme nuclear y avanzar en la normalización con Pyongyang. Como último conflicto que queda de la Guerra Fría, EE.UU. y Corea del Norte no tienen lazos diplomáticos y están enfrentados por el programa atómico y militar de Kim Jong-un. "El saludo histórico es un importante paso en la ruta hacia la paz. Pero el destino de la región, y bastante posiblemente del mundo, no se puede dejar a Trump y Kim. Implicar a la comunidad internacional y los tratados como el de prohibición de armas atómicas son el único modo de conseguir una desnuclearización integral y verificable en toda la península coreana", analizó en una declaración enviada a ABC Akira Kawasaki, miembro de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, que ganó el Nobel de la Paz en 2017. Para Kawasaki, "el trabajo continuado del presidente (surcoreano) Moon por la paz y la desnuclearización debería ser elogiado. Seúl debe ayudar más a desnuclearizar la península terminando su dependencia de armas atómicas (de EE.UU.)". Simbólico como Nixon Antes de verse con Kim Jong-un en Panmunjom, Donald Trump y Moon Jae-in visitaron a las tropas estadounidenses acantonadas en la Zona Desmilitarizada. En Corea del Sur permanecen 28.500 soldados norteamericanos, por los que el presidente Trump quiere que el Gobierno de Seúl pague más para seguir con su misión de protección frente a las amenazas de Pyongyang. En caso de que prosperen las negociaciones sobre el desarme nuclear norcoreano, es probable que dicha presencia militar no sea necesaria en el futuro. Pero, a la espera de ver cómo se desarrolla el proceso, no hay duda de que la jornada de ayer será histórica para las relaciones entre Washington y Pyongyang. Aunque la visita a Panmunjom no fue más que uno de esos gestos para la galería que tanto le gustan a Trump, estuvo lleno de simbolismo por pisar la última frontera de la Guerra Fría. Algo parecido a lo que hizo Nixon con su histórico viaje a China en 1972. Con su habitual tono propagandístico, los medios norcoreanos informarán a bombo y platillo de este encuentro en el Paralelo 38. Por tercera vez en un año, los norcoreanos verán a su caudillo con el hasta hace poco odiado "enemigo imperialista" de EE.UU., lo que indica un cambio de timón y sugiere una tímida apertura si prospera el diálogo nuclear y se levantan las sanciones sobre Pyongyang. Con la vista puesta en la próxima cumbre, Trump ya dijo ayer que estaría encantado de que Kim fuera a visitarle a la Casa Blanca. afp P. M. DÍEZ Corresponsal EN ASIA Dividiendo la península coreana entre el Norte comunista y el Sur capitalista desde hace más de siete décadas, el Paralelo 38 fue la primera frontera de la Guerra Fría y es la última que queda. Cerrada al tránsito, es una franja de "tierra de nadie" de cuatro kilómetros de ancho y 248 de largo conocida como la Zona Desmilitarizada. A pesar de su nombre, es el lugar del mundo con mayor concentración de soldados, armamento y minas enterradas por metro cuadrado. Hay tantas que se tardaría años en quitarlas. Como último vestigio de la Guerra Fría, con sus soldados armados tras las alambradas, el Paralelo 38 atrae a miles de viajeros en busca de su anacrónico encanto bélico. A unos 60 kilómetros al norte de Seúl, el luga más impactante es el puesto de Panmunjom, donde Trump y Kim Jong-un se encontraron ayer. Además de ser el escenario donde el Norte y el Sur se reúnen para sus contactos, se ha convertido en un popular destino turístico porque se puede ver a pocos metros a los soldados del otro lado. Justo en medio, una fina raya de cemento marca la frontera entre las dos Coreas, atravesando sus famosas casetas azules como símbolo de la herida abierta entre ambos países. A unos metros de donde se firmó el armisticio que puso fin a la guerra librada entre 1950 y 1953, en la que la Unión Soviética y China apoyaron al Norte y Estados Unidos y 21 países de la ONU al Sur, el puesto de Panmunjom parece sacado de una película de espías. Rígidos como estatuas, con los puños cerrados y apretando la mandíbula bajo sus gafas de sol, los militares del Sur asoman medio cuerpo tras las casetas a unos pasos de los soldados del Norte. Escenario de enfrentamientos, como el "incidente del hacha" que costó la vida a dos militares estadounidenses en 1976 o la deserción en noviembre de 2017 de un soldado norcoreano tiroteado por sus compañeros, la frontera del Paralelo 38 tiene otros "encantos". Desde el Puente Sin Retorno, donde ambos bandos se intercambiaban espías durante la Guerra Fría, hasta el estrecho y claustrofóbico Tercer Túnel, cuyo kilómetro y medio de longitud fue excavado por Pyongyang a 300 metros de profundidad para que su Ejército pudiera invadir el Sur. Otro punto de interés es el observatorio del Monte Dora, desde donde se puede ver con prismáticos Corea del Norte y el "pueblo de la propaganda" de Kijong-dong, ya que se piensa que nadie vive en las dignas viviendas construidas intencionadamente allí. Mientras en Kijong-dong se alza una bandera de 160 metros de Corea del Norte, al otro lado, en Imjingak, se ha instalado un parque de atracciones con carruseles y un barco vikingo, como el de las ferias, junto a aviones y tanques de la contienda. Una vía muerta A su lado pasa el tren que va a la estación de Dorasan, construida en plena Zona Desmilitarizada gracias al acercamiento entre las dos Coreas en el año 2000. Aunque esta línea ferroviaria iba a seguir hasta Pyongyang, acaba a pocos metros de la estación ubicada en el lado norcoreano. Dorasan es la última estación del Sur, o la primera del Norte pensando en la reunificación. Como un triste recordatorio, sus carteles indican que la capital surcoreana se halla a 56 kilómetros y a 240 la del Norte, para la que hay un andén. Cruel metáfora de las relaciones entre las dos Coreas, es una vía muerta. En plena Zona Desmilitarizada, una franja minada que separa a las dos Coreas, se ubica el lugar donde se vieron Trump y Kim Jong-un Última frontera de la Guerra Fría Turismo Al Paralelo 38 llegan miles de viajeros atraídos por su anacrónico encanto bélico Armisticio A unos metros se firmó el armisticio que puso fin a la guerra librada entre 1950 y 1953

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