ABC MADRID 19-04-2019 página 88

Holanda multicolor se viste estos días con los caprichosos tonos de los mil y un tipos de tulipanes que crecen en los pólderes, los terrenos ganados al mar que se desaguan constantemente y resultan perfectos para incubar los bulbos. Una vez nacidos, iluminan sus corolas con el optimismo de la primavera y conforman mosaicos impresionistas que quedan grabados en la retina de quien los contempla, sirviendo de poso a esa afabilidad propia de los Países Bajos. Los campos de tulipanes se enfrentan últimamente, sin embargo, a una plaga de difícil extinción: los turistas. Los floricultores holandeses, hartos de que los visitantes low cost pisoteen las flores para hacerse la típica foto, han desplegado este año pancartas y barreras pidiendo respeto. "Disfruta las flores, respeta nuestro orgullo", dicen en inglés y en chino los nuevos letreros que indican lo perjudicial de pisar encima de tan delicado cultivo en el parque Keukenhof, nombre que reciben las 32 hectáreas de campos de tulipanes y que significa "Jardín de la cocina" en neerlandés. Cada floricultor, estima la asociación que los reúne, pierde al año una media de 10.000 euros por este motivo. "Claro que estamos contentos con la atención y las visitas, nos da mucha publicidad, pero deben respetar nuestro esfuerzo, para que todos podamos disfrutar del resultado", afirma Simon Pennings, productor de tulipanes en Bollenstreek desde hace más de 40 años y que esta primavera ha habilitado un espacio para los adictos a los selfis, donde pueden hacerse la foto con el fondo florido sin causar los mismos destrozos que han tenido como consecuencia el cierre del último mercado de tulipanes flotante. Todo por un selfi El último puesto del Bloemenmarkt ha cerrado sus puertas debido a "los grandes grupos de turistas que toqueteaban las flores y se apretujaban para hacerse fotos, impidiendo además que atendiésemos como es debido a los clientes de toda la vida", explica Michael Saarloos, cuya familia comenzó a vender flores en 1943 y ahora abandona los canales de Ámsterdam y termina con una de las más renombradas tradiciones de la ciudad. El Bloemenmarkt, fundado en 1862, forma parte del anillo de canales de la Unesco, pero casi todos sus puestos han ido dejando la venta de flores para dedicarse a los zuecos y los imanes. La única planta que parece sobrevivir a la plaga son las macetas jóvenes de cannabis, junto a desmoralizadores tulipanes y bulbos de madera o plástico. "He tenido suficiente de turistas que arruinan mi mercancía", se ha despedido Saarloos en el periódico holandés "De Trouw" al cerrar el último de los puestos flotantes de flores naturales en el denominado "Jardín de Europa". Los 18,5 millones de visitantes que acuden cada año amenazan la supervivencia del negocio de los tulipanes. Para el 2025, se espera que la cifra de turistas se haya elevado hasta superar los 23 millones en una ciudad de 850.000 habitantes. "Es una flor delicada, incompatible con el comportamiento de quien la pisotea", explica Pennings, "seguiremos cultivando para exportar, pero aquí en casa cada día es más necesario proteger a los tulipanes de los turistas". el pulso del planeta Holanda protege sus tulipanes de los turistas Cierra el último puesto de Bloemenmarkt, el mercado de las flores de Ámsterdam, debido a la falta de civismo de los grandes grupos de visitantes efe En los puestos flotantes del llamado "Jardín de Europa" se han sustituido las flores por otros productos La anticlerical Colombine fue una Semana Santa a París, se metió en la iglesia de la Sorbona y escribió: "Sentimos por anticipado el soplo de la Resurrección" España tiene su Margaret Mead en Rocío Ruiz, cuya Samoa es la Semana Santa de Andalucía, donde, con eso, ha llegado a hermana mayor de la cofradía de la Igualdad en el gobierno de los Juanmas. En las procesiones, Ruiz ve "desfiles de vanidad y rancio populismo cultural", entretenimiento de plebeyos que "se destrozan la columna por cargar enormes trozos de madera". Me quedo con la fiesta pagana que atrae el turismo y llena las tabernas. Para Santayana, en la tradición cristiana un misterio metafísico ocupa el lugar de una figura poética, expresando el primero, mediante un pequeño drama milagroso, la emoción que expresaba la última con una frase aventurada. La Eucaristía es a la Última Cena lo que un centauro es a un jinete o una tragedia a un canto. Pero, en su visión de la Semana Santa, Ruiz, seguramente la intelectual más solvente de la gran familia liberal de Ciudadanos, está menos cerca de Santayana que del Padre Isla, pues su ensayo parece redactado en el estilo pegadizo de una carta de despecho a un novio. En el segundo capítulo de su "Fray Gerundio de Campazas", Isla refiere el flechazo entre el padre de Gerundio, Antón Zotes (A. Zotes, azotes) y su madre Catanla: Antón se cosca de la predilección de las paisanas por los penitentes y se apunta a salir en la procesión del Jueves Santo. Para exagerar el espectáculo de un sufrimiento que llame la atención de Catanla, Gerundio encorva el cuerpo para exprimir la sangre. El mayordomo, al verlo desangrar, le saca de la procesión y lo envía a casa a curarse, y Catanla se va con él. Lo que pasó entre los dos no se sabe Al fin y postre se casaron, y la buena de la Catanla no parió ("un niño como unas flores") hasta el tiempo legal y competente. Y es que, como dijo Bonafoux, en España "tampoco hay anticlericales". Pensaba en Colombine, una Ruiz que fue a París en Semana Santa, se metió de rondón en la iglesia de la Sorbona y escribió: "Sentimos por anticipado el soplo de la Resurrección". ignacio ruiz-quintano SEMANA SANTA visto y no visto Verbolario Cambiar, v. tr. Desprenderse de lo que uno creía que era. POR RODRIGO CORTÉS rosalía sánchez corresponsal en berlín ABC_MADRID_20190419