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ABC MADRID 01-04-2019 página 37
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  • EdiciónABC, MADRID
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Aitor santos moya mADrid Fue un grito mudo, pero ensordecedor. Al compás de miles de palmas sonando al unísono, la España vaciada cerró ayer en Madrid una jornada histórica para luchar contra el mal endémico de la despoblación. Entre 50.000 personas, según la Delegación del Gobierno, y 100.000, en cifras de los organizadores, desfilaron ayer desde la Plaza de Colón a Neptuno para pedir de una vez por todas un espacio digno en el tablero demográfico. Y lo hicieron, en mitad de un ambiente festivo que ni la intensa lluvia, caída durante casi todo el recorrido, fue capaz de apagar. La marcha, eminentemente ciudadana, mantuvo a la cola a los cinco ministros asistentes y a otros dirigentes políticos, como Albert Rivera, en un discreto segundo plano. "La España vaciada es tan generosa, que hemos traído la lluvia para ayudar a paliar la contaminación en Madrid", advirtieron desde el escenario. Un toque de humor, antes de ponerse serios. La cuestión, por silenciada que haya estado durante décadas, no es baladí. "Estamos aquí para que nos toméis en serio. No solo para salir en las noticias. Pensad que si nos quedamos sin gente en nuestras tierras, no habrá nada que contar", añadieron, en clara alusión a los anuncios realizados por los partidos políticos en plena carrera por alcanzar la Moncloa. Encabezadas por "Soria ¡Ya!" y "Teruel Existe", más de 90 plataformas, de 23 provincias, dieron vida a un movimiento de protesta, con una mochila cargada de historias. Historias, como las de Esther y Daniel, obligados a emigrar en su propio país; o las de Mercedes y Javier, supervivientes al éxodo que ha dejado en el alambre hasta 14 provincias según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), con el 80 por ciento de sus municipios más pequeños, de menos de 1.000 habitantes, en riesgo de extinción. Con estos ingredientes, la receta de la indignación estuvo servida. "Venimos a pedir que la gente se quede en los pueblos", apuntaba Mercedes Quince, llegada desde San Cebrián de Campos (Palencia), una villa de 400 habitantes que carece de escuela, centro médico y puesto de la Guardia Civil: "Con todos los que hables aquí, te van a decir lo mismo". O peor. "No tenemos ni bar" En Honrubia de la Cuesta (Segovia), David Fuentebero perdió el "honor" hace un tiempo de ser la persona más joven del municipio: "Vino una mujer de veintipocos y yo tengo 34 años". Con un censo de 61 habitantes, de los que solo 16 viven en el pueblo, por no quedar, ya no queda ni bar. "En diciembre lo cerraron", relataba, sin entender la agonía de una zona en la que un solo autobús circula los martes para conectar la comarca con Aranda de Duero. "Hay gente mayor que dependen de sus familiares para desplazarse. Están atrapados en su propia tierra", apuntaba en la misma línea, Andrés Benito, concejal de la cercana aldea de Villaverde de Montejo. Al ritmo que marcaban las dulzainas, tambores y otros instrumentos de la música regional castellana, los manifestantes caminaron el kilómetro y medio que separa las plazas de Colón y Cánovas del Castillo (Neptuno) para dejar paso a la lectura del manifiesto, a cargo de dos aragoneses: la directora de Radio Nacional de España, Paloma Zuriaga (Teruel, 1960), y el periodista Manuel Campo Vidal (nacido en Camporrells, Huesca, 1951). Ambos, reivindicaron un "gran pacto de Estado" ante la urgencia de iniciar la regeneración de la España vacía. La emoción se mezcló entonces con los cánticos ("¡Hay que luchar, hay que luchar, por nuestro medio rural!" y "Menos veraneo y más lucha en los pueblos", entre otros), en uno de los momentos más emotivos de la jornada. "Hay que dejar de una vez los estereotipos del mundo rural y empezar a pensar que los habitantes de los pueblos y las ciudades nos necesitamos mutuamente", incidía Javier Martín, de 48 años, que hace 20 decidió volver a Miño de San Esteban (Soria) tras terminar sus estudios en Madrid: "Hay 49 empadronados, pero realmente viven 25". Entre ellos, sus dos hijos mellizos, de 10 años, los únicos niños de todo el pueblo. Desde Teruel, la provincia más representada junto a la soriana, Esther Escusa acudió en uno de los 50 autobuses que se fletaron para la ocasión. "Vivo en Zaragoza, pero me crié en Escorihuela, donde residen mis padres", advertía. Además de la falta de servicios, esta mujer de 36 años sacaba a la palestra otro de las grandes obstáculos a los que la España rural debe de hacer frente: el mal estado de las carreteras. "En las zonas que nieva habitualmente, la gente se queda aislada". Su voz, como la de tantos otros, ayer resonó en Madrid para sonrojo de aquellos que, hasta hace poco, miraban para otro lado. alberto ferreras zamora Salieron de noche de sus pequeñas localidades para armar estruendo con sus tambores en la capital de España. No les importó madrugar. Bárbara Palmero, una pastora de un pueblo de Tierra de Campos puso el despertador a las 4.45 horas para viajar a Madrid. Su pueblo zamorano, Prado, tiene 55 habitantes censados, pero solo cuatro son población activa y hay dos jóvenes que el año que viene se irán a estudiar fuera. Esa radiografía demográfica se repite en muchos municipios de la España vaciada contra la que este domingo se han rebelado miles de personas en la manifestación de Madrid. Subida en el autobús que desde Zamora le llevó a la manifestación, Bárbara detalla sus razones de acudir a la "revuelta del Paseo de Recoletos", que justifica porque a la zona rural "nos han dejado como si fuéramos el último mohicano, nos sentimos encerrados como los indios en la reserva". Se queja de lo difícil que resulta el día a día en comparación con la capital de España. "¿Podríais imaginar que en Madrid el médico solo pasara consulta una hora a la semana o que la basura se recogiera un día a la semana?", se pregunta. "Es la pescadilla que se muerde la cola, se va la gente y se pierden servicios y al perderse servicios se va la gente", explica otra de las pasajeras del autobús, Ángeles Santos. Esta vecina de Fariza acude a la movilización desde un pueblo del "desierto demográfico" de la raya hispanolusa, una de las grandes áreas de despoblación de la península ibérica junto a la Serranía Celtibérica, ambas con una densidad de habitantes inferior a la de Laponia. Las reivindicaciones de los manifestantes no sólo van dirigidas contra la Administración, también reclaman "un cambio de mentalidad, tenemos que reivindicar el orgullo de ser rurales, pero que la sociedad también lo aprecie", indica. En la protesta en Madrid, los manifestantes también han comprobado a la entrada de Madrid que existe internet de alta velocidad y hay lugares sin zonas de sombra en la telefonía móvil, incluso bajo tierra, cuando en metro se han dirigido desde la estación Sur de Méndez Álvaro a la plaza de Colón. En ese aspecto insiste Víctor Manuel Reguilón, que regenta un bar en Torres del Carrizal. Aunque su pueblo está a solo 14 kilómetros de la capital zamorana "tenemos un ADSL que es una ruina, hay cortes, los técnicos han estado mirando el cableado del pueblo y han dicho que es horrible". Los problemas comunes han hecho emerger los movimientos ciudadanos impulsores de la manifestación, con "Teruel Existe" o "Soria Ya" a la cabeza. En Zamora, la provincia que más habitantes ha perdido en los últimos años en relación a su población, ha costado más contar aglutinadores que reivindiquen medidas contra la España despoblada. Hace algo menos de dos años nació Zamora10, una asociación impulsada por el empresariado y la sociedad civil con el objetivo de revitalizar e impulsar proyectos contra la despoblación y el envejecimiento "los dos grandes males" de la provincia, según expone el gerente de Zamora10, Francisco Prieto. Con una lista en la mano, a las siete de la mañana comprobó que todos los inscritos estaban presentes y se llenaron los dos autobuses que fletó Zamora10 para acudir a la manifestación. Prieto lamentó que de los más de 220 autobuses y varios vagones de trenes desplazados a Madrid para la protesta, en Zamora únicamente lograran completar dos, pese a ser gratuitos para los asistentes. "Somos menos reivindicativos, estamos más acomodados o quizá o somos tan conscientes del problema que ya tenemos y del que se avecina". ISABEL PERMUIY m. Álvarez

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