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ABC MADRID 23-11-2018 página 52
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  • EdiciónABC, MADRID
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52 CULTURA VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2018 abc. es cultura ABC Historia de Nuevo México Como en otros lugares, han tratado de quitar el nombre de Coronado: Nos han presionado para hacerlo vilización llena de riquezas animó a organizar una gran expedición en 1540. El virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, puso al frente al salmantino Vázquez de Coronado, un protegido al que había colocado como gobernador de Nueva Galicia, al Oeste del actual México. Éste encabezó un contingente de unos 250 soldados y más de mil indios que se sumaron a la expedición. Llegaron a Cíbola derrengados después de semanas de travesía. No encontraron ni rastro de las riquezas prometidas, solamente varios poblados indígenas, con pequeñas construcciones de adobe, en la ribera del Río Grande. Las crónicas de los exploradores recogen dos grandes batallas contra estos pueblos, pero el descubrimiento en el Sitio Histórico Coronado podría explicar que hubo más resistencia. Coronado, por Ferrer- Dalmau Coincidiendo con los hallazgos arqueológicos en Nuevo México, el pintor de batallas, Augusto Ferrer- Dalmau, pone imagen a otro episodio de nuestra historia: la expedición de Coronado Resistencia Hasta ahora, se había defendido que en lugares como este los indios abandonaban sus hogares ante la llegada de los españoles. Los restos encontrados prueban que hubo resistencia, aunque fuera ante un enemigos superior asegura Barbour. Con o sin pelea, Vázquez de Coronado no encontró allí el oro. Tampoco cuando, siguiendo otra leyenda, partió hacia el Noreste, hasta el extremo del actual Kansas, a otra ciudad supuestamente rica, Quivira. El explorador acabó por volver a México con las manos vacías. ¿Fue un fracaso su expedición? La leyenda animó a los españoles a adentrarse en nuevos territorios y contribuyó a la colonización que comenzaría pocas décadas después, con la expedición de Juan de Oñate. Como en tantos otros lugares, algunos han tratado de quitar el nombre de Coronado. Nos han presionado para hacerlo reconoce Barbour. Pero su expedición es parte de nuestra historia, en lo bueno y en lo malo. Para Nuevo México, es fundamental para entender quiénes somos Vázquez de Coronado: nuevo rastro de la búsqueda de una quimera Restos arqueológicos ofrecen claves de su fracaso en las Siete Ciudades de Cibola JAVIER ANSORENA CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Son solo unas piezas metálicas, el rastro de una batalla que ayuda a explicar una expedición histórica, tan malograda como legendaria. Durante el último año y medio, los arqueólogos del Sitio Histórico de Coronado, en Nuevo México, han peinado los restos del que fue el pueblo indígena de Kuaua para encontrar pruebas de la presencia del explo- rador que da nombre al lugar: Francisco Vázquez de Coronado, líder de la primera gran expedición española en las tierras que hoy son Nuevo México, Arizona, Texas, Oklahoma y Kansas, a mediados del siglo XVI. Matthew Barbour, director de la institución, explica que los detectores de metal han sacado evidencias de una batalla entre los españoles y los indios nativos. Se han encontrado balas de mosquete, puntas de flecha de ballesta, restos de armadura, clavos, cabezas de hacha o piedras arrojadizas. Todo indica que los exploradores buscaban saquear las reservas de alimento de los indios. Es probable que, para entonces, el sueño de descubrir grandes fortunas de oro se hubiera roto y sus necesida- des fueran más mundanas: llenar el estómago en una tierra inhóspita. Vázquez de Coronado y su expedición llegaron buscando las Siete Ciudades de Oro de Cíbola. En la creencia de su existencia se mezclan tradiciones de la mitología griega, leyendas de marineros y testimonios de pioneros en la frontera Norte del entonces incipiente imperio español en América. Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el esclavo Estabanillo, ambos supervivientes de la expedición malograda de Pánfilo de Narváez a Florida, escucharon hablar de ello en su regreso heroico a México por el actual Sur de EE. UU. También lo creyó el franciscano Marcos de Niza, que se adentró hasta el actual Nuevo México. La posibilidad de encontrar otra ci- Fue pintado en 1843 por Margaret Gillies El retrato perdido del joven Dickens se expone en Londres ABC LONDRES Llevaba perdido más de ciento cincuenta años, hasta que el año pasado apareció en una subasta en Sudáfrica, cubierto de moho. Hablamos del retrato en miniatura que Margaret Gillies hizo de Charles Dickens cuando éste contaba solo con treinta y un años, mucho antes de que una larga barba adornara su mentón y el paso del tiempo le robara su melena, configurando el rostro que pasaría a la historia. La obra data de 1843, la época en la que el escritor alumbró uno de sus relatos más célebres, Cuento de navidad aunque su aspecto juvenil está en las antípodas del cascarrabias señor Scrooge. Realizado en acuarela y gouache, el retrato fue expuesto en la Royal Academy of Arts en 1844. Ya en la década de 1860, Gillies anunciaba en una carta que no conocía su paradero. Y en 1886, después de una búsqueda falli- Charles Dickens, con 31 años ABC da, se determinó que la obra había desaparecido, dando comienzo así un misterio que ya toca a su fin, aunque solo en parte. No se sabe con certeza cómo la pintura llegó a Sudáfrica. Algunos especulan con que uno de los cuñados de la hija adoptiva de Gilles, que emigraron al país africano en 1860, se lo llevó allí. Pero ni estas especulaciones resuelven la gran pregunta de cómo el retrato de uno de los autores británicos más celebres de la historia apareció cubierto de moho, perdido entre baratijas. Lo que sí se sabe, como anunció el diario The Guardian es que ahora se expondrá en la sala Philip Mould de Londres, hasta el 25 de enero de 2019.

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