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ABC MADRID 12-11-2018 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA LUNES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2018 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO AQUELLA GUERRA VIL Es increíble cómo despreciamos hoy la mejor Europa de la historia L OS grandes mandatarios del mundo recordaron ayer en Francia el Armisticio firmado hace cien años en un vagón de tren, empanelado con nobles maderas y detenido en un bosque de Compiègne, en la norteña Hauts- deFrance. La rúbrica ponía fin a la guerra que jamás iba a ocurrir y que si estallaba nunca sería larga. Un conflicto entre imperios decadentes: de un lado el británico, el francés y el ruso; del otro, el alemán, el austrohúngaro y el turco. La mecha acabó prendiendo por todo el planeta, del Somme a Gallipoli, con setenta países enzarzados. No existe un balance exacto, pero en los cuatro años de carnicería murieron, entre militares y civiles, unos 20 millones de personas. En un solo día, el 22 de agosto de 1914, Francia perdió a 27.000 hombres. Tras el conflicto, los imperios combatientes y muchas monarquías de leyenda se eclipsaron (los Sajonia Coburgo Gotha del Reino Unido sobrevivieron reconvirtiéndose astutamente en los Windsor para camuflar su matriz alemana) Las novedades industriales llevaron la contienda a una escala de destrucción inédita. Las innovaciones en la artillería, responsable del 75 de los muertos, resultaron lo más letal. También nacieron algunos horrores del siglo XX, como el gas, que martirizó la memoria de muchos veteranos. La guerra dejó seis millones de mutilados y los daños psicológicos fueron insondables. Generaciones enteras de jóvenes desaparecieron. De la Primera Guerra Mundial se dice que fue una lucha de leones dirigida por asnos Acémilas sin entrañas hasta en el minuto final. El Armisticio se firmó a las 5.10 de la mañana del 11 de noviembre. Pero el mariscal francés Foch, jefe aliado, se entregó a la simbología y no quiso que entrase en vigor hasta las 11 de la mañana del día 11 del mes 11. En esas seis horas de impás, cuando ya todo había acabado y los soldados extenuados remoloneaban en sus trincheras de barro y mugre, murieron todavía 2.500 soldados. El último, el estadounidense Henry Gunther, un sargento que había sido degradado por quejarse de las condiciones en el frente. Quiso reivindicarse con un alocado ataque de bayoneta contra una posición donde los alemanes aguardaban la paz que llegaría en un minuto. Lo frieron a tiros casi sin querer, como en una última obligación. Campos de sangre en Flandes, cubiertos en primavera por las efímeras amapolas que cantó el poeta. Una paz vengativa en Versalles, fermento del rencor alemán. Algunos historiadores ven las dos guerras mundiales con un continuo, con la Guerra Civil española como ensayo general para el apocalipsis de los años cuarenta. Europa dos veces arrasada. El próximo mayo habrá elecciones europeas. Se anticipa la crecida de la Liga Norte, Podemos, Le Pen, la AfD, Syriza... Todos abominan de la Unión Europea y la globalización y propugnan una vuelta al redil nacionalista, con muros altos y feliz autarquía. La UE es un paquidermo con taras, cierto. Pero pasma que tanto demagogo sea incapaz de asumir que esa Unión ha traído la etapa de colaboración más larga, tranquila y próspera de Europa. Y ojo: al camino del Somme se llega pronto. Más rápido de lo que parece. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA DERRUMBE INSTITUCIONAL Una prueba ha sido la actuación de nuestros tres poderes con el impuesto sobre las hipotecas A FIRMABA José María Pemán, con su finura y gracia incomparables, que la separación de poderes no fue otra cosa sino un arreglito o componenda que hizo el buen sentido inglés para solucionar la revolución que decapitó al Rey Carlos I y evitar que los poderes se pelearan, dándole un poco al Rey, otro poco al Parlamento y otro poco a los jueces. El invento proseguía Pemán no tiene más enjundia que el arbitrio expeditivo del guardia urbano que separa a unos borrachos que se están zurrando a la puerta de un burdel. Pero en España a los poderes no basta con separarlos; más bien habría que divorciarlos y ponerles orden de alejamiento, para evitar que se despedacen entre sí. Son la prueba evidente de un clamoroso derrumbe institucional que nos confirma aquella perspicaz afirmación de Bertrand de Jouvenel sobre las dos dinámicas propias del poder del Estado: o se acrecienta hipertróficamente, hasta absorber en su seno todos los poderes sociales, envileciéndolos; o bien se desintegra a causa del parasitismo de quienes lo ejercen, utilizándolo al servicio de sus particulares intereses. Una prueba de este derrumbe institucional nos la ha brindado la actuación de nuestros tres poderes en el lío del impuesto sobre las hipotecas. Primeramente el poder legislativo redactó una norma asquerosamente ambigua que permitía las más pintorescas y arbitrarias interpretaciones. Pero la am- bigüedad delirante de la norma era, en realidad, el floreo de un rufián que quieren distraer con cuestiones leguleyas la iniquidad constitutiva de un impuesto confiscatorio con el que paga las parrandas de sus putitas, las señoras autonosuyas, que son unas tragonas insaciables. Pues lo que el poder judicial tendría que haber decretado es que este impuesto es una exacción inicua, en lugar de ponerse a descifrar el floreo del rufián. Pero en épocas de derrumbe institucional hasta el poder judicial está infestado de pintureros que se saltan a la torera la función primordial de un tribunal de casación (que no es otra sino casar sentencias) y se dedican a evacuar sentencias contradictorias, entrando al trapo en el juego de ambigüedades urdido por el rufián del poder legislativo. Claro que la sentencia populista que desató el lío no habría sido jamás evacuada si al frente del tribunal no hubiera unos baldragas que, en lugar de vigilar las maniobras de sus subalternos, se las dejen meter dobladas y luego pretenden absurdamente recoger la leche derramada, para mayor desdoro del Tribunal, mientras las masas que primero han sido halagadas y después dejadas a dos velas se encrespan. Y entonces aparece como una hiena que olisquea la carroña el doctor Sánchez, posando de Robin Hood ante la galería (pero todos sabemos de siete sobras que es el sheriff de Notthingam) y aliña un decreto demagógico para volver a halagar a las masas, a las que hace creer que el impuesto lo pagarán los bancos (como si los bancos no fuesen a repercutir el gasto sobre los prestatarios) consiguiendo, además, que las masas crédulas y fácilmente manipulables olviden que son el Estado y sus putitas tragonas los causantes de su desgracia. Y de paso, en el colmo de la carroñería, el doctor Sánchez desacredita a los baldragas del poder judicial, en vísperas del juicio al independentismo catalán. Así, en manos de rufianes, baldragas y carroñeros que se pelean como borrachos a la puerta de un burdel, se derrumban las instituciones y el Estado se desintegra. Y entonces resuena, feroz como una maldición bíblica, aquella frase profética de Donoso Cortés: El principio electivo es de suyo cosa tan corruptora que todas las sociedades civiles, así antiguas como modernas, en que ha prevalecido han muerto gangrenadas

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