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ABC MADRID 02-11-2018 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 TIEMPO RECOBRADO TRIBUNA ABIERTA MUJERES, DEJAD DE PESAR EL TIEMPO POR SUSANA VOCES Las mujeres llegaremos a ese punto de equilibrio cuando las notas que configuren la melodía social no se construyan con tiempo, sino con valores y conductas impulsadas por la igualdad y la diversidad A mera idea del balance entre la vida personal y la profesional me estresa. La aplicación de este concepto me lleva al territorio de la culpabilidad cuando no estoy con mi familia, y viceversa, cuando el trabajo me abruma. La trampa de esta forma de repartir la vida está en el reloj. Porque no sólo es una cuestión de tiempo, ni siquiera el tiempo es lo más importante, sino estar ahí, en la empresa y en la familia, en los momentos importantes. Los que se dejan atrapar por este debate y viven en el filo de la mala conciencia acuden a menudo a la excusa del tiempo de calidad Kathleen Bellehumeur, experta en gestión del conocimiento y directiva de la firma canadiense CPP Investment Board, derrumba el argumento: No podemos clasificar el tiempo en tiempo de calidad y tiempo de no calidad Porque ciertamente no podemos decidir por adelantado cuándo ocurrirán esos momentos de calidad. La noción misma de tiempo de calidad supone que nuestra visión de lo que hace que el tiempo sea de calidad o memorable es la misma que la de nuestros hijos ¿Y si no es una cuestión de tiempo, ni de su cualificación, cómo podemos arreglarnos para conciliar los que tenemos responsabilidades directivas? Mi primera respuesta me conduce a otra pregunta: ¿Todo el mundo entiende lo mismo por conciliar Y entonces aflora un segundo interrogante: ¿No estaremos cayendo de nuevo en la trampa del balance, más bien una balanza en la que pesamos cuánto tiempo pasamos en la oficina o enganchados a ella y con los nuestros, familia y amigos? Seas hombre o mujer, ocupar una posición directiva implica sacrificios y renuncias. La empresa es un universo muy competitivo que exige un gran compromiso de aquellos que no se conforman con ser parte de la masa salarial. La retribución económica es un estímulo capital para la inmensa mayoría de las personas, pero esas mismas personas también consideran muy importante el salario emocional, cuya cuantía depende básicamente de tres vectores: la incidencia de las condiciones laborales (ambiente, conciliación, cultura y beneficios) en la dimensión social de la persona, la contribución del desempeño de la posición al desarrollo profesional del trabajador y el grado de comunión entre el propósito de la empresa y el personal. Si ese salario emocional es medido solo en términos de conciliación, la trampa está servida. Conozco a pocas personas que sean capaces de dejar a un lado sus problemas familiares cuando entran por la puerta de la oficina y viceversa. Las preocupaciones tenderán a manifestarse a través del estado de ánimo y acabarán afectando a las relaciones laborales o familiares. Todos los trabajadores, pero especialmente los directivos por nuestra mayor responsabilidad en la gestión empresarial, tenemos que encontrar un equilibrio que no se mide con el cronómetro ni con la balanza. Prefiero pensar en términos de armonía. Decía Séneca que la armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias El directivo tiene que gestionar tales discordancias para tender a ese estado de flujo que no distingue entre las horas de trabajo y las de asueto, sino que la transición entre unas y otras se produce de forma natural, sin traumas ni sobresaltos. Cada persona interpretará el concepto de forma distinta y en función del momento profesional y vital en el que se encuentre. Por eso es fundamental que las organizaciones creen entornos de trabajo abiertos, flexibles y diversos que faciliten el diálogo y escuchen las necesidades del talento. Tienen que estar preparadas cuando las personas soliciten ayuda para encontrar su equilibrio. Una ayuda que PEDRO GARCÍA CUARTANGO EL ESPEJISMO DEL MAL La imagen de un Rodrigo Rato a las puertas de la cárcel de Soto tiene un gran poder de sugestión L A no hay que tener miedo a pedir en la empresa, y también a la familia y personas cercanas. Esto es aún más relevante para las mujeres que desempeñamos posiciones directivas. En términos generales podría decir culturales las mujeres estamos sometidas a una presión adicional tanto en el trabajo como en nuestro hogar. Respecto a la presión laboral, el estudio CEO Gender and Corporate Board Structures, dirigido por la profesora de la Universidad Central de Florida Melissa Frye, señala que las mujeres que ejercen como consejeras delegadas están sometidas a un mayor escrutinio que los hombres por parte de sus consejos de administración. Y respecto a la segunda presión, es evidente que la cultura dominante atribuye a las féminas una mayor responsabilidad en la gestión del hogar familiar. Hay muchísimas más mujeres que hombres que renuncian temporal o definitivamente a su carrera profesional para cuidar a los hijos. En música la armonía es la combinación de diferentes sonidos o notas que se emiten al mismo tiempo. La melodía es la sucesión de esas notas. Las mujeres necesitamos que las organizaciones, por un lado, y la sociedad, por otro, eliminen los ruidos que dificultan nuestro acceso a la armonía. No necesitamos que nos empujen, basta con que no nos frenen. Las mujeres llegaremos a ese punto de equilibrio cuando las notas que configuren la melodía social no se construyan con tiempo, sino con valores y conductas impulsadas por la igualdad y la diversidad. SUSANA VOCES ES DIRECTORA GENERAL DE EBAY ESPAÑA E ITALIA FIRMABA Sartre que lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra a él. Pero hay también una fascinación por esta pulsión que ha inspirado la literatura y el arte. La filosofía se ha ocupado también de la maldad, un terreno muy fértil para el debate intelectual. Georges Bataille venía a decir que la bondad desemboca en la nada, mientras que el mal es el ejercicio de una libertad que aspira a no tener límites. El bien no podría existir sin el contrapunto del mal. No hay que ser demasiado observador para constatar esa presencia permanente del mal en los medios de comunicación, atraídos por la proliferación de corruptos, canallas y arribistas que han protagonizado la vida pública de nuestro país. Ahí están las inefables grabaciones del ex comisario Villarejo como prueba de la degradación de unos dirigentes políticos que en público defendían la virtud pero que en su comportamiento privado contradecían todo lo que representaban. Nada más insólito que una fiscal aprobara la existencia de una red de prostitución para chantajear a sus víctimas o que la secretaria general de un partido instigara la obstaculización de una investigación judicial. Hay, pues, una fascinación social ante unos episodios cuya sordidez es un perfecto contrapunto de lo políticamente correcto. La paradoja reside en que, mientras los líderes de los partidos elevan el listón de las exigencias éticas, proliferan en los medios los ejemplos que revelan unas prácticas que minan la confianza en los políticos y las instituciones. Muy poco o nada se ha hecho para combatir las causas estructurales de la corrupción, pero hoy más que nunca los dirigentes condenados o procesados ocupan la atención de los medios de comunicación, que han convertido en noticia incluso su ingreso en prisión. Esa presencia de los villanos en la prensa, la radio y la televisión resulta en el fondo tranquilizadora porque cumple dos funciones. En primer lugar, muestra que la Justicia castiga también a los poderosos que infringen las leyes. Y en segundo término, la exhibición del mal contribuye a exorcizarlo. La imagen de un Rodrigo Rato a las puertas de la cárcel de Soto tiene un gran poder de sugestión porque corrobora que el sistema no admite la impunidad, lo cual es un mensaje tranquilizador pero no necesariamente cierto aunque nos haga sentirnos mejor. El error en este asunto es confundir los efectos con las causas. Que los ciudadanos disfruten cada día del espectáculo de la maldad de los políticos no significa que haya una voluntad real de los partidos y las instituciones de atajar el fenómeno. Solo les preocupa cuando les afecta a ellos. Lo que quiero concluir es que esa exhibición permanente de la corrupción no sólo contribuye a que nos acostumbremos a ella y empiece a parecer irrelevante, como apuntaba Sartre, sino que alienta la falsa impresión de que se está combatiendo enérgicamente desde el poder. Un espejismo muy peligroso.

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