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ABC MADRID 02-10-2018 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 2 DE OCTUBRE DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 MONTECASSINO UNA RAYA EN EL AGUA HERMANN AYER FUE UN GRAN DÍA Llega la España consciente de que los nacionalismos deben ser derrotados A YER fue un gran día para España. Sí, ayer, día en que bandas de separatistas, dirigidos y jaleados desde las instituciones autonómicas catalanas, demostraron al mundo que Cataluña es hoy un territorio sin ley. Día en que Cataluña demostraba una vez más que se ha convertido en una región profundamente anómala y peligrosa, que vive bajo el miedo a la total arbitrariedad de sus gobernantes regionales y a la violencia de las camadas del odio y el fanatismo. Ayer fue un buen día de esos que transmiten a una sociedad más información, lucidez, certeza y realismo que años de discursos, debates o mensajes. A pesar de los medios de comunicación que intoxican con sus mensajes de indisimulada comprensión y simpatía hacia separatistas de extrema izquierda. Tampoco en España son los medios ya lo que eran. La nación crea resistencias. Cada vez es menos vulnerable a esas mentiras. También por eso, ayer se dio un paso de gigante en la victoria de la convicción de que habrá una intervención clara, seria, prolongada y tan convincente como inapelable en Cataluña. Para desarmar al nacionalismo, neutralizar el fanatismo, evitar el caos, el enfrentamiento civil y el más que probable derramamiento de sangre en aquella región. Para garantizar libertades, derechos y una vida política civilizada en Cataluña. Ningún estado puede dejar una región en manos de fanáticos que aterrorizan al resto de la población. No sería solo alta traición a España. Sería un crimen contra la humanidad. Y un suicidio que llevaría a toda España a una catástrofe sangrienta. No va a pasar. Ayer, Pablo Casado, el líder del Partido Popular, en el Foro de ABC en el Casino de Madrid, pronunció un largo discurso no escrito, brillante como pocos se han escuchado en años a un político español. Brillante e importante, porque de él ya se desprende que ya hay una España política consciente de que el nacionalismo debe ser derrotado y dispuesto a actuar en consecuencia. Se acabó el sempiterno engaño de la negociación con el insaciable y desleal. Una vez derrotado por la Constitución, las leyes y los jueces, una vez restablecida la ley en Cataluña como en toda España, habrá paz. No antes. Casado confirmaba ayer el retorno del PP a la defensa de la legalidad para plantear la ilegalización de todos los partidos que inciten y llamen a la violencia. Ya lo hizo Aznar, Ahí están PDECat, ERC y la CUP como objetivo inmediato. Mañana se cumple el aniversario del colosal discurso del Rey Felipe VI que es bandera, lema y faro de millones de españoles que ansían la reconquista de la legalidad, los derechos y la libertad de todos en Cataluña y toda España. Ahí está la nación a movilizar. Casado quiere la inmediata aplicación del artículo 155. Coincide con Albert Rivera. Tienen el deber de entenderse ante un Frente Popular cuya catadura y objetivos están claros. Quien crea poder ser ariete con unos u otros acabará como la oposición venezolana. El Frente Popular son quienes son y el resto, tontos útiles. En momentos de tan extraordinaria gravedad, Casado y Rivera, y también a su derecha el partido VOX que ya se atisba, tienen el deber de hacer frente al frente. Con la constitución contra sus enemigos. Ayer se cumplía un año del referéndum ilegal, la provocación, farsa y grotesca manipulación de imágenes para hacer creer al mundo que la Policía española había hecho exactamente lo contrario de lo que hizo. Hace un año el 1 de octubre fue nefasto para España. Este año ha sido un gran día. Confirma que España está mucho más cerca de dejar de alimentar sus problemas. Y por tanto de atajarlos. IGNACIO CAMACHO TRAGADERAS Cataluña es un limbo político. Tiene un presidente títere, un Parlamento inerte y un sistema institucional destruido L discurso separatista ha sufrido en un año un visible retroceso, pasando de declarar la independencia a reclamar la libertad y o el indulto de sus líderes presos. No sería mal balance si no estuviesen por medio dos matices concretos imprescindibles para situar la cuestión en sus justos términos. El primero y más significativo es que el actual presidente se apoyó en los golpistas para acceder al Gobierno. El segundo es que, a consecuencia de este hecho, la única institución del Estado de Derecho que permanece en el sitio correcto es la Justicia y, de forma más precisa, el Tribunal Supremo. No sin esfuerzo habida cuenta de que, a tenor de las declaraciones reiteradas por ciertos ministros, la instrucción de la causa contra el Proceso parece estorbar al Gabinete en su política de apaciguamiento, que va bastante más allá de la distensión para adentrarse en el territorio del compadreo. Por eso, cuando el portavoz del PSOE califica de asumibles los actos de sabotaje y violencia perpetrados por las brigadas que el independentismo utiliza como milicia de choque callejera, está confundiendo sumisión con templanza e impunidad con transigencia. Los radicales, a los que Torra jalea pidiéndoles que aprieten con más fuerza, son conscientes de que su guerrilla urbana goza de dispensa para apoderarse del espacio público sin que nadie los entorpezca. La autoridad autonómica les otorga campo libre para camuflar su mala conciencia por el fracaso de la revuelta y la nacional mira para otro lado temerosa de meterse en problemas. Y en cada ejercicio de intimidación o de chulería con que el nacionalismo lo pone a prueba, el Gobierno de Sánchez responde con la desacomplejada exhibición de sus amplias tragaderas. Las de quien sabe que su cargo depende en última instancia de la condescendencia aleatoria del fugado de Bruselas. Ésa es la cruda realidad, a duras penas disimulada en el celofán de supuestas estrategias. En este momento, Cataluña es un limbo político. Tiene un presidente títere de un prófugo, un Parlamento inerte y un sistema institucional destruido, cuya única actividad relevante consiste en decorar el paisaje con lazos amarillos. El régimen autonómico no funciona y la clase dirigente, rehén de un grupo de exaltados levantiscos, vive instalada en la soflama de un monólogo propagandístico. Por simple dejación de responsabilidades cabría volver a invocar el artículo 155, aunque sólo fuese para administrar una comunidad atascada en la catalepsia del soberanismo. Pero este presidente no lo puede hacer sin lesionarse a sí mismo porque su propia estabilidad depende del apoyo de los causantes del conflicto. Así, la legislatura española está también atrapada en el bucle de un doble laberinto: el de unos sediciosos que no encuentran salida a su desvarío y el de un poder ejecutivo sostenido en precario por no se sabe qué clase de compromisos. E JM NIETO Fe de ratas

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